Los dispositivos electrónicos forman parte de nuestro día a día desde hace tiempo. En España los consumidores pagan, dentro del precio de cada producto, una cantidad prevista para destinarse al reciclaje del mismo. Es obligación del fabricante garantizar este proceso, con lo que financia a ciertas organizaciones especializadas para que se ocupen de la tarea. Recyclia es una de ellas, dentro de la cual se encuentra la fundación Tragamóvil, que se dedica específicamente a reciclar móviles y en 2014 gestionó 372.000 kg de móviles y periféricos de telefonía.
La necesidad de llevar a cabo este reciclado y la gestión de sus residuos se expresa en el Real Decreto 208/2005 sobre aparatos eléctricos y electrónicos, en consecuencia con la directiva europea del año 2002, sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos. Y es que gran parte de lo que compone un dispositivo electrónico es susceptible de ser reciclado. En el caso de los móviles es un 90% el contenido reciclable, según los datos de Tragamóvil. Solo los ordenadores superarían este porcentaje, llegando al 93%. De un móvil, la parte que no se recupera es la batería.
La recogida
Para que las organizaciones que se dedican a reciclar los dispositivos electrónicos actúen lo primero es que el consumidor lleve los productos que no usa a los lugares de recogida, como pueden ser los puntos limpios de los ayuntamientos –donde existe un contenedor destinado a aparatos electrónicos, en el que también tienen cabida los móviles– o los que tienen algunas grandes superficies de venta al público.
“Nosotros nos encargamos de mandar un transporte que cumple todos los requisitos legales para transportar todo tipo de residuos. Ahí se acumula y se lleva a un almacén, donde logramos consolidar cantidades sustanciales para optimizar los envíos, que van a una planta de tratamiento”, señala José Pérez, presidente de Tragamóvil. Esta es la primera fase, que implica organizar la logística de la recogida y el almacenaje de residuos. El reciclaje viene a continuación, en unas instalaciones especialmente preparadas para los procesos que tienen lugar.
La extracción de la batería
Lo primero es separar la batería del móvil. “Ahora la mayoría son de ion-litio, pero todavía siguen apareciendo algunas baterías antiguas de niquel-cadmio o de níquel-metal hidruro, que son metales con una alta capacidad contaminante”, destaca Pérez. Pero incluso el litio es muy inestable, con lo que las baterías en general dan problemas a la hora de transportarse y de tratarse. Por eso se extraen de los dispositivos y se envían a otra planta de tratamiento, esta vez específica para baterías.
En esta planta se lleva a cabo una reducción y liquidación de las baterías. Aunque en algunos casos se realiza una valorización, orientada a comprobar qué se puede salvar para reincorporar al sistema productivo en forma de materias primas. En este sentido son las baterías de ion-litio sobre todo las que pueden aprovecharse.
La separación de materiales
Un móvil, ya sea un smartphone moderno o uno de los tradicionales, consiste básicamente en placas, circuitos impresos y el plástico de las carcasas. Lo primero es la separación de los materiales. Los componentes se trituran y se van haciendo fracciones del resultado. “De ahí se obtienen metales como el cobre, el estaño, el aluminio y algo de zinc”, precisa Pérez.
La separación de los componentes se puede llevar a cabo de varias maneras. Una de ellas es por aire. “Se insufla aire, el metal pesado cae y el ligero flota. De esta forma se van haciendo filtros y fracciones”, explica Pérez. Una serie de chorros de aire van haciendo fracciones que dependen del peso de cada metal. Pero la separación también se puede hacer por magnetismo, aplicando el efecto de unos imanes, con lo que los metales más magnéticos se desprenden de los otros.
Entre todos los metales que se extraen también hay oro, paladio o coltan, si bien en cantidades ínfimas. “Los más valiosos están en unas cantidades tan pequeñas que habría que juntar toneladas y toneladas de móviles para hablar de un valor importante”, señala el presidente de Tragamóvil. Se necesitan unas cinco o seis toneladas de móviles para obtener un gramo de oro.
Practicada esta separación, el resultado obtenido vuelve al mercado en forma de materias primas. “Después se aplican a la industria y sirven para fabricar nuevos móviles o aparatos. El cobre y el estaño, por ejemplo, tienen muchas aplicaciones. Incluso se han encontrado aplicaciones para el plástico, que era lo más complicado”, apunta Pérez.
Imagen: Cremo