El 98% del tráfico de Internet va por el fondo marino. Las venas de la red de redes están formadas por aproximadamente 1,4 millones de kilómetros de cables submarinos de fibra óptica y de ellos dependen la mayoría de conexiones que sostienen la vida digital occidental. Se empezaron a construir a partir de 1990, pero no fue hasta 2022 cuando sus gestores (empresas de telecomunicaciones francesas, estadounidenses y japonesas en su mayor parte y por este orden) se dieron cuenta de algo. Pese a ser infraestructuras críticas, son tremendamente vulnerables en caso de conflicto internacional.
Esta semana Noruega, Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Dinamarca, Países Bajos, Reino Unido e Islandia han firmado una alianza militar para proteger los cables del Mar Báltico, el Mar del Norte y las aguas del norte del Océano Atlántico. “Nuestra infraestructura submarina crítica podría convertirse cada vez más en un objetivo. Hemos sido testigos de ejemplos en los últimos meses. Por ejemplo, los barcos rusos sorprendidos cartografiando parques eólicos en el Mar del Norte”, ha afirmado la ministra de Defensa de Países Bajos.
Haber cazado a navíos rusos mapeando la infraestructura digital y energética marítima entre estos países preocupa especialmente a sus gobiernos. “Indica una preparación para posibles perturbaciones y, en el peor de los casos, sabotajes”, ha expresado el ministro de Defensa británico.
La alianza de estos diez países se ha concretado en la formación de una Fuerza Expedicionaria Conjunta para defender los cables de fibra óptica, los oleoductos y gasoductos y los parques eólicos marinos. Será “una asociación militar multinacional que puede actuar de forma independiente por derecho propio”, aseveran los participantes, que podrá desplegarse en apoyo de otras misiones de la OTAN.
La flota compartirá también información de inteligencia y analizará la mejor forma de proteger este tipo de infraestructuras, que por sí mismas se encuentran indefensas. Como explicaron fuentes del sector a elDiario.es, los cables no están diseñados para poder detectar si algo se acerca a ellos. Su protección es escasa y está pensada para resistir enganchones con redes de pesca u otros accidentes, no explosiones ni acciones de sabotaje.
Cuando circulan por aguas territoriales de un país, la vigilancia corresponde a la armada o fuerzas de seguridad de este estado. Pero cuando pasan a aguas internacionales no hay un protocolo establecido para su defensa. Es ese vacío el que los diez países europeos esperan cubrir con su Fuerza Expedicionaria Conjunta.
Rusia: “Podemos destruir los cables”
Rusia no ha tardado en reaccionar a la constitución de esta nueva fuerza militar destinada a patrullar las aguas que bañan sus costas occidentales. Lo ha hecho a través de Dimitri Medvédev, ex presidente ruso que ahora ocupa el cargo de vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia que dirige Putin.
Medvédev ha querido recordar que la inteligencia estadounidenses cree que el ataque a los gasoductos Nord Stream lleva la firma de un grupo ucraniano, no de Moscú. “Si partimos de la complicidad demostrada de los países occidentales en la voladura de los Nord Streams, entonces no nos queda ninguna restricción -ni siquiera moral- que nos impida destruir las comunicaciones por cable del fondo marino de nuestros enemigos”, ha avisado Medvédev menos de 24 horas después de la creación de la Fuerza Expedicionaria Conjunta de los diez países europeos.
Las declaraciones del expresidente ruso representan la amenaza más directa a los cables efectuada por Rusia hasta ahora. Pero no la única ni la primera. Justo antes de la invasión de Ucrania Moscú lanzó un aviso a navegantes sobre lo vulnerables que pueden llegar a ser estas infraestructuras ante un ataque. Lo hizo con unas maniobras militares frente a la costa de Irlanda que provocaron una crisis diplomática con Dublín.
En febrero de 2022, un grupo de navíos y submarinos rusos llevó a cabo ejercicios de combate muy cerca de la isla esmeralda, tan cerca que el Gobierno irlandés les acusó de invadir las aguas reservadas a sus barcos pesqueros. Exigió a Rusia que las alejara y Moscú cumplió de inmediato. Las maniobras continuaron un poco más lejos. ¿El truco? Tanto la primera zona como la segunda estaban sobre los cables submarinos que conectan Europa con EEUU.
“La intención no es cortar los cables, sino enviar un mensaje de que pueden cortarlos cuando quieran. La audiencia de ese mensaje es la OTAN, no Irlanda”, explicaron entonces fuentes militares irlandesas. En 2020 agentes del GRU (la agencia de inteligencia rusa) ya habían sido detectados investigando el puerto de Dublín para descubrir los puntos de anclaje de los cables.
Geopolítica submarina
Proteger todos esos oleoductos y cables submarinos que hasta ahora han estado desguarnecidos se ha convertido en una prioridad. La UE y la OTAN han creado un comité especial para estudiar cómo hacerlo, cuya primera reunión se celebró en marzo de este año. Además de los cables de Internet y la infraestructura energética, el grupo analizará la seguridad del transporte y de los satélites y otros componentes de la industria espacial.
“Sólo trabajando juntos podremos contrarrestar a quienes tratan de socavar nuestra seguridad, y garantizar que nuestras infraestructuras críticas sigan siendo sólidas y fiables frente a las amenazas cambiantes”, afirmó la UE en un comunicado. “Debemos reforzar la resistencia de nuestras infraestructuras críticas para estar siempre preparados. Expertos de alto nivel de la UE y la OTAN trabajarán codo con codo para identificar las principales amenazas a nuestras infraestructuras críticas y elaborar planes de respuesta”, declaró la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
Es una oportunidad que la industria de armamento no va a dejar pasar. Según el análisis de la consultora GlobalData, los desembolsos en tecnologías de sónar submarinos podrían aumentar un 58% de aquí a 2032, ante la necesidad que la infraestructura crítica submarina incorpore medidas de defensa y detección de amenazas.
Los cables de fibra del fondo oceánico tienen ahora una importancia militar, pero llevan mucho tiempo siendo un campo de batalla económico. Precisamente esta semana el Financial Times ha publicado un extenso reportaje para explicar la estrategia de EEUU para evitar que China pudiera ampliar los cables bajo su control, ya fuera construyendo nuevos o haciendo que sus empresas entraran en los consorcios que gestionan los ya existentes.
En este momento, solo el 10% de los cables submarinos son de construcción o tienen participación de empresas chinas. Algo menos de 100.000 km en total. En cambio, tanto Francia como EEUU superan los 500.000 km instalados, en su inmensa mayoría a través de sus empresas de comunicaciones. España ha sido de hecho la receptora de algunos de los cables de última generación que unen el continente americano con el europeo, a través del cable Marea (propiedad de Meta, Microsoft y Telxius, anclado a Vizcaya en 2018), el Grace Hopper (terminado por Google en 2022, en la misma zona) y el Anjana (también propiedad de Meta, cuya construcción terminará a finales de 2024 y unirá Carolina del Sur y Santander).