Steve Stephens conducía buscando alguien al que matar. Ocurrió el domingo, en Cleveland (EEUU) cuando la víctima, Robert Godwin, de 74 años, paseaba por su barrio. Fue el primer asesinato retransmitido en Facebook por el autor del crimen. Fue la tecnología volviéndose contra ella misma, al servicio del morbo y no de la comunicación. También fue una empresa cuya fuerte política de censura no ha servido de nada (otra vez) para evitar una muerte en directo.
En total, tres vídeos de algo menos de cuatro minutos de duración. En el primero, Stephens avisa de lo que va a hacer. En el segundo, lo hace. En el tercero, confiesa haberlo hecho. Lo graba todo desde su teléfono móvil, que a su vez retransmitía en directo en Facebook Live, la herramienta que la compañía de Mark Zuckerberg lanzó en abril del año pasado para grabar vídeos en directo.
Millones de personas vieron cómo, después de hacerle repetir al anciano el nombre de Joy Lane (su expareja), le dispara a bocajarro a la cabeza. Luego, Stephens se monta en su coche y se larga.
Dos días después, la policía de Pensilvania ha anunciado que Stephens ha aparecido muerto en su vehículo: “Se disparó y se mató a sí mismo”, dicen los oficiales. El asesino llegó a tener millones de personas enganchadas a su streaming, pero Facebook no hizo nada hasta pasadas dos horas de su emisión: tardó 23 minutos entre que recibió la primera denuncia del vídeo del tiroteo (que llegó una hora y cincuenta minutos después de ser publicado), hasta que cerró la cuenta a Stevie Stevie, su nombre en la red social.
El lunes, Facebook emitió un comunicado que firma Justin Osofsky, vicepresidente de la compañía, reconociendo que tenían que “hacerlo mejor”. También confirman que están trabajando para mejorar sus “procesos de control” y que “ahora mismo, miles de personas en todo el mundo controlan los millones de items que nos reportan cada semana en más de 40 lenguajes”.
Ni siquiera los sistemas de Inteligencia Artificial con los que trabaja la red social de los 1.800 millones de usuarios funcionaron, a pesar de que existan algoritmos que detectan armas de fuego cortas en vídeos o que analizan el carácter del individuo en base a sus expresiones faciales. Ha quedado demostrado que en Menlo Park (California), donde se encuentra la sede de Facebook, de momento no los tienen.
“El tema es, ¿cómo lo hacemos? ¿Realizamos un muestreo que es normalmente como lo acaba haciendo Google? ¿Realizamos un muestreo más amplio? ¿Analizamos toda la actividad siempre, con todo lo que ella conlleva a nivel de equipos?”, se pregunta Esteban Mucientes, experto en redes sociales y estrategia digital al otro lado del teléfono. Considera que la ética no tiene que venir por parte de los ciudadanos, que “la tenemos todos muy clara”, sino de parte de la empresa: “Si eso tiene un coste de, pongamos 30 millones de dólares (por poner una cifra), tú explícaselo luego a los accionistas y a los directivos de la empresa: te van a decir que esos 30 millones de dólares es un bono”, explica.
“¿Facebook ha hecho todo lo posible?”
“En un momento determinado hemos empezado a 'casualizar', entendiendo esto desde la acepción de la palabra casual que utilizan los americanos, y que no existe igual en castellano”, continúa Mucientes. Se refiere a cómo hemos despojado de significado al acto de grabar un vídeo, a cómo lo hemos reducido a algo sin importancia. “Hemos 'casualizado' todo el tema del vídeo y lo que retransmitimos en directo y entonces llegamos a cosas como estas”, continúa.
No es la primera vez que Facebook Live retransmite un asesinato, pero sí es la primera en la que el asesino narra en primera persona cómo lo hace. Por ejemplo, el verano pasado, un policía mató a Philando Castile, un chico de raza negra que esperaba en un semáforo con su coche. Se acercó y le disparó mientras su novia grababa en directo, para Facebook Live, con un teléfono móvil.
En enero, tres tipos fueron arrestados en Suecia como sospechosos de grabar y subir a un grupo privado de la red social una violación; y en febrero de este año, unos pistoleros mataron a dos periodistas radiofónicos en la República Dominicana mientras estos leían las noticias de la mañana.
“¿Facebook ha hecho todo lo posible? Probablemente”, dice Mucientes, que duda de que alguien hubiera podido evitar el asesinato en la red social. “Exigimos una velocidad de reacción que ahora mismo ninguna plataforma, ni siquiera Google, que es el verdadero líder en cuanto a atención a usuarios y clientes, puede ofrecer”, continúa el experto en redes sociales.
El origen del mundo (y de la censura)
El origen del mundoEn septiembre del año pasado, Facebook tardó menos de 24 horas en eliminar la icónica foto de 'la niña del napalm' cuando un periódico noruego publicó un tema encabezado por ella. La niña está desnuda y la política de la red social no permite “fotografías que muestren los genitales o las nalgas en su totalidad y de una forma directa”.
Facebook rectificó poco después, pero también le hemos visto censurar fotos del Holocausto (en el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto), de besos entre dos gays, de culos “explícitos” e incluso de la sirenita de Copenhague. De hecho, organizaciones como la American Civil Liberties Union (Organización por las libertades civiles de EEUU) escribieron una carta en enero pidiendo que la red social fuera más transparente en sus políticas de censura.
“Es una censura muy conservadora, muy de valores morales, entre comillas. El primer caso con el cual se destapó todo esto fue con el cuadro de Courbet, El origen del mundo”, continúa Mucientes. En aquella ocasión, un profesor francés recomendó en su muro ir al Museo de Orsay de París a ver la pintura, pero Facebook le cerró la cuenta a los pocos días.
“La censura que ejerce Facebook está muy basada en valores tradicionales, en los valores tradicionales de EEUU, porque se nos olvida que es una compañía estadounidense. ¿Y cuáles son los valores tradicionales en EEUU? Tienes derecho a portar un arma porque tu Constitución te lo permite, pero ¡ay de un desnudo!”, continúa el experto en redes sociales, que concluye: “Es una visión muy puritana de la vida, donde un pezón es mucho más peligroso que un arma”. De momento, Facebook ya ha censurado más desnudos que asesinatos.