Tras perder el tren de los chips para dispositivos móviles y el de los chips para la inteligencia artificial, la mítica chipera Intel está atravesando uno de los momentos más complicados de su historia. Este lunes, el hombre que había trazado el plan para sacarla del atolladero ha anunciado su retiro de forma inesperada. Pat Gelsinger, director ejecutivo de Intel, abandona el puesto con carácter inmediato y deja en el aire la estrategia para reestructurar la compañía y adaptarla a la nueva realidad del sector.
El movimiento no ha dejado tiempo a la empresa para designar un sucesor. De momento ha apuntado que su director financiero, David Zinsner, y la consejera delegada de la división de productos, Michelle Johnston, ocuparán la dirección ejecutiva de Intel de manera interina. “La junta ha formado un comité de búsqueda y trabajará diligente y rápidamente para encontrar un sucesor permanente de Gelsinger”, ha manifestado la compañía.
Gelsinger había ocupado el puesto de CEO de Intel desde 2021. Volvía entonces a una compañía que había abandonado una década antes tras una larga trayectoria que había incluido ser el vicepresidente más joven la historial de la multinacional, con 32 años, y su primer director de tecnología en 1979.
Ahora, con 63 años, Gelsinger da un paso a un lado, dejando inconclusa la estrategia de reestructuración de Intel que inició en 2023. “Hoy es un día agridulce”, ha manifestado: “Puedo mirar atrás con orgullo por todo lo que hemos logrado juntos. Ha sido un año desafiante para todos nosotros, ya que hemos tomado decisiones difíciles pero necesarias para posicionar a Intel para la dinámica actual del mercado”.
Intel anunció este verano el despido del 15% de su plantilla, unos 10.000 empleados, para paliar la crisis de rentabilidad que provocó el derrumbe de sus acciones. Otras medidas encima de la mesa son trocear la multinacional en varias empresas, separando su división de diseño de chips de la de fabricación.
La noticia añade aún más incertidumbre a los proyectos de construcción de factorías de semiconductores que Intel encabeza en EEUU y Europa. En Europa, la multinacional estadounidense se había comprometido con el Gobierno alemán a poner en marcha una mega planta de producción por unos 47.000 millones de euros, de los que los alemanes iban a poner unos 11.000 millones de dinero público.
En EEUU Intel iba a poner encima de la mesa unos 100.000 millones de dólares para construir nuevas fábricas en Arizona y Ohio, así como modernizar otras ya existentes en Nuevo México y Oregón. Joe Biden iba a recompensar esa apuesta con unos 20.000 millones de dólares, de los que unos 8.500 millones serían ayudas directas y otros 11.000 millones, préstamos.