Guerra de propagandas: de qué hablan cuando dicen “noticias falsas”

Uno de los mantras de la sociedad de la información es que Internet ha democratizado el acceso y la difusión de conocimiento. Aunque esa realidad es cada vez más lejana debido a que todo lo que ven los usuarios de esa red está cada vez más controlado por unas pocas compañías, es cierto que ya no hace falta ser el editor de un periódico para poner en circulación una información. Es fácil ver que ese monopolio ha caído, pero no ha sido el único: también lo hizo el monopolio de la propaganda y de la versión oficial que ostentaban los gobiernos.

En el último año se han multiplicado las acusaciones del poder político internacional contra las injerencias extranjeras que están sufriendo “las democracias occidentales”, con objetivo de “desestabilizarlas”. Ahora, a través de las redes, llega información a los ciudadanos de esas democracias no controlada por sus gobiernos. En España se ha asociado esa información a hackers rusos, venezolanos, a medios de comunicación pagados por Vladimir Putin y a los ya omnipresentes bots. La narrativa traza una línea que sitúa a esos mismos actores trabajando por la victoria de Donald Trump en EEUU, por la salida del Reino Unido de la UE en el Brexit y, en territorio patrio, por el auge del secesionismo catalán.

No hay pruebas de nada de ello. Al contrario: el devenir de los acontecimientos va cercando su supuesta conexión con la realidad. Como se ha revelado, Trump manipuló el discurso político online, pero lo hizo gracias a Cambridge Analyica, una empresa británica, no rusa. Esta se dedica a vender al mejor postor servicios de intoxicación de las redes, al igual que AggregateIQ, compañía que obtuvo hasta un 40% del presupuesto total de la campaña Vote Leave, a favor de la salida del Reino Unido de la UE. Las similitudes entre ambas empresas han provocado que Facebook suspendiera este viernes las actividades de AggregateIQ en su plataforma. AggregateIQ es canadiense, no rusa.

La alarma que el Gobierno español elevó en Bruselas para actuar de urgencia sobre las noticias falsas parece que también caerá en saco roto: un portavoz de la Comisión Europea ha confirmado a eldiario.es que la comisaria Mariya Gabriel (Economía y Sociedad digitales) no hará ninguna propuesta legislativa al respeto. Tras analizar las conclusiones del grupo de expertos convocados para estudiar el fenómeno, Gabriel se limitará a emitir una lista de recomendaciones a los Estados miembros “sobre cómo combatir la desinformación” que “espera presentar en primavera”, explicó el portavoz.

Además de por determinados sectores del poder político y algunos medios (que han revelado que su fuente de información es la Inteligencia estadounidense), la narrativa que señala la actividad digital rusa como una amenaza para las democracia ha sido apoyada por estudios de think tanks en la órbita de la OTAN. Entre ellos destaca el Atlantic Council, que en noviembre del 2017 publicó la segunda versión del informe Los Caballos de Troya del Kremlin. En la primera edición se analizaba el riesgo de la influencia rusa para Alemania, Reino Unido y Francia. En la segunda, le tocó el turno a Grecia, Italia y España.

Teoría financiada por empresas de armamento, petroleras y fondos buitre

Como detalla la propia institución, el Atlantic Council está financiado por un conjunto de multinacionales que, en su mayoría, se dividen en tres grupos. Uno está formado por empresas de la industria de armamento dedicadas a producir alta tecnología militar (Thales, Leonardo, General Atomics o United Technologies) y los contratistas que se reparten la mayoría de las ventas de aeronáutica militar (Lockheed Martin, Boeing, Saab o Airbus). El segundo grupo lo forman petroleras y empresas energéticas (Chevron, Total, Eni, Frontera Resources). Por último, lo financian numerosos fondos de inversión con intereses en los sectores de la alta tecnología, la aviación, la energía o la construcción. Entre ellos está Blackstone, uno de los mayores fondos buitre del mundo.

En su informe, el Atlantic Council esgrime que el “Parlamento español, gobierno y agencias de seguridad deberían ampliar la colaboración para escrutinar las actividades de plataformas y medios con vínculos con Rusia, y su impacto informativo en las democracias deliberativas”, así como impulsar “una campaña de información pública” para “aumentar la conciencia de la población española de de las actividades rusas en el país”. “Para empezar, se podría tratar en un informe parlamentario las lecciones aprendidas en la guerra informativa dirigida sobre la crisis en Cataluña”, proponían.

A EEUU, el think tank le recomienda “reconstruir su diplomacia pública y capacidad de comunicación estratégica en Europa, prestando particular atención a las actividades de poder blando, pro-occidentales y pro-americanas, en las naciones europeas”.

Para José Luis Gordillo, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona y coautor del Diccionario de la guerra, la paz y el desarme, “está muy claro que se está creando, propagandísiticamente, la visión de una amenaza en Rusia”. “¿Quién está promoviendo este tipo de discurso? Resulta que es el complejo militar industrial occidental, que quedó intacto tras la Guerra Fría. Son empresas que tienen que justificar su existencia y, obviamente, en un mundo en el que no haya dos bloques rivales sino uno solo, no podrían hacerlo”, explica el profesor.

Gordillo, experto en las estrategias de comunicación que justificaron intervenciones “humanitarias” o “antiterroristas” de EEUU y la OTAN en terceros países, recuerda que “la propaganda bélica siempre ha incluído noticias falsas, y en las guerras en las que se ha visto involucrada la OTAN, como Afganistán, Irak, Libia o Siria, no han sido una excepción. La OTAN también es una máquina de propaganda”. 

Nicolas de Pedro es coautor del apartado sobre España del informe del Atlantic Council sobre la influencia rusa en Europa. Niega que el estudio pretenda “crear una alerta” sobre la influencia rusa en España, así como que exista “un intento deliberado de crear un contexto de confrontación, para legitimar un rearme que beneficie a una serie de empresas”. “No es un factor explicativo, aunque pueda ser una consecuencia”, asegura.

De Pedro es responsable del área postsoviética del Barcelona Centre for International Affairs, el think tank CIDOB. Explica que la OTAN, que ha conseguido recientemente que España se comprometa a aumentar su gasto en Defensa al 2% del PIB (un ascenso del 80%, unos 10.000 millones de euros) y se sume al despliegue de tropas en la frontera rusa, “hace diplomacia pública y promoción de sus actividades y de sus políticas, pero no hace propaganda. Desde luego no es comparable a la guerra informativa que aplica Rusia, porque no hay ningún intento de subvertir ninguna realidad institucional”.

Este medio también ha intendo ponerse en contacto con Borja Lasheras, coautor del informe del Atlantic Council, que ha preferido no intervenir personalmente en la información. Convocado por la comisión del Parlamento británico que investiga la implicación rusa en el Brexit, Lasheras reconoció no tener “ninguna evidencia específica” de la intervención de Putin en Catalunya.

Mira Milosevich-Juaristi, investigadora que acudió junto a Lasheras a la llamada de la comisión de investigación británica, tampoco ha contestado al requerimiento de eldiario.es. Esta experta es miembro del patronato de la Fundación Faes e investigadora del Real Instituto Elcano, institución que apoyó la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. En el Congreso, Milosevich-Juaristi alertó de esa “guerra informativa rusa” a los diputados españoles y sugirió que Podemos podía estar financiado por Putin, aunque también reconoció que todo se basaba en “una mera hipótesis”.

RT y Sputnik, la versión oficial rusa globalizada

En declaraciones a este medio, un portavoz de la OTAN ha explicado que su organización “está preocupada por la difusión de propaganda y desinformación”. “Vemos al Estado ruso vertiendo propaganda a través de RT y Sputnik”, ha manifestado, aclarando que “la OTAN no combate la propaganda con propaganda. Lo hacemos con hechos, con una amplia gama de herramientas diplomáticas, desde tuits y posicionamientos por escrito a ruedas de prensa, entrevistas y conferencias con grupos de expertos”. También ha revelado que los servicios de información de la Alianza “se ponen en contacto con la prensa para corregir noticias falsas, incluyendo en las redes sociales”.

Los medios sobre los que avisa la OTAN no son como los medios occidentales tradicionales. Tanto RT como Sputnik, con canales y webs en múltiples idiomas, cubren la información con una línea extremadamente crítica con los gobiernos de los países miembros de la OTAN o en sintonía con EEUU, dejando a un lado su sesgo ideológico. En palabras de Inna Afinogenova, subdirectora de la redacción web de RT en español, su trabajo es “dar el punto de vista ruso a los acontecimientos internacionales, a lo que pasa en el mundo”.

Ambos medios están financiados por el Kremlin, que no espera rentabilizar esa inversión. Al menos, no financieramente. Tampoco dar un servicio a sus ciudadanos, puesto que los canales se dirigen al exterior. Afinogenova defiende que esta situación no ha sido nunca ningún secreto: “RT es un canal estatal sin fines de lucro, cualquiera lo puede leer en todas nuestras webs”. También señala que no son el único medio dirigido a emitir a nivel internacional una determinada interpretación de los hechos, puesto que “la CNN lo hace con los valores americanos”. Ni siquiera el único de titularidad pública, recalca, nombrando a la BBC.

Por primera vez, el mensaje ruso llega sin filtros a los ciudadanos de todo el mundo, abriendo la guerra de versiones oficiales. Tanto RT como Sputnik dan voz ocasionalmente a actores muy minoritarios en la esfera pública de los países donde operan, dejando el interés informativo en un segundo plano. El único requisito es que emitan mensajes incómodos para los gobiernos occidentales, o bien que respalden la tesis del Gobierno ruso de que las democracias deliberativas que los sostienen no son tan idílicas como se suele transmitir.

En España, ambas líneas han encontrado en la crisis catalana un yunque perfecto sobre el que martillear. Su cobertura de la brutalidad policial desatada el 1-O provocó la ira del Gobierno y dejó escenas como la del ministro de Exteriores, Adolfo Dastis, asegurando en la BBC que las imagenes de agresiones eran falsas y siendo rebatido inmediatamente con tomas de la propia BBC, con corresponsables en las calles catalanas. “Nosotros informamos. Nuestro único objetivo es informar”, asegura Afinogenova.

Esta situación, unida a su escasa cobertura de los asuntos espinosos para el Gobierno ruso que ocurren dentro de sus fronteras, ha provocado que se les tache de propaganda. “El problema es que se está usando el término 'propaganda', sobre todo desde los medios mainstream, para señalar a medios que no cantan la misma canción de siempre”, opina la subdirectora de RT, que niega que su medio no critique a Putin. “Hay críticas cuando son pertinentes, pero si yo no hablo del Gobierno ruso en la cantidad y de la forma que ellos quieren, ya me tachan de propaganda. Se ha convertido en un arma para desacreditar a los medios que no les gustan y que no cuentan las cosas tal y como ellos quieren oírlas”.