Ada Colau abandonó Twitter este domingo, en principio, para no volver. La red social no le ayuda a hacer buena política. ¿Por qué? Según la alcaldesa de Barcelona, porque Twitter “sobrerrepresenta las polémicas y los discursos de odio, te acaba casi convenciendo de que la humanidad es mala, desconfiada, egoísta”. También por los perfiles anónimos “que intoxican e incitan al odio. Muchos de ellos incluso comprados con dinero (bots) por la extrema derecha”. Por último, por lo que ella denomina “la tiranía de la presencia permanente”, una presión por tener que dar una opinión de cada tema político y además exponerse a las críticas por “estar muy callada” si no lo hace.
La decisión de Colau ha provocado un debate en el que no faltan las voces que acusan a la alcaldesa de oportunismo o de no soportar la crítica de los que no piensen como ella. Su decisión es inédita en el panorama español y casi en la política internacional: para un representante público de la primera línea, renunciar a un altavoz con un millón de seguidores parece un tiro en el pie. Sin embargo, las críticas de la alcaldesa a Twitter son un eco de problemas sobre los que investigadores y ex jefes de las redes sociales han avisado durante años.
La teoría es sencilla: los contenidos extremos y la confrontación provocan las emociones más intensas en las personas cuando navegan por Internet. Las emociones más intensas son las que producen una mayor cuota de atención e interacciones en las plataformas digitales. Las redes sociales transforman la atención e interacciones de los usuarios en datos y los datos en dinero gracias a la publicidad. Consecuencia: los algoritmos de las redes aumentan la visibilidad de los contenidos extremos y la confrontación.
Las alertas de que esta lógica está afectando a la democracia, a cómo nos relacionamos con los demás o a cómo y dónde buscamos “la verdad” han sido múltiples, incluso por los que un día fueron gurús de Silicon Valley. Jaron Lanier, uno de los padres de la realidad virtual y pionero en los primeros desarrollos de Internet, lo resume en Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato (editorial Debate), donde explica que estas plataformas sacan lo peor de sus usuarios con el fin de mercadear con ello. En los hombres, esto está provocando un aumento de la violencia en el debate y, en las mujeres, de conductas depresivas. En Clicks contra la humanidad (Gatopardo ediciones) el ex estratega de Google James Williams recalca que esto ni siquiera es un mal endémico de las redes sociales, sino de todo un modelo de negocio digital basado en la publicidad y que ha convertido a las grandes tecnológicas en lo que son hoy en día. Williams avisa de que la cosa va mucho más allá de unas elecciones y afirma que la industria digital amenaza con coartar nuestra libertad de vivir la vida como nos gustaría vivirla.
¿Qué porcentaje de culpa tienen los algoritmos? ¿Cuántos comentarios en redes son tóxicos? Según los datos de un macroestudio en siete países que está finalizando el Reuters Institute de la Universidad de Oxford, los tuits con insultos, desinformación o faltas de respeto representan una minoría. “En España, aproximadamente un 14%”, explica a elDiario.es Sílvia Majó-Vázquez, una de sus autoras. La investigación se centra en la conversación sobre la COVID-19 en Twitter y sus conclusiones aún no se ha publicado, pero los datos ya son definitivos. “En el caso de Estados Unidos, que es el que muestra un nivel de toxicidad más alto, es del 23%”, añade.
Los porcentajes están lejos de los que ofrece Twitter, que asegura que solo el 1% de los tuits contienen abusos, aunque apoyan su mensaje de que son minoría. No obstante la situación cambia cuando se tienen en cuenta los comentarios que citan a políticos. “Cuando analizamos la relación que hay entre el contenido de los tuits y la toxicidad, vemos que es mucho más probable que se mencione a un político en los tuits tóxicos que en aquellos que no lo son. Los tuits que citan a políticos tienen más posibilidades de ser tóxicos”, explica Majó-Vázquez.
También existe una variable de género. Aunque el macroestudio de Oxford no profundiza en esta cuestión, investigaciones anteriores como ésta de Amnistía Internacional han documentado cómo las mujeres políticas y periodistas reciben más insultos y comentarios ofensivos que los hombres. Más de un 7% de todos los comentarios que reciben son misóginos. La situación es peor para las mujeres racializadas, contra las que se emiten un 34% más de comentarios ofensivos que contra sus compañeras blancas.
“Cuanto más tóxico es un tuit, mayor número de likes, retuits y respuestas recibe”
Los algoritmos de las redes sociales son cajas negras, sus fórmulas de la Coca-Cola particulares, y no permiten que los investigadores las analicen. La investigación de Oxford no es una excepción, pero sus autores han encontrado otra variable que ofrece pistas. “Cuanto más tóxico es el tuit, mayor número de likes, retuits y respuestas recibe”, expone Majó-Vázquez: “Hay una relación positiva y lineal”, recalca, “entre mayor toxicidad” y mayor número de interacciones. Las interacciones, una variable clave para medir la atención que recibe un tuit, apuntan hacia la polarización por parte de los algoritmos.
“Nosotros no podemos establecer una causalidad porque no estamos haciendo un experimento con todas las posibles causas que pueden estar favoreciendo esta situación. Pero sí es interesante y podemos decir con certeza que un tuit más tóxico tiene más posibilidades de recibir un like o un retuit”, continúa la investigadora: “¿Es porque el algoritmo está diseñado para promover la visibilidad de los tuits más tóxicos, o es porque las personas, como individuos, se ven más atraídos por los temas más polémicos y divisivos? Es muy complicado analizar esta relación. Evidentemente Twitter desde dentro lo podría hacer con experimentos, pero es innegable que hay una asociación entre mayor toxicidad y mayor número de menciones”.
Contactada por elDiario.es, Twitter ha comunicado que no se posicionará respecto a las declaraciones de Colau. El dopaje algorítmico de la toxicidad no es un fenómeno que se haya achacado solo a esta red social, aunque tiende a ser la red más analizada. También es la única que abandonará Ada Colau, que anima a seguirla en Telegram, Facebook e Instagram, “menos aceleradas y menos polarizadas” que Twitter en opinión de la regidora de Barcelona.
La compañía defiende que esta mayor fiscalización que existe hacia su plataforma es una consecuencia de ser la red social más pública tanto para los investigadores como en sus medidas contra los abusos y la desinformación. Desde 2017, cuando su fundador Jack Dorsey empezó a atacar un problema que entonces amenazaba con poner en juego la viabilidad de la empresa, Twitter ha puesto en marcha medidas de control y herramientas para controlar la situación. El objetivo, detalla de puertas para adentro, es un equilibrio adecuado entre la libertad de expresión y la necesidad de que los usuarios se sientan seguros en su plataforma.
En este sentido, fue la primera en aprobar una política específica sobre la conducta de incitación al odio, la más firme en su veto a Donald Trump y sus seguidores cuando desataron el bulo de la manipulación electoral y la única que ha abierto a sus usuarios el debate sobre cómo se debe moderar a los líderes políticos.