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De instrumento de supervivencia a emblema de amor: el curioso destino del paracaídas de Claude Hensinger

La boda tuvo lugar el 19 de julio de 1947, en la misma iglesia en la que ambos se conocieron

Héctor Farrés

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El nylon se tensaba contra el cuerpo mientras caía al vacío. La lona, hinchada por el viento, hacía un ruido áspero y continuo. Al tocar el suelo, la tela le sirvió de abrigo y de almohada en mitad de la oscuridad. Esa noche, el paracaídas no solo ralentizó la caída de Claude Hensinger, también le ayudó a aguantar las horas que pasó herido antes de ser rescatado tras una misión aérea fallida.

Una historia que pudo terminar de otra forma y no lo hizo

El salto ocurrió en agosto de 1944, cuando Hensinger regresaba de una operación de bombardeo sobre Yowata, en Japón, como parte de la tripulación de un B-29 del 444º Grupo de Bombardeo de la 20ª Fuerza Aérea en la Segunda Guerra Mundial. Uno de los motores se incendió en pleno vuelo y el piloto tuvo que abandonar la aeronave junto a sus compañeros.

El salto se produjo sobre una zona no ocupada de China, lo que facilitó que todos pudieran volver a la base sin ser capturados. Según contó su esposa Ruth al medio Patch, otros soldados que cayeron en territorio ocupado acabaron como prisioneros de guerra. Hensinger aterrizó sobre unas rocas y se hizo un corte al caer. Usó el paracaídas para pasar la noche, hasta que al amanecer fue localizado por un grupo de ciudadanos chinos que lo ayudaron.

Más tarde, envió la tela a su madre en Pensilvania, y ella la llevó a limpiar para quitar la mancha de sangre. Al finalizar la guerra, Hensinger volvió a casa con la idea clara de conservar aquel nylon que le había salvado la vida.

La propuesta de matrimonio llegó tres años más tarde. En 1947, cuando Claude Hensinger pidió a Ruth que se casara con él, no le ofreció un anillo. Según contó la pareja en una entrevista recogida por el Smithsonian’s National Museum of American History, lo que le entregó fue la tela que le había salvado la vida. Le dio una caja y le dijo: “Me gustaría que hicieras un vestido de novia con mi paracaídas. Me salvó la vida”. Ella aceptó sin dudarlo, y ambos decidieron que ese mismo material sería el vestido de boda.

La transformación del paracaídas en una prenda que marcaría a toda la familia

El diseño partió de una idea que Ruth tuvo tras ver un vestido en el escaparate de una tienda de grandes almacenes en Allentown. El maniquí llevaba una prenda de estilo clásico, y ella quiso recrear algo parecido con la tela que tenía entre manos. Para confeccionar el cuerpo del traje y el velo, recurrió a la ayuda de una modista local llamada Hilda Buck.

El resto lo hizo ella misma, aprovechando las cuerdas de ajuste del paracaídas para darle forma a la falda y conseguir que quedara más corta por delante y con una cola trasera. El vestido se elaboró a partir de dieciséis paneles de nylon, lo que complicó el trabajo debido al corte al bies de la tela. Ruth llegó a preguntarse cómo lograría transformar esa estructura tan técnica en un vestido de novia, pero siguió adelante con la idea.

La boda se celebró el 19 de julio de 1947 en la Union Church de Neffs, en el estado de Pensilvania. El vestido, de color blanco, estaba compuesto por mangas largas, un canesú de rejilla con botones en la espalda y un fruncido que iba desde la cintura hasta el pecho.

El cuerpo ajustado se completaba con una cenefa decorativa en la parte inferior hecha con las fundas de cordón del paracaídas, según detalla la ficha del museo estadounidense. Claude no vio el vestido hasta que Ruth apareció en el pasillo de la iglesia el día del enlace, y según relató ella misma, se mostró encantado.

Décadas después, la prenda siguió teniendo presencia en la familia. Tanto la hija de los Hensinger como la esposa de su hijo la llevaron en sus respectivas bodas. El vestido recorrió el mismo pasillo de la iglesia en tres ocasiones, según explicó Ruth a Patch.

La entrada definitiva del vestido en la historia

En 1992, los Hensinger donaron el vestido y el velo al Smithsonian’s National Museum of American History, donde quedó registrado como parte de la colección dedicada a vida comunitaria y celebraciones familiares. Fue exhibido en varias ocasiones, incluso en el Museo del Aire y el Espacio de Washington D.C., y todavía conserva restos de la sangre de Claude, producto del corte que sufrió al aterrizar.

El vestido sigue formando parte del inventario del Smithsonian’s National Museum of American History bajo el número de objeto 1992.0236.001. Aunque actualmente no está expuesto al público, se conserva como testimonio material de una historia que unió guerra, costura y memoria familiar en una misma prenda.

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