La pandemia ha frenado una de las primeras iniciativas para introducir reconocimiento facial en un servicio público en España. El Ayuntamiento de Madrid, que tenía listo un piloto para probar esta tecnología en autobuses públicos, ha retrasado su puesta en marcha debido a los problemas del sistema para identificar correctamente a los usuarios con mascarilla, cuyo uso es obligatorio en el transporte público. “En este momento estamos trabajando en el escenario de que las mascarillas mantienen su obligatoriedad durante bastante tiempo y de ahí que estemos analizando la viabilidad tecnológica de la solución”, explica a elDiario.es Juan Corro, director de Tecnología e Innovación de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de la capital.
El plan inicial de Madrid era probar el reconocimiento facial como método alternativo para pagar el importe del billete. El piloto iba a comenzar en noviembre de 2019 con la colaboración de Mastercard y la startup británica Saffe, especializada en el desarrollo de este tipo de tecnología aplicada a transacciones financieras. No obstante, cambios en la dirección de la empresa pública retrasaron su ejecución en un primer momento, mientras que la declaración del estado del alarma terminó por congelar todos los planes.
Aunque la desescalada ha abierto un nuevo escenario para testar el sistema, el uso obligatorio de mascarilla en el transporte público ha devuelto al proyecto a la casilla de salida. “En este momento no tenemos certidumbre -ya que Saffe está en pleno proceso de desarrollo- de cuándo estará lista una solución suficientemente robusta, es decir con un reconocimiento facial de alta fiabilidad con mascarilla, para entrar en operación”, expone Corro.
El plan inicial del proyecto piloto que iba a iniciarse a finales de 2019 contaba con un centenar de voluntarios, usuarios de una sola línea regular en cuyos autobuses iban a instalarse los dispositivos de reconocimiento facial. La EMT ya había elegido la línea óptima para ello de entre las más de 200 que recorren las calles de la capital, teniendo en cuenta aspectos como la carga total de usuarios y su tipología, su nivel de uso en hora punta o el riesgo de que pudiera ser desviada a causa de obras en su recorrido.
Para utilizarlo, los voluntarios tenían que registrarse en una app con sus datos personales, una foto de su cara y la tarjeta de crédito con la que quería realizar el pago. El sistema de identificación iba a colocarse al lado de la cabina del conductor y constaba de una cámara y una pequeña pantalla. Tras subir al autobús, el usuario debía pararse frente al dispositivo, colocar su cara en el círculo que mostraba la pantalla y esperar a que el sistema reconociera su cara. Si la identificación se llevaba a cabo con éxito, el sistema picaba el billete y la pantalla mostraba el mensaje “Buen viaje”. En caso contrario, solicitaba al usuario que “Vuelva a intentarlo”.
Esas pruebas sobre el terreno ahora tendrán que esperar. El proyecto ha tenido que volver a la “fase de laboratorio” inicial para asegurar su “funcionalidad”, explica el responsable de EMT, aunque asegura que el plan para probar el pago con reconocimiento facial en autobuses públicos “sigue adelante”. El entrenamiento de la tecnología para adaptarse a la nueva normalidad y ser capaz de identificar correctamente a usuarios con mascarilla dará comienzo entre agosto y septiembre.
Biometría para eliminar el pago en metálico
El Ayuntamiento de Madrid, que acaba de lanzar otro proyecto piloto para crear “la primera línea de autobús bajo demanda de España”, quería indagar en el potencial del reconocimiento facial como opción para eliminar el pago en metálico en los autobuses públicos, “como ya han hecho un gran número de ciudades europeas”.
Pese a ello, el proyecto no era una respuesta a algún problema específico de la EMT explicaron fuentes de la empresa pública. Al contrario, surgió de la iniciativa público-privada Madrid in Motion, un “hub de innovación” en el que participa el Ayuntamiento de Madrid, la EMT y empresas como Cepsa, Cabify, Repsol o Banco Santander. De la primera edición de Madrid in Motion salieron seis proyectos para introducir nuevas tecnologías en el transporte público y la movilidad urbana, uno de los cuales era el pago con reconocimiento facial impulsado por Mastercard y Saffe.
El anuncio de la implantación de un sistema de reconocimiento facial en un servicio público provocó las críticas de algunos usuarios y parte de la oposición por promover “sistemas de control social”. Además, la Agencia Española de Protección de Datos ha manifestado que el uso de sistemas biométricos (basados en el análisis y reconocimiento de rasgos físicos de las personas, como la huella dactilar) para identificar a socios o clientes abonados a un servicio “resulta desproporcionado”: “Dicho servicio puede prestarse con otros medios menos intrusivos en los derechos y libertades de los clientes, tales como el uso de las tarjetas”. La EMT ya tiene implantado un sistema de tarjetas de acceso para todos sus usuarios, como sugiere la Agencia, que ponía como ejemplo de este uso desproporcionado a los gimnasios que emplean la huella dactilar como método de acceso al recinto.
La EMT aseguró que el sistema no grababa al resto de pasajeros que no desean utilizarlo y tiene que ver con “la experiencia de usuario, no con el control de la gente”. “Solo se activa cuando te acercas, para hacer un matcheado [cruce de información] de la cara con las de la base de datos, pero no hace una foto en cada identificación ni la guarda en ningún sitio”, aseguraron responsables de la empresa pública durante la presentación del primer piloto.
Según la documentación inicial del proyecto, la base de datos de los usuarios iba a ser gestionada por la EMT y no iba a haber trasvase hacia las empresas privadas involucradas. Sin embargo, la patente del sistema pasaría a ser propiedad de Mastercard “tras unos años de cotitularidad pública”, debido a que esta empresa aportó el capital para desarrollar la tecnología, expusieron fuentes del Ayuntamiento de Madrid.