Pedro Sánchez popularizó en España el término fachosfera en una entrevista a principios de este 2024, pero el concepto ya venía utilizándose desde hace años en otros países europeos para referirse a lo que en Estados Unidos conocen como alt right. Se trata de ese ecosistema digital de webs, foros, canales de Telegram o ciertas redes sociales donde se difunden discursos contra el multiculturalismo, la ciencia y el método empírico, el feminismo, los derechos LGTBI, los movimientos sociales o los medios de comunicación. Contra la democracia.
Una de las características de esta derecha antisistema son sus “actitudes violentas”. Así lo alertaba un informe de la Asamblea Nacional francesa publicado en 2019, que se ratificó poco después con el asalto al Capitolio de 2020 en Washington. El estudio avisaba sobre cómo esta nueva corriente digital estaba siendo capaz de conectar a “todas las familias de la corriente de pensamiento de la extrema derecha en Francia” con la “fachosfera europea”.
Como todo movimiento digital, su principal recurso es la información. Pero no de cualquier tipo. Su munición es la desinformación, distribuida como bulos y teorías de la conspiración. Una pandemia de la era digital que propaga “el odio, el racismo, la xenofobia, los estereotipos negativos o la estigmatización e inciten a la violencia, la discriminación y la hostilidad”, advierte un informe de Naciones Unidas, pero para la que la comunidad internacional no encuentra la cura.
El motivo es que no hay un solo virus que estudiar y aplacar. Se trata de una amalgama informe de pérdida de confianza en el sistema, ideologías autoritarias, racismo, machismo, miedo. “No hay un canal que sea 100% antivacunas, o un canal 100% ultra, o un canal 100% conspiranoico. Cada uno está un poco más enfocado a una temática pero en realidad están todos interrelacionados. Su marca blanca es la Agenda 2030, que lo agrupa todo”, explica Marcelino Madrigal, experto en redes sociales que ha dedicado los últimos años a trazar las conexiones de estos grupúsculos en Telegram, la plataforma donde se sienten más cómodos.
Estos canales de Telegram funcionan como foros abiertos, puede unirse cualquier usuario que lo desee. En ellos se comparte la información purulenta que sirve para atacar los principios democráticos contra los que la fachosfera combate. Ya sea la multiculturalidad, con datos falsos sobre inmigración; o la comunidad LGTBI con bulos tránsfobos.
Esa desinformación llega en forma de mensaje reenviado o enlace de alguna web. Al contrario que en WhatsApp, los canales abiertos de Telegram permiten rastrear esos contenidos. Analizar de dónde vienen y por dónde han pasado. Eso permite a expertos como Madrigal tejer la red de relaciones entre estos grupos y comprobar cómo se interconectan los nodos de la fábrica de bulos de Telegram.
Su conclusión es que no es tan grande como podría parecer, pero está muy amplificada. “Mi opinión es que la mayoría de la desinformación y el odio aquí en España está manejado por muy poquitas personas. Un grupo muy reducido de gente que además han estado en todas y cada una de las protestas que se han organizado desde la pandemia hasta aquí: contra las mascarillas, contra las vacunas, contra las medidas de distanciamiento social en la hostelería, en Ferraz... en todos los jaleos”.
De Telegram a la opinión pública
Algunos de esos contenidos extremos que se difunden en canales de desinformación de Telegram, donde los mismos usuarios que critican al Gobierno por plegarse a las élites mundiales impulsan campañas de denuncias sobre los chemtrails, se filtran fuera de las fronteras de la plataforma de mensajería. Lo hacen gracias a páginas webs que recogen y retroalimentan esos bulos, permitiendo que lleguen a otros grupos e incluso que salten a redes sociales masivas como Twitter, Instagram, Facebook o TikTok.
Estas webs se hacen pasar por pseudo medios de comunicación especializados en contar esa realidad alternativa creada en la fachosfera. Su audiencia es pequeña y en la gran mayoría de los casos no asumen ninguna responsabilidad por los contenidos que publican, ya sea porque están registrados fuera de la UE o son anónimos. Sin embargo su impacto en la opinión pública puede llegar a ser enorme cuando se convierten en correa de transmisión, ya que permiten difundir el bulo en canales más tradicionales y alegar que “está publicado”.
Uno de los primeros ejemplos de este recorrido es el bulo sobre la transexualidad de Begoña Gómez, difundido por la agitadora ultra Pilar Baselga. Se trata un ataque contra la mujer del presidente del Gobierno que la extrema derecha llevaba más de un año utilizando para atacarla a ella y a Pedro Sánchez.
Baselga es una conocida negacionista del COVID que se opuso a todas las medidas destinadas a contener la expansión del virus. Fue entrevistada en Antena 3 por ello. Pero ahora que el coronavirus ha dejado de estar de actualidad, su foco de intereses ha virado. Es un rasgo característico de las comunidades de desinformación que se hicieron populares gracias a la incertidumbre generada por la pandemia.
“Cuando algo está en el debate público es cuando la desinformación sobre ese tema funciona mejor y se hace más viral”, explica Pablo Hernández, coordinador en Maldita.es. “Como las vacunas no tienen tanta fuerza en estos momentos el foco de la desinformación ha girado y se centra en el cambio climático o el odio contra los inmigrantes, que sigue muy vivo”, detalla.
La pandemia permitió el florecimiento de pseudomedios como Caso Aislado o Diario Patriota, que llegaron a tener un gran recorrido en foros y canales de Telegram con su desinformación sobre el virus. Sus visitas se multiplicaron gracias a la atención que generaban sus contenidos sin contrastar. Hoy ninguno de ellos existe ya como tal, ya que la web del primero está inactiva y la del segundo no se actualiza desde 2021.
Generar una cabecera y hacerte pasar por el medio de comunicación es facilísimo y baratísimo
“Hay muchos pseudomedios de este tipo que son muy efímeros”, confirma Hernández. “Los que monitorizan las redes sociales, como lo que les interesa es mandar el mensaje y monetizar, si ven que se desgasta la marca, pues la entierran, siguen con otro nombre y el mismo trabajo sin ningún tipo de problema. Crear una cabecera y hacerte pasar por el medio de comunicación es facilísimo y baratísimo”, recuerda.
Esta cadena de montaje de la desinformación pone contenidos tóxicos en la agenda pública cada semana gracias a actores de la derecha tradicional que se sirven de la munición radiactiva que les sirven estos pseudomedios. El último ha sido el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que difundió un bulo lanzado por uno de estas cabeceras fake asegurando que Pedro Sánchez se había ido de vacaciones a Doñana tras comunicar que iba a seguir como presidente del Gobierno.
El bulo ya estaba desmentido por múltiples verificadores (desde Newtral a Maldita, pasando por EFE o RTVE) cuando Almeida lo difundió en el Ayuntamiento de Madrid, pero el alcalde no ha rectificado. La publicación sigue también visible en el perfil de Twitter del pseudomedio, que publica de forma anónima y no tiene página web. Lo han visto ya más de tres millones de personas.
“Hay bastantes de estas páginas, se construyen incesantemente y muchos de ellos que están manejados por la misma gente que se encarga de generar los bulos en Telegram”, dice Marcelino Madrigal: “Tienes El Diestro, toda la nebulosa que estaba alrededor de lo que era la antigua Intereconomía o 7NN. Son meras herramientas de las mismas personas, al igual que Manos Limpias o Liberum”, recalca. Liberum es otra organización que ha pedido sin éxito varias veces que Begoña Gómez declare en el 'caso Koldo' tras pasarse los últimos años recurriendo (y perdiendo) las campañas de vacunación contra el coronavirus.
Un combo muy difícil de perseguir
En el CIS Flash publicado el pasado lunes, con encuestas realizadas en el mismo fin de semana en el que Pedro Sánchez meditaba si seguir al frente del Gobierno, mostró el amplio rechazo de los españoles a este tipo de tácticas. Un 90% de los consultados pedía el fin del empleo de mentiras, insultos y ataques personales en el debate político, así como la existencia de límites morales que no debieran traspasarse.
Sin embargo, la regulación de la desinformación es un tema espinoso tanto en la UE como en el contexto internacional por su relación con la libertad de expresión. El citado informe de Naciones Unidas apenas ofrece líneas generales y pone el énfasis en “la importante contribución de los periodistas, la sociedad civil y los círculos académicos a la labor para contrarrestar esta tendencia”.
En los últimos años la UE ha intentado regular la responsabilidad de las plataformas digitales, pero Telegram se le ha escurrido entre los dedos. La empresa que la gestiona ha asegurado que tiene menos de 45 millones de usuarios entre todos los países de la Unión, a pesar de sumar más de 900 en todo el mundo. Esto impide que le afecten una serie de reglas especiales que Bruselas ha puesto en marcha para las grandes redes sociales y que tienen uno de sus puntos troncales en la lucha contra la desinformación.
La prácticamente nula colaboración con las autoridades es la cara y la cruz de esta plataforma. Fundada por ingenieros que tuvieron que exiliarse de Rusia por negarse a suministrar información de sus usuarios a los servicios secretos del Kremlin, Telegram no atiende las peticiones de nadie. Ni de los regímenes autoritarios que persiguen a los disidentes ni las solicitudes judiciales de países democráticos. Este hecho es el que estuvo a punto de causar su bloqueo cautelar en España hace poco más de un mes por no responder las exigencias de la Audiencia Nacional en una investigación por supuestas violaciones de los derechos de autor a través de su servicio.
En el caso de los pseudomedios la situación no es más sencilla. “Hay una nueva ley europea, la European Media Freedom Act, que está aprobada hace apenas unas semanas”, explica Carlos Hernández- Echevarría, director de Políticas Públicas de Maldita.es. “En ella se entiende que la libertad de expresión nos ampara a todos, pero establece una serie de protecciones específicas para medios de comunicación. Para obtenerlas, la UE ha dicho que tiene que haber unos estándares de transparencia que tienen que ver con la verdadera propiedad de esos medios, que sean independientes de poderes extranjeros y también de que cumplan con unos requisitos de autorregulación, y ahí es donde está el quid de la cuestión”, apunta.
“Porque en materia de autorregulación, hay países donde funciona muy bien y países donde no funciona nada”, especifica. España se acerca más a estos últimos.
“Nosotros creemos que es una reflexión que tiene que surgir de los propios medios, de los periodistas, de los académicos, de los verificadores. Llegar a un consenso amplio sobre cuáles son los requisitos que debe tener un medio de comunicación, con cuestiones de transparencia, de política de rectificación, de qué pasa si un medio miente. Esto no quiere decir que la gente no pueda decir lo que quiera en un canal de YouTube o en una web, pero que sí que si se incumplen repetidamente unos estándares éticos, se pierda ese sello de calidad, por así decirlo”, abunda Hernández- Echevarría.
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Corrección: en una versión anterior este artículo afirmaba que la organización Liberum ha presentado una denuncia contra Begoña Gómez. Liberum no ha presentado dicha denuncia. Sí ha pedido en varias ocasiones la declaración de Gómez en el 'caso Koldo'.