El obispo cismático vietnamita que triunfó en Bilbao y otros prelados heréticos que aún colean

Jesús Bastante

En religiondigital.com —
3 de agosto de 2019 20:42 h

Pablo de Rojas acaba de cumplir los 40 años, y a lo largo de su vida ya ha sido obispo y, desde julio, excomulgado. ¿Su delito? No seguir al papa católico Francisco, sino al obispo cismático vietnamita Ngo Dinh Thuc. Los seguidores del asiático, los thusquistas, mantienen los ritos preconciliares, condenan las reformas del Vaticano II y mantienen lazos con otras corrientes cismáticas, como los lefebvrianos o el Palmar de Troya. Todos están relacionados entre sí y han recurrido a los sucesores del ultraconservador francés para investirse y consagrarse como obispos. Todos comparten una postura extremadamente reaccionaria.

¿Existen obispos cismáticos en la Iglesia católica? En puridad, no, pues el último gran cisma de la Cristiandad ocurrió hace ahora medio milenio, cuando el fraile agustino alemán Martin Lutero publicó sus famosas 95 tesis en la puerta de la Iglesia de Wittemberg y desató una guerra de religión inédita en la Europa renacentista.

Y es que cismas en la Iglesia ha habido muchos, comenzando por el propio Cristianismo, que no fue sino una escisión del Judaísmo mesiánico. Desde entonces, muchas han sido las corrientes cristianas que se han apartado de la Iglesia de Roma. El cisma más relevante, junto al luterano (que llevó a la creación del Protestantismo, en sus diversas ramas, y el Anglicanismo, que derivó en distintas ramas pentecostales, especialmente en EE.UU. y África), tuvo lugar hace mil años, con la división en dos de la Iglesia entre católicos y ortodoxos.

El caso de De Rojas, excomulgado por el obispo (auténtico) de Bilbao, Mario Iceta, no llega a esos niveles, pues el poder de los thusquistas es inexistente y su presencia meramente testimonial. En España, los seguidores del prelado cismático son tres curas, ocho monjas y alrededor de un centenar de feligreses. Todos ellos, al igual que los lefebvrianos, niegan toda autoridad a cualquier Papa desde Juan XXIII, el Pontífice que convocó el Concilio Vaticano II, causa de todos los males para los mismos ultraconservadores que hoy, medio siglo después, también tachan de hereje al mismo Francisco. De hecho, Marcel Lefebvre participó y socavó desde dentro aquellas sesiones cuando era prelado católico.

Todas las corrientes cismáticas tienen puntos de conexión. Así, Pablo de Rojas fue consagrado obispo por Richard Williamson, uno de los cuatro obispos excomulgados por su ordenación ilegal por Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad San Pío X (como se conoce a los lefebvrianos). Williamson tuvo que renunciar a su cargo tras unas polémicas declaraciones en las que negaba el Holocausto.

Del mismo modo, el mentor de Rojas fue el responsable de las consagraciones en el Palmar de Troya, el cisma más mediático de las últimas décadas en España para algunos, y un esperpento para otros, con su penúltimo Papa excomulgado por casarse con una monja y condenado por la justicia tras intentar robar en la Iglesia Palmariana.

El Palmar canonizó a Franco y a Primo de Rivera

¿Y quiénes son los palmarianos? La Iglesia Cristiana Palmariana de los Carmelitas de la Santa Faz es una escisión de la Iglesia romana a la que casi todos los expertos consideran una secta. Radicada en El Palmar de Troya (Sevilla), su iglesia es un templo colosal en el que se encuentran imágenes de sus santos: desde Cristóbal Colón al mismísimo Franco. Porque los palmarianos han canonizado al dictador, que fue “el salvador de la Iglesia”.

De hecho, en su particular Apocalipsis, basado en supuestas apariciones marianas, España sería gobernada por la izquierda pero luego un gobernante español, al que definía como “el Caudillo del Tajo”, salvaría a España. La organización también insistía en que la Iglesia romana estaba llena de comunistas y masones infiltrados, algo que también pensaba Franco.

Por contra, los palmarianos no reconocen ninguna canonización a partir de la muerte de Pablo VI, con la excepción de la de Escrivá de Balaguer (fundador del Opus Dei) y han excomulgado a todos los papas posteriores a Montini: Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. También a Juan Carlos I, Felipe VI y toda la familia Real, así como a los sacerdotes obreros, a todos los comunistas y socialistas... y a todos los que en su día fueron a ver al cine Jesucristo Superstar.

En cambio, junto a Franco y a Colón, los palmarianos han canonizado a don Pelayo, Carrero Blanco, Primo de Rivera, Calvo Sotelo, todos los mártires de la Guerra Civil (del bando insurgente) y al obispo vietnamita Ngo-Dinh-Thuc, el fundador de la rama seguida por Pablo de Rojas en Bilbao.

Por lo demás, sus ritos y dogmas son muy similares a los de los lefebvrianos o los thusquistas: las misas en latín, o las mujeres cubiertas con un velo (no pueden usar pantalones). Otras son más sui generis, como la prohibición de ver cine, vestir con manga corta, votar o hablar con exmiembros de la iglesia palmariana.

Lefebvrianos: adalides de la Iglesia ultraconservadora

Pero, sin lugar a dudas, el grupo cismático más relevante de las últimas décadas es la Fraternidad San Pío X. Los lefebvrianos, que denuncian el Concilio Vaticano II como “la autodemolición de la Iglesia católica”, celebran misa en latín, de espaldas al pueblo y con las mujeres llevando mantilla, defienden la moral más tradicionalista frente al liberalismo y la única existencia de la Iglesia católica frente a los intentos de los últimos papas por fomentar el diálogo interreligioso.

Los lefebvrianos cuentan con más de medio millón de fieles repartidos por todo el mundo, cuatro obispos, 603 sacerdotes y más de doscientos seminaristas. Su resistencia es tal que, después de varias décadas de diálogo, el papa Francisco quiso ofrecerles una prelatura personal (figura jurídica que, en la Iglesia católica, solo tiene el Opus Dei) a cambio de su regreso a Roma. La respuesta dada por su nuevo superior, Davida Pagliari, fue clara: “Esperamos que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna”. A diferencia de Pablo de Rojas, que actuaba en un piso familiar en la Gran Vía bilbaína, los lefebvrianos cuentan con varios seminarios y 165 prioratos repartidos en 63 países de cuatro continentes.

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