El Banco Central Europeo avisa que la escasez de chips puede extenderse hasta 2023
El Banco Central Europeo (BCE) prevé que la escasez de semiconductores se mantendrá hasta finales de 2022 o hasta 2023 porque para aumentar la producción es necesario “un nivel elevado de inversión”. En un artículo de su último boletín económico, publicado este jueves, los economistas del BCE esperan que “las disrupciones en las cadenas de suministro mejoren gradualmente en la segunda mitad de 2022”, aunque existe un alto grado de incertidumbre respecto a su evolución.
Algunas disrupciones podrían tardar más tiempo en resolverse que otras y van a generar subidas de los precios. “Por ejemplo, para que la producción de semiconductores reciba un impulso significativo es necesario un nivel elevado de inversión que aumente la capacidad productiva y, teniendo en cuenta el plazo que se requiere para ello, no cabe esperar mejoras considerables hasta más avanzado el año 2022 o en 2023”, según los economistas del BCE.
Asimismo, consideran que la reducción de la escasez de mano de obra en los próximos meses “dependerá de la evolución del apoyo público, así como de las medidas de contención de la pandemia y de la cantidad de nuevos casos de COVID-19”. Los costes de transporte se han reducido recientemente, pero permanecen próximos a sus máximos históricos.
La reducción se ha producido como consecuencia de factores transitorios, como la reapertura de los puertos del sur de Asia, dado que habían descendido los contagios por COVID-19. Los economistas del BCE prevén que las dificultades persistan durante la mayor parte de 2022 o durante todo el año y ven riesgos de que se produzcan nuevas disrupciones en las cadenas de suministro, “especialmente si empeora la situación pandémica”.
“La nueva variante ómicron ha reavivado la preocupación acerca de una intensificación de la pandemia en todo el mundo”, observan los autores del artículo. “Los brotes pueden provocar cierres localizados en puertos o en empresas, lo que generaría nuevas disrupciones en la producción y en el transporte y, por consiguiente, supondría un lastre para la actividad al tiempo que ejercería presiones al alza sobre los precios”, advierten.
Las nuevas medidas de contención para frenar su propagación, (por ejemplo, restricciones a la movilidad y los vuelos internacionales), pueden volver a desplazar la demanda de consumo a los bienes en detrimento de los servicios, lo que agravaría los cuellos de botella en la oferta.
Un descenso de la demanda de consumo global podría aliviar algo las restricciones de oferta a escala mundial que parecen derivarse de la fuerte demanda. “Por último, si la producción de semiconductores y la capacidad del sector de transporte marítimo aumentan a un ritmo mayor de lo esperado, las disrupciones en las cadenas de suministro podrían resolverse con más rapidez”, añaden.
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