WikiLeaks ha sido siempre la defensa de Julian Assange. Es un medio de comunicación y como tal su derecho a publicar información debe ser defendido a toda costa. Mientras algunos gobiernos les acusaban de crackers e incluso de espías por sus actividades, los defensores de sus propuestas comparaban la organización con The New York Times o The Washington Post en los tiempos de los Papeles del Pentágono o el Watergate. De la mano de la transparencia, los abusos de los poderosos quedarían al descubierto y la justicia prevalecería, sacando a la luz aquello que alguien estaba interesado en ocultar.
El papel de WikiLeaks, explicaba entonces Assange, es “brindar seguridad al movimiento de las filtraciones éticas”. Pero algunas de las últimas acciones del grupo están siendo seriamente criticadas, y no por los sospechosos habituales defensores del secretismo gubernamental, sino por simpatizantes de los objetivos de la organización y de su líder.
La publicación de documentos extraídos de los servidores del Comité Nacional Demócrata y los ficheros relacionados con el intento de golpe de Estado en Turquía han violado el código ético original de WikiLeaks y dañado a inocentes sin necesidad. Todo esto a cambio de escasos beneficios públicos con el agravante de mostrar un cierto sesgo político e incluso geoestratégico. ¿Ha perdido WikiLeaks los papeles este julio?
Cuando voces tan respetadas en el mundo de los whistleblowers como Edward Snowden, Glenn Greenwald o la Fundación Sunlight ponen en duda las últimas decisiones de Wikileaks es que algo ha cambiado. Julian Assange y su organización estuvieron en la vanguardia de la defensa de la transparencia como método para poner coto a los abusos de los poderosos con publicaciones masivas como los Diarios de la Guerra de Afganistán, los Registros de la Guerra de Irak y los Papeles del Departamento de Estado, todos ellos en 2010: volcados de miles de documentos que demostraban numerosas violaciones de la ley y de los más elementales principios morales y éticos por parte del gobierno estadounidense y algunos de sus departamentos.
Wikileaks a toda costa
Todas aquellas filtraciones fueron realizadas en colaboración con medios de comunicación de todo el mundo y provocaron serias represalias contra WikiLeaks, como el bloqueo del uso de tarjetas de crédito para hacerles donaciones. El confuso asunto por el que Suecia solicita la extradición de Julian Assange para interrogarle por un caso de violencia sexual por el que el líder de la organización lleva asilado en la Embajada de Ecuador en Londres desde el 19 de junio de 2012 también es considerado por él mismo y muchos de sus seguidores como un intento de extraditarle de tapadillo a los EEUU, donde figuras públicas han solicitado que sea juzgado por espionaje.
Durante su forzada residencia en la Embajada de Ecuador Assange ha mantenido activa la organización que dirige, que participó en la fuga del filtrador Edward Snowden desde Hong Kong a Moscú, donde acabó solicitando asilo a las autoridades rusas. WikiLeaks ha seguido recibiendo el apoyo de numerosas organizaciones a favor de la transparencia y recibiendo y publicando filtraciones, como la de los correos de Stratfor (Global Intelligence Files) en 2012. Asimismo Assange ha participado en los debates en marcha sobre la transparencia como medio de lucha contra las injusticias y los abusos del poder.
En estas discusiones, su punto de vista ha parecido endurecerse con el paso del tiempo en un asunto clave como es hasta dónde ha de llegar la transparencia. En un principio defensor de la cuidadosa limpieza del material filtrado antes de su publicación, como se hizo con las primeros grandes volcados de WikiLeaks, en los últimos tiempos ha criticado a Snowden y los periodistas con los que coopera por no liberar todos los documentos de que disponen sin tener en cuenta las consecuencias.
Filtraciones no del todo acertadas
Y así llegamos a las operaciones de este mes que han destapado la caja de los truenos. El 4 de julio la cuenta de WikiLeaks, que se supone controlada directamente por Assange o sus más cercanos colaboradores, tuiteó un enlace a un depósito con 1.258 correos electrónicos enviados o recibidos por la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton, relacionados específicamente con la Guerra de Irak. Los correos estaban en la página web de WikiLeaks y procedían del servidor personal de correo de Clinton; la fecha parecía estar elegida para influir en la inmediata publicación del Informe Oficial del Gobierno británico sobre la guerra de Irak. Como de costumbre, la organización no hizo público el origen de la filtración.
El 16 de julio se produjo una segunda filtración, esta vez masiva: lo que la organización denominó como la primera entrega de los Papeles del AKP, el partido gobernante en Turquía: 294.548 correos electrónicos sacados de servidores internos de correo y con fechas en algunos casos tan cercanas como una semana antes del frustrado golpe de Estado contra el presidente Erdogan.
Los Papeles de AKP no contenían correos del círculo más cercano a Erdogan ni tenían un enorme interés, según los análisis realizados a posteriori. Pero en una de las versiones publicadas (la enlazada por WikiLeaks en redes sociales) algunos de esos correos incluían adjuntos con hojas de cálculo en las que estaban los nombres y datos personales de prácticamente todas las mujeres de Turquía. De un solo golpe y en mitad de una tensa situación política (los servidores de WikiLeaks estuvieron bajo ataque y el acceso al site bloqueado desde Turquía) la organización de Assange le hizo un doxing masivo a las mujeres turcas.
Por si fuera poco, el día 22 de julio la organización publicó 19.252 correos (con 8.034 ficheros adjuntos) provenientes de los servidores internos de correo electrónico del Comité Nacional Demócrata, el máximo organismo de ese partido. La filtración contenía pruebas de que este organismo, que se suponía debía ser neutral en el proceso de primarias, había discutido cómo perjudicar a uno de los candidatos (el izquierdista Bernie Sanders) y beneficiar al otro (Hillary Clinton). Publicado justo antes del comienzo de la convención demócrata que debía proclamar a la candidata como nominada del partido, la filtración contribuyó a que el primer día fuese caótico y forzó la dimisión de la presidenta del CND, Debbie Wasserman Schultz. Pero si el momento de la publicación podía discutirse como un intento de maximizar el daño (es conocido el poco aprecio de Assange por Clinton), otros dos problemas serios han provocado desconfianza en la organización: el origen de la filtración y otro doxing.
¿Trabajando para los rusos?
Respecto al origen de la información, existen datos que podrían indicar que han sido robados por equipos de crackers relacionados con los servicios de inteligencia rusos. Dado que Julian Assange ha dirigido un programa en una televisión rusa, y el papel de la organización en la petición de asilo de Snowden en Moscú, ha quedado la duda de que de alguna forma WikiLeaks haya colaborado con los rusos, o al menos se haya dejado utilizar. Para algunos, el incidente confirma un sesgo pro-ruso, si no del propio Assange, sí de personas dentro de la organización que ya se había denunciado anteriormente.
Pero, lo que es peor: los adjuntos de los correos no fueron “higienizados” y algunos contenían información personal y muy sensible: nombres, números de la Seguridad Social (identificadores vitales en EEUU), números de tarjeta de crédito y donaciones económicas de personas al partido. De un plumazo la orientación política de miles de personas quedó expuesta, y por si fuera poco con datos que los hacen potenciales víctimas de robo de identidad, o algo peor. No sólo Wikileaks ha justificado esta publicación (“Para que quede claro: no es un error”), sino que Assange ha reconocido que dispone de más material que publicará posteriormente.
Es este nuevo doxing el que ha causado críticas de gentes como Edward Snowden (“La democratización de información nunca ha sido más vital, y WikiLeaks ha ayudado, pero su hostilidad a incluso un modesto filtrado es un error”) o Glenn Greenwald (“Puedes empezar a violar seriamente la privacidad de la gente si haces volcados indiscriminados de información”). Hasta la Fundación Sunlight, dedicada a proclamar las virtudes de la información publicada, habla en su análisis de la “transparencia convertida en arma” y descalifica las decisiones de WikiLeaks (“cualquier organización que hace doxing al público está dañando la privacidad”).
Dos errores graves seguidos, el mismo mes; y eso si descartamos las teorías conspiranoicas más extremas que acusan a la organización de ser poco menos que un peón de Putin. La catarata de críticas ha sido aplastante, cuestionando la pérdida de estatura moral de la organización y cuestionando sus motivos, incluso desde círculos que en principio simpatizan. Pero WikiLeaks como organización y debido a sus acciones anteriores tiene innumerables y poderosos enemigos, y Julian Assange como personaje no es precisamente fácil de amar. Y el daño puede ser letal.
La supervivencia de WikiLeaks como una voz relevante en la discusión depende de su reconocimiento como un medio de comunicación y de la simpatía que genera su misión entre los “digerati”; y también la posición de Julian Assange como asilado político. Ambas cualidades han quedado significativamente dañadas este caluroso julio por la aparente falta de neutralidad de las filtraciones y la descuidada publicación de datos personales.
Si la percepción de la organización pasa a ser la de un sicario que se deja utilizar como arma arrojadiza y descuida cuestiones tan importantes como la privacidad de los inocentes atrapados en peleas ajenas, perderá el respeto y la simpatía. En ese caso quedará muy poco en lo que se puedan apoyar, y julio habrá sido, ciertamente, el peor mes de WikiLeaks.