Como cada año, la llegada de la primavera inunda Internet de anuncios de empresas que venden tesinas universitarias, especialmente TFG (Trabajo Final de Grado) y TFM (Trabajo Final de Máster). Comercian con libertad. “Existen dos tipos de persona, los que están viviendo su vida y los que están haciendo el TFG”, dice uno de ellos, publicado en Instagram. “Posibilidad de pago a plazos. Que el precio no sea tu excusa!”, promociona otro en Google. “¿Las prácticas te consumen todas las horas del día?”, pregunta el enésimo que aparece en la biblioteca de anuncios de Facebook: “Nosotros te podemos ayudar”.
Estas empresas se definen como “academias” o especializadas “en contenidos e investigación académica” y están legalmente constituidas. Muchas tienen varios empleados, que se reparten el trabajo entre aquellos que redactan los proyectos y los intermediarios que sirven de enlace con los estudiantes. Lo ponen fácil: tienen cuentas de WhatsApp de empresa con los que sus “asesores académicos” preguntan los detalles necesarios del proyecto y cierran el negocio con los alumnos.
El tráfico de tesinas opera en un limbo, ya que no es ilegal que estas firmas vendan un TFG o TFM. Que luego el alumno lo presente a su nombre es otro cantar, pero ahí las universidades tienen poco más que hacer que revisarlo con programas anti-plagio. Si el temido Turnitin (la herramienta más potente y conocida de esta categoría) da el visto bueno al texto, todos contentos. elDiario.es ha preguntado al Ministerio de Universidades si tiene algún protocolo al respecto de esto, pero no ha recibido respuesta.
Pero no todo es de color de rosa en el menudeo de proyectos de fin de carrera. Este tipo de servicios no son baratos. La factura por un TFG o un TFM de estraperlo depende en gran medida de la titulación, la extensión del trabajo y lo que el alumno pueda aportar de su propia cosecha para que sirva de base a los redactores del mercado negro. Pero se mueven en varios cientos de euros, como mínimo.
Muchas de estas empresas acumulan, además, críticas negativas. “Pagué 440 euros en cuanto me lo pidieron, antes de realizar el trabajo y me han hecho perder mi tiempo y mi dinero. La redacción del trabajo nefasta, el contenido inservible, las referencias bibliográficas, pocas y antiguas”, protesta un cliente no satisfecho en la página de reseñas de una de estas empresas en Google. “Una estafa en toda regla. Me he gastado 860€ en un copia y pega teniendo un 85% de similitud con otro compañero, además de no hacer las correcciones, no poner normativas ni leyes ni nada, las redacciones son incoherentes y si alguien quiere las pruebas las tengo para demostrarlo”, se lamenta otro.
En este curso, sin embargo, ha aparecido un nuevo actor en la ecuación. “En mi clase casi todo el mundo está mirando si puede hacer alguna parte del TFG con ChatGPT”, reconoce Manuel (nombre ficticio), alumno de Derecho, Relaciones Laborales y Recursos Humanos de la Universidad Complutense. La inteligencia artificial generativa de texto de OpenAI ya provocó un cisma en la educación inmediatamente después de su salida al mercado en noviembre de 2022. Este final de curso será el primero en el que ChatGPT estará plenamente disponible para los alumnos y podría ayudar con la redacción de miles de proyectos finales.
¿ChatGPT es capaz de completar en minutos un TFG pensado para suponer un trabajo de varias semanas o meses para el estudiante con solo pedírselo? No. Hay que saber cómo relacionarse con la herramienta para explotar sus capacidades de redacción y que encajen con este tipo de trabajos académicos. Pero las pistas de cómo hacerlo ya corren como la pólvora por las redes sociales. Este vídeo de una joven publicado en abril en TikTok acumula ya un millón y medio de reproducciones.
A esto hay que sumar que ChatGPT sigue siendo gratuito, aunque OpenAI lo limitó a 10 mensajes por día para las personas que no paguen una suscripción. Esa cuota, no obstante, es de 24 dólares al mes (unos 22 euros). Mucho más barato que lo que cobran las empresas de redacción de TFG y TFM, que se puede pagar entre varios compañeros y que además da acceso a GPT-4, un modelo más avanzado que el ChatGPT original.
Sin contramedidas a ChatGPT
Ante la polémica suscitada por su posible impacto negativo en la educación, OpenAI lanzó una herramienta para detectar textos escritos con inteligencia artificial. Sin embargo, esta solo funciona en inglés y es raro que ofrezca resultados concluyentes, según pudo comprobar este medio tras pedirle que analizara varios textos. Sus conclusiones, además, nunca son rotundas y van del “muy improbable”, “improbable” o “confuso” a lo “probable” o “muy probable” para evaluar la intervención de una IA en un texto.
“Es probable que el clasificador se equivoque en textos escritos por niños y en textos que no estén en inglés, ya que se entrenó principalmente con contenidos en inglés escritos por adultos”, reconoce OpenAI. Este será el gran problema de los programas que detectan plagios o redacciones de inteligencia artificial en el final de curso de 2023: no están preparados para ser tajantes cuando el texto a analizar está en castellano.
Manuel explica que algunos de sus profesores de la Complutense les han advertido que herramientas como el Turnitin son capaces de pillar a los tramposos tanto en el plagio como con la IA. Lo cierto es que la empresa aceleró para incorporar esta función a su detector antes de este final de curso y lo consiguió el 4 de abril. Pero no en castellano. “De momento esta herramienta solo está disponible para texto en inglés”, explican a elDiario.es fuentes de la empresa.
A eso se suma que localizar texto escrito por una máquina no es tan definitivo como el plagio o el parafraseo, asegura la compañía: “Dado que nuestra tasa de falsos positivos no es cero, tú, como instructor, tendrás que aplicar tu juicio profesional, el conocimiento que tienes de tus estudiantes y el contexto específico de la tarea”.
Desde el Ministerio de Universidades y la Conferencia de Rectores Universitarios tampoco han movido ficha para proporcionar un protocolo uniforme a los centros. Ambas instituciones se reunieron en febrero para tratar el impacto de ChatGPT en los trabajos académicos y acordaron seguir las indicaciones de la Asociación Europea de Universidades, que recomienda la creación de grupos de trabajo para analizar “las consecuencias inmediatas de las herramientas de Inteligencia Artificial en los procesos de enseñanza y el aprendizaje, con particular urgencia en lo referente a los procedimientos de evaluación”.
Fuentes del Ministerio que dirige Joan Subirats sostienen que, por el momento, no ha habido actualizaciones sobre esta cuestión.
“A verlas venir”
Ante esta situación, muchos docentes se han quedado “un poco a verlas venir” en lo relativo al uso de la IA en los TFG y TFM este 2023, reconoce María del Mar Sánchez, investigadora especializada en Tecnología Educativa y profesora de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Murcia: “Yo tuve la exposición de los TFG ayer [por el jueves] y es verdad que a nivel interno, entre los compañeros, existía preocupación por ChatGPT”.
No obstante, la profesora llama a relativizar la situación y no ser alarmistas. Las trampas no son nuevas. “Siempre ha habido empresas a las que se puede pagar para hacer ese trabajo y alumnos que se copiaban de trabajos de otros años”, recuerda. “Por otro lado, tendemos a hacer ver como que los alumnos son malignos y ellos al final hacen uso de los recursos que tienen a su alcance de la forma más eficiente, como haríamos todos”, dice, refiriéndose a la IA.
Tendemos a hacer ver que los alumnos son malignos y ellos al final hacen uso de los recursos a su alcance
Sánchez sabe que algunos de los alumnos que han expuesto sus tesinas esta semana han usado ChatGPT para intentar ahorrarse trabajo. “Lo puedes ver en su defensa del trabajo”, revela. Otros estudiantes le han confesado que lo han usado como un apoyo, para darles ideas o mejorar la claridad de su redacción. “Creo que eso tampoco es malo. Hay alumnos a los que les gusta investigar y la inteligencia artificial puede ser solo una herramienta más”, opina.
Durante su conversación con este medio, la docente destaca, por último, que varias de las conversaciones sobre la renovación del modelo de educación habían aflorado mucho antes de la irrupción de la inteligencia artificial. “ChatGPT lo que ha evidenciado es que no hay alternativa”, destaca: “Lo que tenemos que hacer es darle una vuelta muy profunda al modelo de investigación, establecer más tutorías para poder ir hablando con ellos y comprobar que evidentemente están haciendo el proceso de investigación de la defensa. Producir TFG y TFM al por mayor no va a tener mucho sentido”.