El movimiento maker, la cultura de hacer tecnología por tu propios medios, el do it yourself, supone un fenómeno social a nivel global al que España se está sumando. La comunidad de la que se nutre el movimiento son personas inquietas, apasionadas por la tecnología, educadores, artesanos, ingenieros, estudiantes, defensores de la filosofía del código abierto, y, en definitiva, todos aquellos cuyo pensamiento gira en torno a cómo inventar o crear cosas nuevas. Son los makers, y ahora, por primera vez en nuestro país, pueden reunirse en un espacio físico para compartir sus experiencias y creaciones.
“Existe gente muy interesante haciendo cosas increíbles pero en su casa o en su despacho frente al ordenador, es importante poner a estas personas en común para saber qué piensan y cómo lo hacen”, dice Cecilia Tham, una de las organizadoras de la Mini Maker Faire de Barcelona. “Esta es la primera que se hace aquí y queremos hacerla pequeña pero bien, a día de hoy tenemos entre 35 y 40 participantes que van a exponer sus inventos. La idea es convertirlo en un evento anual”.
La feria de Barcelona, auspiciada por el MOB (Makers of Barcelona) tendrá lugar el 29 de junio en sus instalaciones y lo que allí se podrá encontrar forma parte del misterio, porque si hay algo que el maker no perdona es que se le arruine la sorpresa. Lo que sí sabemos es que constará de cinco categorías: la fabricación digital, el tecnocraft -gente que reinventa la artesanía a través de la tecnología-, robótica, electrónica, y los hackers con Arduinos o microcontroladores para hackear ordenadores y hacer algo diferente. “Hay varias impresoras 3D, que es el objeto de culto del movimiento maker, pero una nos ha llamado la atención especialmente porque reproduce comida”, adelanta Tham, “tenemos también a una chica que confecciona sus ropas con hilos conductivos y materiales tecnológicos que emiten luz y otra gente de ciencia que van a demostrar cómo hacer un cohete con agua”.
Por la ría de Bilbao
Dice Chris Anderson, el fundador y editor de Wired, una de las revistas más prestigiosas de tecnología, que todos los ingredientes que extendieron la revolución digital desde la costa Oeste de Estados Unidos al resto del mundo en los años 70 y 80 están en el movimiento maker, “la diferencia es que los cambios no tardarán 20 años en llegar porque ahora tenemos internet”. En Bilbao tres organizaciones -Bilbao Makers, Social Sound y Espacio OPEN- han unido fuerzas para sacar adelante la Mini Maker Faire en Bilbao el 13 y 14 de julio, apenas pasados unos días de su homóloga en Barcelona. Efectivamente, no hay que esperar 20 años para que se produzcan esos cambios tecnológicos.
“La iniciativa nació de la comunidad maker de Bilbao que se puso en contacto con Make Magazine (revista que acoge al movimiento en California) porque se sentían cómodos con el concepto de maker”, explica Karim Asry, uno de los miembros de la organización, “alguien que hace cosas en vez de hablar de lo que se podría hacer, que descubre el poder de sus manos. Llevamos más de un año trabajando para convertir Bilbao en un lugar especial del movimiento maker, en línea con la memoria industrial y cooperativista del País Vasco”.
El Museo Marítimo, al borde de la Ría, será el escenario postindustrial para la Mini Maker Faire donde habrá talleres de cómo montar tu propio dron, impresora 3D o escáner láser o de cómo montar tus propios robots. “También vamos a hackear una grúa roja de 60 metros, -emblema y vestigio del Bilbao industrial- para que vuelva a cobrar vida”, añade, “nos han propuesto cosas de locura como carreras de arañas escaladoras (si alguien sabe cómo hacerlo, que nos llame), jardines verticales, y hasta controlar la grúa con Kinect para jugar asustando a los niños”. Más de 84 makers llevan inscritos en lo que aspira a convertirse en uno de los nodos del movimiento maker en el sur de Europa.
El principio del cambio
El tsunami maker llega con fuerza a España, algo tarde, pero se intuye potente. Hay que situar las raíces de este evento en 2006 en San Mateo (California) cuando la revista Make Magazine organiza por primera vez una Maker Faire con la intención de reunir a todos esos inventores de andar por casa que eran capaces de hacer cosas asombrosas con materiales de bajo coste y mucha imaginación.
Seis años después, en su séptima edición, la exhibición reunió alrededor de 800 makers y convocó a más de 110.000 visitantes durante el fin de semana. En septiembre de ese mismo año, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, se implicó de lleno en el evento declarando la semana como la Maker Week en la ciudad. El certamen congregó a más de 55.000 personas, con representación de casi todos los estados y 34 países. El éxito del formato se ha extendido a todo el mundo bajo la marca Mini Maker Faire. Ciudades como Chicago, Las Vegas, Houston, Singapur, Seúl o Santiago de Chile, entre otras muchas, celebran anualmente este evento.
“En Europa está empezando pero poco a poco, el de Roma es muy grande por ejemplo, pero lo importante es que hemos pasado la época en la que estábamos aislados en nuestro espacio, eso es el movimiento maker, la gente quiere volver a tener contactos humanos”, asevera Cecilia Tham, “es brutal, porque te inspira, y no un ingeniero del MIT, sino una persona como tú y yo haciendo algo increíble, no es tanto de hacer sino de motivar”.
Estamos ante la explosión de un movimiento que trae consigo ideas muy poderosas sobre cómo se puede activar toda la capacidad latente de una sociedad para innovar, “democratizando el acceso a herramientas y conocimiento que antes solo estaban en manos de unos pocos”, vislumbra Karim Asry, “sobre cómo en un mundo en el que estamos rodeados de tecnología es importante saber cómo funcionan las cosas para adaptarlas a nuestras necesidades en vez de ser meros consumidores o esclavos de ellas”.