Gref y Kiriyenko junior, los oligarcas que controlan la Red rusa para Putin

En una de las famosas reuniones de Vladímir Putin con el pleno de la oligarquía rusa previas a la guerra, de esas que sirvieron de mensaje visual sobre cómo es la pirámide de poder en Rusia (el presidente sentado a una mesa frente a un enorme vacío, con sus empresarios amalgamados y desenfocados al fondo) asistieron 37 personas. Todos hombres, todos dirigentes de empresas estratégicas, todas participadas en mayor o menor media por el Kremlin. Vladímir Kiriyenko y Herman Gref eran dos de ellos. Son los dos más importantes en la estrategia de Putin para separar la Red rusa del Internet global y la pinza para censurarla.

Kiriyenko, de 39 años, es uno de los más jóvenes del círculo. Es el consejero delegado de VK Company Limited, que posee las tres redes sociales más importantes de Rusia: VKontakte, Odnoklassniki y Moi Mir. La primera, conocida como VK, es el llamado Facebook ruso. La corporación también tiene páginas web que alcanzan al 90% de los usuarios rusos y uno de los servicios de correo electrónico más importantes del país. Vladímir Kiriyenko es un hombre de máxima confianza para Putin, tanto por sus actos como por los de su padre, Serguéi Kiriyenko, director adjunto del Gabinete Presidencial. La UE considera a Kiriyenko senior la mano derecha del presidente ruso en política interior, una misión en la que la corporación de redes que maneja su hijo juega un papel fundamental.

Las redes sociales de VK no solo están atadas al Kremlin por vínculos de sangre. VK Company está controlada por Gazprom, la empresa rusa que se encarga de la extracción, producción transporte y venta de gas natural. Lo hace a través del conglomerado Gazprom Media, que invierte y gestiona numerosos medios de comunicación rusos. Kiriyenko junior fue alcanzado por la segunda ronda de sanciones de la UE por “apoyar de forma activa, material o financieramente, a los políticos rusos responsables de la anexión de Crimea y de la desestabilización de Ucrania”. Bruselas también denuncia su papel clave en “el objetivo de Vladímir Putin de reforzar el control sobre Internet”.

Herman Gref ha conseguido escapar a las sanciones, al contrario que el Sberbank, el banco que dirige. Es la mayor entidad financiera de Rusia y como en el caso de Gazprom, tiene al estado ruso como accionista mayoritario. Gref está considerado uno de los miembros liberales del círculo de empresarios-altos funcionarios más próximo a Putin; ha defendido la salida del capital estatal de los bancos rusos y forma parte del consejo internacionales de entidades como JP Morgan, que ahora esconde su relación con él.

Bajo el mando de Gref, el Sberbank se convirtió en Sber, compañía tecnológica. Lanzó productos en todos los ámbitos: creó la SberCloud para dar servicios en la nube; el SberMarket como plataforma de comercio electrónico; el SberAuto como el Uber ruso; el SberFood para el reparto de comida o el SberHealth, un servicio de salud digital. También lanzó “Salut”, un asistente virtual del estilo de Alexa o Siri.

Organizaciones como la Sociedad de Defensa de Internet, fundada por uno de los colaboradores del líder opositor Alekséi Navalni, denuncian que el Kremlin y las fuerzas de seguridad rusas tienen vía libre para acceder a los datos tanto de VK y de los nuevos servicios de Sber. De hecho, el papel de Kiriyenko junior y Gref para subyugar la red rusa ha incluido desplazar a los fundadores de las tecnológicas rusas, empresarios de perfil más occidental y reacios a someter sus plataformas al control de Moscú.

Hasta el exilio

El hecho de que Vladímir Kiriyenko comparta siglas con la corporación de redes sociales VK es mera coincidencia. Su fundador es Pável Dúrov, el mejor ejemplo de la práctica de presionar a los dueños de las tecnológicas hasta que se rindan al control del Kremlin. Conocido como el Mark Zuckerberg ruso por la juventud con la que llevó al éxito a su red social (la creó con 22 años y en seguida la convirtió en un fenómeno en su país), tuvo que abandonar su empresa y autoexiliarse de Rusia en 2014 al negarse en repetidas ocasiones a borrar publicaciones de los opositores a Putin o dar datos a las fuerzas de seguridad sobre los participantes en manifestaciones.

Tras abandonar VK Dúrov fundó Telegram, app de mensajería que ahora dirige. “Algunas personas se preguntan si Telegram es menos seguro para los ucranianos porque una vez viví en Rusia. Permítanme contarles cómo terminó mi carrera en Rusia”, ha escrito en su canal de Telegram esta semana sobre las dudas de seguridad de su nuevo servicio, que han provocado que Signal se convierta en la app de mensajería más usada entre los ucranianos.

“Hace nueve años era el director general de VK, que era la mayor red social en Rusia y Ucrania. En 2013, la agencia de seguridad rusa, el FSB, me exigió que les proporcionara los datos privados de los usuarios ucranianos de VK que protestaban contra un presidente prorruso. Me negué a cumplir estas exigencias”, rememora Dúrov. La decisión le costó el puesto de CEO de la red social y pudo costarle algo más si no llega a abandonar inmediatamente el país. “Perdí mi empresa y mi casa, pero volvería a hacerlo, sin dudarlo. Sonrío con orgullo cuando leo mi post en VK de abril de 2014, que muestra las órdenes escaneadas del FSB y mi respuesta característica a ellas: un perro con capucha”.   

Dúrov se fue de Rusia con 30 años. Hoy es uno de los versos sueltos entre los grandes millonarios rusos. Con una fortuna estimada de unos 14.000 millones de euros está entre las 10 personas más ricas de Rusia y ocupa el puesto 112º en el ranking mundial, según Forbes. “Han pasado muchos años desde entonces. Muchas cosas han cambiado: ya no vivo en Rusia, ya no tengo empresas ni empleados allí. Pero una cosa sigue siendo la misma: defiendo a nuestros usuarios pase lo que pase. Su derecho a la privacidad es sagrado. Ahora, más que nunca”, dice refiriéndose a la seguridad de Telegram.

VK pasó a estar controlada por empresarios afines al Kremlin y en 2021 llegó a manos de Kiriyenko junior. La UE le acusa de “participar en sectores económicos que proporcionan una fuente sustancial de ingresos al Gobierno de la Federación de Rusia” y colaborar en la financiación de la guerra. elDiario.es se ha puesto en contacto tanto con VK como con el Grupo Sber para incluir su posicionamiento en esta información, sin recibir respuesta.

Acoso y derribo al 'Google ruso'

Si VK es el Facebook ruso, Yandex sería el Google ruso. Aunque en realidad es mucho más. Tiene buscador, correo electrónico, mapas y plataforma de vídeo como su pariente lejano de EEUU, pero también es un Amazon, un Spotify y un Uber. Arkady Volozh, su fundador, suele decir que Yandex es un Silicon Valley en sí misma. Se llevó su sede a Países Bajos y la sacó a bolsa en el Nasdaq, el índice bursátil de EEUU para empresas tecnológicas. Eso la puso en el punto de mira de las autoridades rusas, que desde hace 15 años tratan de controlarla a través del Sberbank. Prácticamente los mismos que Herman Gref lleva al frente del banco, que dirige desde 2007.

El primer encontronazo llegó en 2008, también a raíz de la invasión de Rusia a un país vecino. Fue en la guerra de Georgia, poco después de que se pusiera en marcha Yandex News, el agregador de noticias de la empresa. Este destacó artículos desde ambos ángulos de la contienda, que solo duró cinco días. Como recoge el libro The Red Web sobre la historia del Internet ruso, al mes siguiente dos funcionarios del Kremlin se presentaron en sus oficinas para averiguar cómo funcionaba el nuevo servicio. “¡Esto es lo que no necesitamos!”, exclamó uno de ellos mientras el director de Yandex News les mostraba la captura de pantalla de uno de los medios que daban puntos de vista fuera de la línea oficialista de Moscú.

Ese mismo año un oligarca vinculado al Kremlin intentó comprar Yandex, que resistió el envite. Sin embargo tuvo que ceder ante la presión de Moscú y concederle al Sberbank la capacidad de veto de cualquier transacción que superara el 25% de las acciones.

La supervisión del Sberbank bastó para apaciguar al Kremlin una temporada, pero el miedo a la interferencia extranjera a través de Yandex resurgió. Cuando el banco filtró su intención de comprar un 30% de la compañía esta se desplomó en bolsa, perdiendo 1.000 millones de dólares. Con la aprobación de la Ley de Soberanía de Internet en 2019, que permite a Moscú censurar partes de la red y controlar lo que los usuarios ven en la red, se dejó otros 1.000. Putin lo aprovechó para aumentar la presión para que Volozh cediera un pedazo más de la independencia de la compañía y tras un año de negociaciones, Yandex aceptó someterse a una supervisión aún más intensa de Moscú.

Como resume Evan Gershkovich, periodista del Moscow Times, Yandex ahora está controlada por una “fundación de interés público con estrechos vínculos con el gobierno”. “Aunque la nueva fundación tiene 11 puestos en su consejo, sólo tres pertenecen a Yandex; el resto se reparte entre influyentes grupos empresariales y universidades afiliadas al Estado. Tal vez lo más importante desde la perspectiva del Kremlin sea que la nueva fundación podría bloquear a Yandex para que no pueda firmar acuerdos con ningún gobierno extranjero”.

La guerra puede haber sido la puntilla para Yandex como empresa independiente. La entrada de las tropas rusas en Ucrania le hizo perder el 65% de su valor en horas, antes de que el Nasdaq suspendiera indefinidamente su cotización. La posibilidad de que el gobierno ruso nacionalice las empresas con capital extranjero en respuesta a las sanciones finalizaría su periplo como única gran tecnológica rusa asimilable a las occidentales.

“Aunque no tenemos conocimiento de ningún plan en este sentido, la mayoría de nuestras operaciones y activos se encuentran en Rusia y, por lo tanto, cualquier acción de este tipo tendría un impacto material adverso en el valor del grupo Yandex en su conjunto”, reconoció en un comunicado. Si Yandex pasa a estar controlada completamente por el Kremlin, todo el panorama tecnológico ruso estaría directamente vinculado a Putin. Es uno de los motivos por los que ONGs de derechos digitales y expertos avisan de que la retirada de las tecnológicas occidentales del país puede facilitar su objetivo de mantener Internet bajo su control.