Elon Musk se ha acostumbrado a ocupar espacio en los medios de comunicación, cada vez por cuestiones más dispares. La última ha llegado este fin de semana con su presentación de un prototipo de robot humanoide fabricado por Tesla, su empresa de coches eléctricos. Musk asegura que además de trabajar en fábricas como otras máquinas autónomas, “Optimus” podrá hacer tareas domésticas como apretar tornillos, llevar bolsas de la compra y regar las plantas. El primer robot mayordomo.
La lista de promesas del multimillonario sobre las capacidades de Optimus es larga, pero hay una de ellas que ha dejado perplejos a los expertos. Se trata de la puesta a la venta, lo que Musk espera conseguir “de tres a cinco años”. “Ese tipo de robot es uno de los más complejos y complicados, es irreal planteárselo para dentro de cinco años”, resume Santiago Martínez de la Casa, profesor del Robotics Lab de la Universidad Carlos III.
“Quizá en 20 o 25 años sí podamos ver algún robot de este tipo caminando entre nosotros, pero no en cinco años. En cinco años puede que tengan un prototipo para los laboratorios y que pueda comercializarse para experimentar con él, pero no para trabajar entre los seres humanos”, expone Martínez de la Casa en una opinión compartida por otros expertos consultados.
Musk reveló que Tesla estaba trabajando en este proyecto en un acto de 2021. Entonces sacó al escenario una bailarina disfrazada de robot. Este fin de semana ya fue una máquina la que entró en escena, aunque el prototipo de Optimus tuvo que ser rescatado por cuatro operarios de Tesla tras dar unos lentos pasos y saludar al público. “Este es solo un tosco robot de desarrollo”, justificó Musk tras comprobar que el robot se había parado por completo y no iba a moverse más.
“Podríamos programar el robot para ser menos robótico, más amigable, para aprender a emular a los seres humanos y sentirse muy natural”, apuntó el magnate. Incluso, más allá de realizar tareas en puestos de trabajo o ayudar con quehaceres domésticos, aseguró que piensa en que Optimus pueda ser “una especie de amigo y compañero” para las personas en un futuro.
Aunque el modelo que salió al escenario fallara, los vídeos mostrados por Tesla revelaron que la compañía ha conseguido crear un autómata capaz de coger un paquete y dejarlo en un escritorio de oficina o agarrar una regadera y acercarla a unas plantas. Todo ello en apenas un año de trabajo y sin experiencia propia en el campo de la robótica.
Otras empresas como Boston Dynamics han conseguido prototipos mucho más ágiles, pero llevan trabajando décadas en ellos. El Atlas desarrollado por esta empresa es el más avanzado que ha sido mostrado al público. Es capaz de bailar y saltar obstáculos de manera fluida.
“Se han visto demostraciones de robots humanoides muy impresionantes. Son geniales, pero les falta un cerebro, no tienen la inteligencia para navegar por el mundo por sí mismos. También son muy caros y se hacen pocas unidades, mientras que Optimus está diseñado para ser un robot extremadamente capaz pero fabricado en serie”, explicó el multimillonario. Su objetivo es aplicar economías de escala al androide y que valga unos 20.000 euros, “menos que un coche”.
Tesla llega al campo de la robótica desde una perspectiva diferente a la de su competencia. Otras empresas se han centrado en desarrollar la movilidad de sus prototipos o en que estos sean muy especializados en una tarea en concreto, como los que operan en las fábricas. Musk y su —hasta ahora— compañía de coches eléctricos están convencidos, o así lo defienden, de que los sistemas de inteligencia artificial que han desarrollado para que sus vehículos sean autónomos se pueden instalar en un androide y convertirlo en un robot funcional en poco tiempo.
Los especialistas ven muchas lagunas en ese plan. Incluso en su punto fuerte, que debe ser la inteligencia artificial. “Ese robot funciona conectado a un sistema de computación externo súper potente, pero para que funcione en un entorno real, ese sistema de computación tiene que estar en el propio robot y tiene que ser pequeño y ligero, además de súper potente. Para eso todavía queda mucho. Me aventuraría a decir que hasta que la computación cuántica no se pueda desarrollar como si fuera un PC”, dice Martínez de la Casa.
Cada parte supone un reto gigantesco
Que se mueva sobre dos patas de forma parecida a un ser humano. Que agarre cosas como un ser humano. Que interprete órdenes orales y su abanico de posibilidades de forma similar a un ser humano. Que pueda interactuar con ellos en un mismo espacio sin herirlos. Se trata de un conjunto de habilidades que la ciencia ficción une habitualmente en una sola máquina. Sin embargo, cada una supone un reto enorme en el campo de la robótica, apuntan los expertos.
"Ahora mismo hay robots que funcionan bastante bien en cuestiones específicas. Pero unirlas requiere una capacidad de abstracción de ideas que todavía estamos muy lejos de conseguir
“Solo la mano de un ser humano es muy, muy, muy difícilmente replicable. La capacidad de que un robot se adapte a manipular un montón de tipos de objetos como las bolsas de la compra, atornillar pernos, detectar cuando algo es duro o es blando... es complicadísimo”, afirma Julián Estévez, profesor de Ingeniería Mecánica de la Universidad del País Vasco.
“Ahora mismo hay robots que individualmente, por funciones específicas, funcionan bastante bien”, continúa Estévez, especializado en robótica y Grupo de Expertos de la Comisión Europea para la aplicación de Inteligencia Artificial. “Pero unirlas requiere una capacidad de abstracción de ideas que todavía estamos lejos de conseguir. Muy, muy, muy lejos. Mucho más que esos cinco años”, reseña.
La paradoja de Moravec
Mientras enumera las dificultades del proyecto de Musk, el profesor de la Universidad del País Vasco recuerda que este tipo de iniciativas deben lidiar con la paradoja de Moravec. Esta explica que, al contrario de lo que pueda parecer, lo más difícil no es darle a una máquina la inteligencia de un humano, sino enseñarle a hacer esas cosas que hacemos sin pensar. Como diría el propio Hans Moravec: “Comparativamente es fácil conseguir que las computadoras muestren capacidades similares a las de un humano adulto en test de inteligencia, y difícil o imposible lograr que posean las habilidades perceptivas y motrices de un bebé de un año”.
El Optimus de Tesla choca frontalmente contra este principio. “Los humanos conscientemente aprendemos ajedrez. Vale, pues eso es fácil. Puedes enseñárselo a la inteligencia artificial”, ejemplifica Estévez: “Pero es muy difícil reproducir los movimientos que hacemos los humanos inconscientemente. Esquivar un obstáculo o apartarte de manera intuitiva si llega de improviso. Detectar que un tornillo está a punto de romperse antes de seguir apretando... hay un gran número de limitaciones”.
Los inversores también dudan
Todos estos problemas hacen que tanto Estévez como De la Casa apunten que probablemente las intenciones reales de Musk con Optimus sean promocionar la inteligencia artificial de los coches de Tesla o elevar el precio de sus acciones. Pero si a los expertos en robótica no les encaja el plan, a los inversores tampoco: los mercados han tumbado los títulos de Tesla más de un 8% este lunes, la primera jornada tras el anuncio.
“Musk es un comunicador muy bueno pero una cosa es el ciudadano de a pie y otra cosa el, digamos, el usuario experto en este campo, que nos hemos tomado sus palabras con cautela”, revela De la Casa. “Esto no quiere decir que no lo pueda cumplir, porque también es una cuestión de dinero y él tiene mucho. Tiene recursos ilimitados y podría presentar algo que aporte mucho al campo de la robótica, aunque no sea el tipo de robot que ha presentado ahora”.