El año pasado, un estudio puso de manifiesto que a las mujeres se les da mejor escribir código que a los hombres: son mejores programadoras que ellos, pero eso sí, siempre y cuando no digan que son mujeres. Los investigadores, que pertenecían a los departamentos de Ciencia Computacional de tres universidades estadounidenses, analizaron los datos de GitHub, un repositorio de código abierto en Internet que cuenta con más de 12 millones de usuarios. Aunque no trabajaron sobre el total, lo hicieron sobre una muestra de 1,4 millones, o lo que es lo mismo, casi el 12% de los usuarios de la web para medir los casos de éxito del software desarrollado en la plataforma.
En España, según el informe Datos y cifras del sistema universitario español, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, solo uno de cada cuatro alumnos que estudian una ingeniería es mujer. Ellas ganan en todas las demás áreas (Ciencias Sociales y jurídicas, Artes y Humanidades, Ciencias de la Salud o Ciencias), ya que también son más matriculadas (54,3% de mujeres frente al 45,7% de hombres). En la universidad tenemos más chicas que chicos, pero en las matemáticas, las ingenierías y la informática hay un déficit ya que en algunos casos ellas no superan el 15% (como en Ciencias Computacionales, por ejemplo).
Las cifras se repiten en el extranjero. En EEUU, según el National Center for Women & Information Technology (el Centro Nacional para la Mujer y las Nuevas Tecnología) de EEUU, solo el 26% de las programadoras son mujeres. Unos números que después se reflejan en las grandes compañías del sector: por ejemplo, aunque en PayPal el 44% de su plantilla esté integrada por mujeres, solo el 24% de ellas trabaja en un puesto relacionado con la tecnología. Como la empresa que fundó Elon Musk también están eBay, Twitter, Google o Apple. A pesar de todo, PayPal es el mejor ejemplo, ya que del resto de compañías, ninguna cuenta con porcentajes superiores de mujeres.
Precisamente porque el 8 de marzo se celebra el Día de la Mujer y desafiando a las cifras anteriores, queremos rendir homenaje a varias de esas mujeres que rompieron los registros y se erigieron como referencias en su campo. Y es que, a diferencia de lo que muchos piensen, con Figuras Ocultas no empezó todo...
Ada Lovelace
Su nombre real fue Augusta Ada King, pero el apellido le viene de su título nobiliario al casarse William King, Conde de Lovelace. Nacida en 1815 en Londres, Ada fue la única hija reconocida de Lord Byron, que con tan solo 17 años se convirtió en “La encantadora de números”. El apodo se lo puso Charles Babbage, el padre de la máquina analítica, el precedente de los ordenadores modernos. Lovelace fue la primera persona que entendió el código y lo tradujo a otros lenguajes, e incluso le añadió más notas de su cosecha que ni el propio Babbage entendía. Las firmó con sus iniciales por miedo a ser censurada.
Grace Hopper
“Cuando empecé con la computación no sabía nada de ordenadores, claro, hice el primero”, dijo en una ocasión. Hopper (Nueva York, 1906) fue la primera que convirtió un lenguaje de programación en palabras, que más tarde sería conocido como COBOL (Common Business-Oriented Language). La apodaron Amazing Grace (la asombrosa Grace) precisamente por crear un lenguaje común a todos los ordenadores: estaba convencida de que tenían que llegar a todos los ámbitos de la sociedad, no solo a las esferas científicas. También le debemos el término bug (que en informática suele significar un error), al encontrar, en 1957, una polilla en una computadora.
Las chicas del ENIAC
La necesidad creó a la máquina. Hablamos de la II Guerra Mundial, del ataque a Pearl Harbor en diciembre de 1941 y del Tío Sam llamando a filas a todo hombre que se encontrase en edad de combatir. Mientras que ellos pegaban tiros, ellas hacían cálculos, desarrollaban trayectorias e inventaban computadoras. Fueron seis mujeres: Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence las que cinco años después presentaron el ENIAC (acrónimo de Computador e Integrador Numérico Electrónico), un ordenador capaz de hacer 5.000 sumas y hasta 300 multiplicaciones en un segundo. Aunque ahora tengamos sistemas que calculan hasta mil millones de operaciones en el mismo tiempo.
Hedy Lamarr
Sobre Hedy Lamarr (1914, Viena) caían dos cruces en los años 40: la de ser mujer por un lado y estrella de Hollywood por otro. El mundo la conocía solo por ser “la mujer más bella del mundo”, pero la Historia terminó haciéndole justicia y no precisamente por sus aplaudidos rasgos. Lamarr sacó el poco provecho que pudo de un matrimonio por conveniencia y de un marido celoso que no le permitía pisar la calle, así que terminó sus estudios de ingeniería.
Cuando logró escapar del cautiverio, Lamarr firmó con la Goldwyn Mayer por varios contratos millonarios en la gran pantalla. Pero ella odiaba el derroche de glamour y las fiestas, “su hobby era inventar”, como escribió uno de sus biógrafos. Y eso hizo, en compañía del compositor Geoge Anteil ideó un sistema de detección de torpedos teledirigidos y se la ofrecieron de forma gratuita al Ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.
Ella quería ser un activo entre los ingenieros de Telecomunicaciones, pero el Gobierno solo utilizó su imagen como cebo para vender bonos de guerra: consiguió colocar siete millones de dólares en una sola noche. En 1980, EEUU usó de nuevo su invento para transmitir señales secretas que no pudiesen ser interferidas durante la crisis de Cuba. Pero no fue hasta 1998 cuando la Electronic Frontier Foundation reconoció la labor del compositor y la ingeniera con el Premio Pionero. El primero murió sin conocer el honor y ella, que rechazó ir a recogerlo, falleció dos años después.
Hoy en día, esa idea se reconoce como la precursora de las comunicaciones inalámbricas de los teléfonos móviles, el sistema GPS y el Wifi. Por eso, la fecha de su nacimiento -9 de noviembre- fue bautizada para siempre como el Día del Inventor.
Joan Clarke
Dicen de ella que, gracias a sus descubrimientos en criptografía, acortó la II Guerra Mundial unos diez años. Trabajó codo con codo con Alan Turing, el padre de la computación moderna y creador del Test de Turing. Clarke (1917, West Norwood) es una de las 6.600 mujeres que trabajaron en Betchley Park intentando descifrar la máquina Enigma de los nazis. Poco se ha hablado de las chicas que fabricaron los bombes, unos dispositivos electromecánicos que servían para observar qué rotores usaban las máquinas Enigma y sus posiciones, así como los ajustes de los anillos del alfabeto.
En 2015, Keira Knightley encarnó a la matemática de Cambridge en The imitation game, la película que narra la biografía de Turing.