Ruslan Sokolovsky tiene 21 años y se gana la vida subiendo vídeos a su canal de YouTube. Forma parte de esa hornada de jóvenes que, en los últimos tiempos, ha descubierto en la popular plataforma una manera de subsistir económicamente: es un youtuber. Su última ocurrencia fue la de grabarse en una iglesia en Rusia mientras jugaba a Pokémon Go, por lo que ha sido denunciado por la policía.
Sokolovsky estará detenido durante dos meses y ha sido acusado de dos cargos: incitación al odio y ofensa de los sentimientos religiosos. Además de la detención, las autoridades ya han dicho que el youtuber podría enfrentarse hasta a cinco años de prisión. Son las mismas acusaciones que en 2012 mandaron a las Pussy Riot a la cárcel, después de una performance en la Catedral del Cristo Salvador de Moscú.
“¿Cómo puede alguien estar ofendido porque otro entre con un smartphone en una iglesia?”, se pregunta Sokolovsky al principio del vídeo, que ya lleva más de un millón de visitas en YouTube. Su canal, Sokolovksy!, ronda los 300.000 suscriptores y alberga varios clips en los que el joven ruso critica a la iglesia ortodoxa de su país.
Antes de entrar en la Iglesia de Todos los Santos de Ekaterimburgo, a unos 1.800 kilómetros de Moscú, Sokolovksy explica en el vídeo que solo quiere comprobar si las amenazas de los medios de comunicación sobre jugar a Pokémon Go en iglesias son ciertas. “Espero que sea seguro y no esté prohibido por la ley. Vamos allá”, anuncia el youtuber antes de entrar al templo.
Un juego “satánico” en Rusia
Aunque el alcalde de Ekaterimburgo está de su parte (“es una desgracia”, ha dicho), el portavoz de la iglesia ortodoxa rusa asegura en Facebook que Sokolovksy es un “conocido bloguero que trabaja en la línea de Charlie Hebdo”. Y advierte a los periodistas que “no traten de hacer de cada provocador un Nelson Mandela”. En Twitter, mientras tanto, las Pussy Riot han lanzado el hashtag #FreeSokolovksy.
Pokémon Go no ha sido lanzado oficialmente en Rusia, ya que las autoridades lo han catalogado como “satánico”. El ministro de telecomunicaciones ruso, Nikolai Nikiforov también sospecha que es un arma potencial en la que los “servicios de inteligencia” de otros países podrían haber contribuido.