Cuando los expertos hablan de la “soberanía tecnológica” se refieren a esto. Aunque los procesadores se han convertido en un recurso indispensable en las sociedades digitalizadas, el mundo depende de una empresa para abastecerse de los semiconductores con los que se fabrican. Es la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), que controla el 60% de la producción global y el 90% del mercado de microchips avanzados, según los cálculos de Bain&Company. Casi todas las tecnológicas la subcontratan y ella presume de ser “la fundición de todos”. Pero es otro de los emperadores desnudos que la pandemia ha señalado: la fuerte demanda de dispositivos a raíz de los confinamientos ha sobrepasado las capacidades de producción de TSMC, provocando una escasez mundial de microchips que ha parado líneas de producción de todo tipo de productos, desde móviles y videoconsolas hasta camiones y neveras.
En España el sector automovilístico es uno de los más afectados. “Casi todos los fabricantes han pactado ERTE o medidas de flexibilización de la producción por la escasez de microchips”, confirma Jordi Carmona, secretario del sector de industrias automovilísticas de UGT. “Hay algunos modelos más afectados que otros dependiendo de la tecnología que lleven, pero en general todos lo están porque no es que falte un solo tipo de microchip. Es que faltan todos”, añade. La sequía es global y ha obligado a gigantes como Ford o General Motors a parar. Este primer trimestre la industria podría dejar de vender 1,3 millones de vehículos, pronostica la consultora IHS Markit.
Los ordenadores, teléfonos móviles, tabletas o televisiones inteligentes son obviamente los dispositivos más afectados, pero la escasez se está notando “en todos los ámbitos”, avisa el gran fabricante de chips para móviles Qualcomm. Con el avance del Internet de las cosas y los aparatos conectados, la necesidad de chips se ha universalizado y desde neveras a aspiradoras inteligentes acusan la crisis de componentes. Los fabricantes que les suministraban los procesadores que otorgan cierta autonomía a estos aparatos se abastecen en “la fundición de todos” de TSMC. El director ejecutivo de Intel ha avisado esta semana que “se necesitarán un par de años para volver a retomar la capacidad”.
TSMC coincide en el pronóstico. Las cuarentenas y la crisis logística han jugado un papel, pero la principal causa del desabastecimiento ha sido la enorme demanda de dispositivos electrónicos. Solo en España el 24% de los ciudadanos ha adquirido nuevo equipamiento informático desde que comenzaron los confinamientos, según el CIS. La empresa taiwanesa ha prometido invertir 100.000 millones de dólares en los próximos tres años para abrir nuevas plantas y ampliar su capacidad de producción. C.C. Wei, su director ejecutivo, promete que para el próximo trimestre empezarán a relajarse las tensiones en las cadenas de producción, aunque reconoce que la situación no se normalizará hasta, al menos, 2022. Actualmente el tiempo medio para recibir un pedido de chips supera las 16 semanas, recoge Bloomberg.
Taiwán se ha comprometido a hacer lo posible para que una de sus multinacionales más importantes pueda acometer el reto. “El gobierno está dando preferencia al uso de agua para la refrigeración de las plantas de microchips antes que para los campos de cultivo”, apunta Carlos Guadián, consultor tecnológico. “Los consumidores en Europa estamos notando un problema en la disponibilidad de aparatos electrónicos o por cómo aumentan los precios de determinados dispositivos, pero es que para los agricultores de Taiwán está suponiendo incluso quedarse sin agua para sus cosechas”.
Guadián expone que es posible que la situación acabe derivando en un ascenso generalizada de precios. “Ya está empezando a pasar en muchos modelos de móviles y de ordenadores ya han subido. Al final es la ley del mercado y la alta demanda podría provocar un aumento del precio. TSMC también puede terminar dando prioridad a aquellos que paguen más, porque además están haciendo una importante inversión en nuevas plantas”, recuerda.
Quedar relegados en la cola para recibir microchips también preocupa a Jordi Carmona, de UGT. “Nosotros llevamos mucho tiempo avisando al Gobierno de que algo así podía pasar. La industria del automóvil utiliza muchos componentes de nueva generación y casi todos están externalizados, no solo a nivel nacional sino también Europeo. Eso conlleva un riesgo lamentablemente al final se ha cumplido”, recalca. “Es muy importante volver a traer la cadena de valor a territorio español”.
Más ecos de la guerra comercial de EEUU y China
La disponibilidad de semiconductores y la fabricación de chips es un asunto de importancia geoestratégica. Los mercados han comenzado a acusar la carestía estos meses, pero los pesos pesados del sector lo vieron venir mucho antes. Muchos de las plantas de ensamblado de microchips, que los ensamblan en los dispositivos tras recibirlos de la fundición de TSMC, se encuentran en China. Desde que estalló la guerra comercial estas empresas empezaron a hacer acopio de microchips para cubrirse las espaldas ante un posible veto de Donald Trump.
La pandemia terminó de desatar la compra del pánico, explica Guadián. “Lo que nos pasó a nosotros al principio de la pandemia con el papel higiénico es lo que les ha pasado a muchas empresas chinas con los chips. Han acumulado este tipo de componentes para asegurarse la producción y eso también ha contribuido a la escasez en el mercado”.
Los cortes en las cadenas de producción han aumentado la tensión, y algunos senadores de EEUU han presentado propuestas para restringir la venta de la maquinaría y herramientas necesarias para la fabricación de chips a las empresas chinas. Y Huawei, que fue el primer objetivo de los vetos de Trump, echa la culpa de la crisis a esa política agresiva de EEUU por ser la causante del pánico de las empresas chinas.