“Yo no tomo vino tinto, porque luego me duele la cabeza”. Quien más, quien menos, habrá pronunciado esta frase o conocerá a alguien que lo haya hecho, personas que con muy poca ingesta de vino se encuentran mal y prefieren evitarlo. Esta especie de “cefalea exprés por vino tinto” puede ocurrir entre 30 minutos y 3 horas después de beber una sola copa. El efecto se produce en personas que no suelen sufrir estos efectos cuando consumen pequeñas cantidades de otras bebidas alcohólicas y hasta ahora se desconoce qué mecanismo lo desata.
Un equipo de investigadores de la Universidad de California en Davis ha analizado los distintos componentes del vino tinto y han identificado un flavanol que se encuentra de forma natural en esta bebida como principal sospechoso. En un trabajo publicado en la revista Scientific Reports, los científicos describen una serie de pruebas realizadas in vitro que apuntan a que esta molécula, llamada quercetina, puede interferir en la metabolización del alcohol y podría explicar las cefaleas que sufren algunas personas.
Para llegar a esta conclusión, los autores han seguido un camino indirecto. Sabemos que el dolor de cabeza por consumo de vino se produce en general por la acumulación de una toxina, el acetaldehído, y se sospecha que en las personas más susceptibles puede ser debido al mal funcionamiento de la enzima que los metaboliza (la aldehído deshidrogenasa 2 o ALDH2). Si el cuerpo no se deshace del acetaldehído a un buen ritmo, en poco tiempo la toxina se acumula en sangre y provoca la consabida jaqueca, además de enrojecimiento y náuseas. Lo que han hecho los investigadores es poner en contacto las diferentes moléculas presentes en el vino con esta enzima y ver qué efectos tiene sobre ella, para descubrir que la quercetina es la que más inhibe su acción (hasta un 80 por ciento).
Acumulación de toxina
“Cuando llega al torrente sanguíneo, el cuerpo lo convierte en una forma diferente llamada glucurónido de quercetina”, explica el químico Andrew Waterhouse, coautor del artículo. “De esa forma, bloquea el metabolismo del alcohol”. Como resultado, las personas pueden terminar acumulando la toxina acetaldehído, explica la autora principal, Apramita Devi. “El acetaldehído es una toxina, una sustancia irritante e inflamatoria bien conocida”, añade. Curiosamente, recuerda Devi, el medicamento disulfiram —recetado a los alcohólicos para evitar que beban— causa estos mismos síntomas, debido a que el medicamento también hace que la toxina se acumule en el cuerpo cuando normalmente una enzima del cuerpo la descompondría.
Creemos que finalmente estamos en el camino correcto hacia la explicación de este misterio milenario
“Postulamos que cuando las personas susceptibles consumen vino, incluso con cantidades modestas de quercetina, desarrollan dolores de cabeza, particularmente si tienen una migraña preexistente u otra afección de dolor de cabeza primaria”, señala Morris Levin, profesor de neurología y director del Headache Center en la Universidad de California, San Francisco. “Creemos que finalmente estamos en el camino correcto hacia la explicación de este misterio milenario”, añade.
Hacia un ensayo clínico
El siguiente paso, anuncian los autores del estudio, es probarlo científicamente en personas que desarrollan estos dolores de cabeza mediante un ensayo clínico en humanos. A los voluntarios se les hará probar diferentes vinos tintos y se comparará el efecto de aquellos que contienen mucha quercetina con el de aquellos que tienen muy poca para probar su teoría.
Dado que la luz del sol aumenta el flavanol, los niveles de quercetina pueden variar de forma notable en el vino tinto. “Si se cultivan uvas con los racimos expuestos, como se hace en el Valle de Napa para sus cabernets, se obtienen niveles mucho más altos de quercetina”, explica Waterhouse. “En algunos casos, puede ser de cuatro a cinco veces mayor”. Estos niveles de quercetina también pueden diferir según cómo se elabora el vino, incluido los proceso de la fermentación y el envejecimiento.
De confirmarse el hallazgo, tal vez se podría abrir una vía para producir vinos que sean más amables para este tipo de personas que son más susceptibles a la cefalea exprés por vino tinto. En cualquier caso, advierten los investigadores, aún no saben si las enzimas de estas personas son inhibidas por la quercetina o si esta población simplemente se ve más afectada por la acumulación de la toxina acetaldehído en general. De modo que estamos lejos de resolver la cuestión de fondo.
Demasiado preliminar y simplista
Para Juan Ignacio Pérez Iglesias, catedrático de Fisiología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), se trata de un estudio muy interesante, sobre todo porque aborda un problema que tiene muchísima gente y están deseando resolverlo. A su juicio, la hipótesis que plantean los autores tiene sentido desde el punto de vista fisiológico, pero considera que el trabajo que presentan es muy preliminar. “Es una línea de investigación interesante, pero la parte experimental es muy escasa para un trabajo científico”, observa. Si se demostrase que este flavanol al que señalan los autores está inhibiendo la enzima, admite Pérez Iglesias, tal vez podría ponerse un aditivo al vino que hiciera que fuera inocua o que quitara esa sustancia, pero la clave seguiría estando en las enzimas de cada individuo, porque una parte de la población presenta esta predisposición genética a que le duela la cabeza aunque tome poco vino.
Ricardo López, investigador del Laboratorio de Análisis del Aroma y Enología (LAAE), de la Universidad de Zaragoza, cree que que es una hipótesis que podría ser válida, pero de extensión limitada y que debemos ser prudentes en darla como cierta hasta que se demuestre in vivo. Reconoce que Andy Waterhouse es un científico de gran reputación en la investigación relacionada con el vino y que el trabajo está bien realizado. “Las concentraciones de quercetina que emplean en el experimento son razonables y la hipótesis de la reducción de la actividad de la ALDH2 se confirma”, asegura. “Se ha demostrado que la quercetina inhibe la enzima implicada en la degradación de las paredes vasculares y del ADN, así que no me extraña que tenga el mismo mecanismo inhibidor con otras enzimas”.
La principal limitación que López le ve al estudio, sin embargo, es que solo tienen datos de inhibición con disoluciones muy sencillas. “No tengo muy claro si se puede llegar a las cantidades de este compuesto en el hígado para el efecto inhibidor que observan”, apunta. “En el tema del vino y salud estamos cansados de ver efectos in vitro que luego no se cumplen in vivo”.
No hay evidencias de que después de beber vino la quercetina esté en sangre en cantidades suficientes para producir esta inhibición de la enzima
María José Motilva, investigadora del Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV-CSIC), es todavía más crítica. Cree que es un estudio “muy flojo” y el principal punto débil, según su criterio, es que no hay evidencias de que después de beber vino la quercetina esté en sangre en cantidades suficientes para producir esta inhibición de la enzima. “Es un estudio que hace una aproximación muy in vitro”, subraya. La especialista cree que los autores han simplificado muchísimo un problema de fisiología compleja y recuerda que hay evidencias más sólidas en la literatura sobre el papel de los sulfitos, las aminas biógenas y el propio alcohol en este tipo de dolores de cabeza. “Me extraña que se hayan focalizado en estas moléculas cuando tenemos el alcohol, que es al que realmente tienen una tolerancia baja estas personas”.
El químico y especialista en toxicología Daniel Torregrosa es de una opinión parecida. “Cualquier consumo de alcohol es perjudicial”, apunta. “Este resultado puede tener interés para actuar sobre esos compuestos y comercializar un vino menos cabezón, pero como dijo Paracelso, lo importante es la dosis. Y con el alcohol, si la dosis es cero, mejor”, recalca. “Si se confirmara in vivo lo que los autores han encontrado in vitro, el porcentaje de dolores de cabeza que explicaría esta situación sería pequeño respecto al total de resacas que provoca el consumo de alcohol”, resume Ricardo López. Y dado que la quercetina está considerado el polifenol más “saludable” y abundante del vino, paradójicamente “estarían culpando de los dolores de cabeza a un compuesto que precisamente sabemos que es beneficioso para la salud”.