Mezclar ciencia con humor es una buena aleación. Los monólogos científicos con la intención de divulgar la ciencia llevan más de ocho años organizándose en Reino Unido, en el Festival de Cheltenham, pero era la primera vez que se celebraban en España. Famelab, junto con FECYT y British Council, convocó a los científicos españoles a un concurso para desplegar en tres minutos su sentido del humor y su sapiencia. Eduardo Sáenz de Cabezón ha sido el ganador de esta primera edición y es, junto con doce científicos humoristas más, el creador de The Big Van Theory (juego de palabras entre la serie de humor y la teoría del Big Bang).
Un matemático, un biólogo, varios físicos, una astrónoma, un ingeniero electrónico, son solo algunos de los que forman parte de esta fauna científica que está haciendo una gira, el Relámpago Tour, por universidades, escuelas, teatros, bares y “demás centros del saber”. Empezaron en junio en el festival friki de Logroño, el Frikoño y, desde entonces, la furgoneta de sabios no ha parado de viajar.
¿La única forma de que la gente se interese por la ciencia es el humor?
No, hay muchas. Pero sí que es verdad que el humor la hace más accesible, más cercana, y el formato es bastante corto y muy fácil. En el espectáculo tenemos, además, una parte en la que al final contestamos preguntas del público. Y cada vez tienen más protagonismo en el espectáculo. La gente tiene ganas de saber cosas. Hay quien sabe mucho de ciencias y pregunta cosas de más nivel y hay gente que igual solo tiene curiosidades. Hay mucha mezcla.
¿Qué preguntas te han hecho a ti?
Desde cuál es el teorema más antiguo que existe, para qué sirve el número pi o para qué es la aceleración de partículas. Esta mañana, una niña de tercero de ESO me ha dejado impresionado, me ha preguntado si las matemáticas se inventan o se descubren y, no sé cómo, hemos acabado hablando de el cáncer.
Habrá cuestiones que no sean fáciles de responder
A veces no, claro. Pero hay otras preguntas que se repiten mucho, tanto que estamos pensando en hacer un ranking.
¿Cuáles son?
Probablemente, la que más nos hacen ahora es qué es el bosón de Higgs. Muchas veces nos hacen preguntas divertidas de superhéroes, como ¿quién ganaría en una pelea, Goku o el Doctor Manhattan? Y otra que, curiosamente nos hacen mucho y en todas partes, es: ¿qué fue antes el huevo o la gallina?
¿Y qué contestáis a eso?
El biólogo siempre responde que la salmonela (risas). La verdad es que vemos que la gente tiene muchas curiosidades científicas. A veces tienen que ver con los monólogos que hemos hecho, pero otras son inquietudes que ellos tienen.
Tienen la oportunidad de tener la ciencia al alcance de la mano
Sí, es un poco la sensación que tenemos todos. Cuando estuvimos actuando en un bar de Mallorca, nos quedamos hasta las dos de la mañana charlando con la gente. Se formaron mesas de física, de matemáticas, otra de biología... Era sábado por la noche y estuvimos ahí hasta que cerraron el bar.
¿Los doce que formáis el grupo de The Big Van Therory vivís de la ciencia?
Casi todos, sí. Hay varios que somos profesores en la universidad o investigadores, hay otros que están de becarios haciendo la tesis, pero también hay quien está en el paro.
¿La situación actual de la ciencia en España con tanto recorte es un poco reír por no llorar?
Sí. Nosotros tenemos la idea, y es compartida por muchos científicos, de que la ciencia se basa en lo comunitario, en lo colaborativo, y en el optimismo. Esto, que es algo muy fuerte, nos mantiene pegados a la ciencia aunque se reciben muchos palos. Y ahora mismo no es una prioridad.
¿No es una prioridad política?
No. El momento es muy difícil. Los políticos –en parte, también la sociedad– valoran el crecimiento rápido, y nuestros logros son lentos pero sólidos. Cuando recortan, parece que lo hacen en la investigación de alguien en particular pero lo que hacen es quitar a una sociedad su derecho a la ciencia y su papel científico. No es en concreto el trabajo de tal investigador, que también; es, sobre todo, una sociedad que se está autoamputando. Es una cuestión social.
¿Se continúa haciendo la clásica separación de ‘tú eres de letras y yo de ciencias’?
Todavía la gente identifica las letras con cultura y ciencia con algo alejado. La creatividad es la base de la ciencia. Yo disfruto leyendo a Gabriel García Márquez o a Rilke, por qué no va a disfrutar alguien ‘de letras’ sabiendo qué es el bosón de Higss, o cómo la gente no va a disfrutar si está entendiendo el cosmos o el teorema de pitágoras y su evolución para la historia.
En tu monólogo ganador del Famelab explicabas en qué se diferencia un teorema de una conjetura. ¿De qué trata tu otro monólogo?
Es sobre el problema PNP, complejidad computacional. Hay problemas más fáciles y más difíciles para los ordenadores... O no. Es algo que no se sabe, es uno de los temas abiertos más importantes que hay. Se trata de contar a la gente que existe eso y hacerlo también desde el humor, claro.
Este tema es precisamente tu terreno de investigación
Sí, mi área es el álgebra computacional. Digamos que enseño a los ordenadores a hacer matemáticas. Cuando los ingenieros cogen un programa que no es solo para sumar o restar, que puede hacer ecuaciones más complejas, los algoritmos que hay detrás, lo que los ordenadores hacen realmente con sus unos y sus ceros, son los programas que creamos la gente de álgebra computacional.
Os habrán llamado frikis alguna vez
Sí (risas), y orgullosos que estamos de serlo. En los institutos damos un mensaje de apoyo a los empollones de la clase. Ahora todos somos un poco frikis en algo, que en el fondo es salirte de la mediocridad.
¿Hay algún tema que sea difícil tratarlo con humor?
De todo se puede hacer humor, pero quizá el tema más delicado es un monólogo de Manuel Tardáguila que habla sobre el cáncer. Explica cómo los tumores se aprovechan del sistema inmune y lo conquistan para convertirlo en su aliado. Entonces Miguel lo hace en plan 'el ligue de un tumor con el sistema inmune'. Lo expone de una forma muy fina, y te ríes también.
¿De qué irá tu próximo monólogo?
Estoy pensando hacer uno sobre la teoría de los seis grados de separación. Aunque pueda no parecerlo, es una teoría científica comprobada. Todos estamos conectados a través de una cadena que no tiene más de cinco intermediarios.
Pero eso con las redes sociales habrá cambiado.
Desde luego, ahora los grados que nos separan unos de otros están disminuyendo muchísimo. Nos sorprendería.