Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, ha pasado un año visitando parlamentos y emitiendo comunicados para pedir perdón por los escándalos de filtración de datos y manipulación electoral que han golpeado su red social. Pero mientras eso ocurría, Facebook ejecutó otras tácticas para defenderse de las críticas. Como detalla una amplia investigación del New York Times, esta estrategia incluyó la ocultación de información sobre la actuación de empresas rusas vinculadas a Trump descubierta por su propio jefe de seguridad (que acabó fuera de la compañía), masificar su lobby en Washington, e incluso expandir noticias falsas sobre las voces críticas con Facebook.
La autora de la maniobra fue Sheryl Sandberg, jefa de Operaciones de Facebook, ex alto cargo de Google y miembro de la administración Clinton. Según la información del Times, firmada por cinco periodistas y para la que han entrevistado a más de 50 fuentes, Sandberg contrató a una agencia de relaciones públicas para que difundiera estos bulos.
La campaña de desinformación intentó asociar la figura del magnate George Soros al movimiento en contra de la red social; calificó de “antisemitas” a los activistas que se colaron en la comparecencia de una ejecutiva de Facebook ante el Congreso de EEUU porque portaban imágenes de Zuckerberg y Sandberg que los caricaturizaban como las dos cabezas de un pulpo que abraza el mundo (ambos son judíos); y consiguió que se publicaran un gran número de noticias sobre brechas de seguridad en Google y Apple, que fueron viralizadas por medios afines a Donald Trump.
La investigación del NYT también explica cómo Facebook desoyó desde 2015 las advertencias de su entonces jefe de Seguridad, Alex Stamos, sobre la existencia de una campaña rusa para beneficiar al candidato republicano. En un primer momento, Zuckerberg y Sandberg delegaron en ejecutivos de bajo nivel para tomar decisiones sobre la política y la seguridad de la compañía que terminarían siendo claves. Entre ellas, permitir el discurso de odio de Trump contra los musulmanes a través de Facebook.
Stamos decidió entonces de forma unilateral crear un grupo especial para investigar la penetración rusa en Facebook. Cuando presentó sus resultados, fue recriminado duramente por Sandberg por “poner la compañía a los pies de los caballos” al actuar sin la aprobación de la cúpula de la red social. Pese a ello, se reforzó el equipo de Stamos para que siguiera investigando. Hallaron que el primer grupo apenas había arañado la superficie de la trama rusa.
Corría el año 2016 y Zuckerberg se carcajeaba públicamente de la posibilidad de que su plataforma hubiera tenido algo que ver con la elección de Trump. Su mano derecha, sin embargo, ya había ordenado intensificar la presión política en Washington. Sandberg aprovechó sus conexiones políticas para frenar la investigación sobre la filtración de datos a Cambridge Analytica e impedir que pudiera salir adelante ningún proyecto que afectara al comercio de datos personales de Facebook.
En 2018, los esfuerzos de Sandberg para mantener oculto el escándalo no han tenido éxito. No obstante, EEUU todavía no cuenta con una autoridad de protección de datos, mientras que no es posible calcular el impacto de la campaña de desinformación sobre sus críticos y la competencia. Facebook ha emitido un comunicado para corregir algunos puntos de la información del NYT, aunque no ha negado la veracidad de la narración que el medio ha hecho de estos hechos.