Einstein y la teoría unificada: una nueva propuesta reabre su idea más ambiciosa

Albert Einstein

Ada Sanuy

15 de abril de 2025 08:49 h

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Durante décadas, Albert Einstein persiguió un sueño que nunca llegó a cumplir: unificar todas las fuerzas fundamentales en un único marco matemático. Su obsesión era la llamada teoría unificada del campo, una formulación capaz de describir tanto la gravitación como el electromagnetismo bajo una sola estructura. Esa búsqueda quedó inconclusa a su muerte, en 1955. Ahora, un estudio firmado por los físicos Jussi Lindgren y Andras Kovacs, publicado en Journal of Physics: Conference Series, reabre ese camino con una propuesta que prescinde de partículas, campos y cargas, y lo reduce todo a una cuestión de geometría.

El modelo que presentan parte de una idea radical: que el electromagnetismo no requiere una entidad física separada que actúe sobre las partículas, sino que puede interpretarse como una manifestación local de la geometría del espacio-tiempo. Apoyándose en una extensión matemática de la relatividad general conocida como geometría de Weyl, los autores afirman que la carga eléctrica no es más que una compresión geométrica, una alteración en la estructura del espacio-tiempo que modifica las trayectorias de las partículas. Así, los electrones o protones no “sienten” una fuerza: simplemente siguen geodésicas —caminos naturales en ese entorno curvado— como si no existiera nada externo actuando sobre ellos.

Una reformulación del electromagnetismo desde la geometría

La propuesta implica una reformulación completa de las ecuaciones clásicas del electromagnetismo. En lugar de las conocidas ecuaciones de Maxwell, el modelo parte de un principio variacional, similar al que se usa para derivar las leyes del movimiento en física teórica. Este enfoque lleva a una serie de ecuaciones no lineales, que describen el comportamiento electromagnético como una propiedad del espacio, no como una fuerza aplicada desde fuera. Lindgren las denomina “Ecuaciones Generalizadas de Maxwell” y las considera un puente natural hacia la integración de la mecánica cuántica.

Uno de los aspectos más llamativos del estudio es su reinterpretación de la ecuación de Dirac, fundamental para describir partículas con spin, como el electrón. Según los autores, esta ecuación no necesita postular propiedades cuánticas a priori, sino que puede deducirse como una consecuencia natural del tipo de geometría que adopta el espacio-tiempo en determinadas regiones. La frecuencia asociada al movimiento ondulatorio del electrón —el fenómeno conocido como Zitterbewegung, una oscilación a la velocidad de la luz— sería, en esta visión, el origen profundo de la función de onda cuántica.

Más allá de la física clásica: efectos cuánticos desde la curvatura

El modelo también ofrece una explicación alternativa al límite clásico entre la física cuántica y la clásica. Hasta ahora, se asumía que este umbral dependía de la intensidad de los campos (el llamado límite de Schwinger). Pero en esta nueva formulación, la clave estaría en la curvatura local del universo, concretamente en la integral del potencial vectorial, que determina cuándo emergen los efectos cuánticos. Esta visión sitúa la transición entre lo clásico y lo cuántico no en una propiedad del campo, sino en la forma del espacio en sí.

Más allá de la coherencia matemática, la propuesta tiene implicaciones que podrían verificarse experimentalmente. Por ejemplo, predice la posibilidad de que partículas cargadas experimenten desviaciones sin necesidad de un campo electromagnético presente, lo que se relaciona directamente con el efecto Aharonov-Bohm, un fenómeno cuántico en el que el potencial modifica la fase de una partícula sin que haya fuerza alguna actuando sobre ella. En este marco, el espacio-tiempo deja de ser un escenario pasivo para convertirse en un medio activo, que puede alterar el comportamiento de la materia sin intervención directa.

Una teoría del todo sin partículas nuevas ni dimensiones ocultas

Los autores defienden que esta aproximación geométrica podría ofrecer una alternativa viable a otras grandes teorías unificadoras como la teoría de cuerdas, que requieren dimensiones adicionales y entidades aún no observadas. “Nuestra propuesta no necesita partículas nuevas, ni dimensiones ocultas —explica Lindgren—. Solo una forma distinta de mirar la geometría del universo”. Aun así, reconocen que se trata de un primer paso y que su modelo necesita desarrollos matemáticos más amplios y una revisión detallada de su compatibilidad con las predicciones experimentales ya conocidas.

Aunque todavía lejos de una aceptación general, el estudio representa una aportación audaz al largo camino hacia la unificación de las leyes físicas. Si prospera, no solo reformularía cómo entendemos la electricidad o la luz, sino que podría acercar a Einstein —setenta años después de su muerte— a la meta que más le obsesionó: una teoría del todo que explique el universo con una sola idea poderosa: la geometría.

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