“Tenemos una fuerza extraordinaria en las redes sociales y hemos tenido la fortuna, por haber entrado en abril al Congreso de los Diputados, de poder participar en los debates electorales. Esto nos ha permitido una comunicación directa con los españoles sin la manipulación y distorsión directa de nuestro mensaje”, defendía este lunes Santiago Abascal durante su análisis sobre la posición que ocupará Vox a partir de ahora en la política española.
La potencia en las redes sociales de la que presume el líder de la extrema derecha es incuestionable. Sus mensajes son los más compartidos tanto en Twitter, la red social que concentra la conversación política, como en Facebook, donde se encuentra el grueso de los usuarios. Pero esta estadística no es la más importante cuando se mide el impacto en redes. Donde Vox arrasa es en engagement, el parámetro que mide el número de reacciones que provoca en las redes sociales una determinada publicación. Esto significa que los mensajes del partido no pasan sin más entre los usuarios, sino que provocan una reacción en ellos. Los comentan, los critican, los distribuyen, los atacan.
Pese a que parte de esa interacción puede ser negativa, el engagement es la estadística más buscada porque incluso un reproche favorece que el mensaje se retransmita por la red y aumente el eco de su autor original.
La estrategia de comunicación en redes sociales de los de Abascal es la más analizada de los últimos tiempos. No es nuevo que un partido se apoye en esta herramienta para crecer, aunque sí lo son algunas de las líneas maestras que Vox utiliza. Una de ellas es la centralización total de los mensajes en su cuenta oficial y las de su núcleo duro de líderes. No hay comunidad o discurso alguno fuera del relato troncal. Una muestra de ello que ha dejado el 10N es que 12 de los 28 nuevos diputados de Vox, casi un 40%, ni siquiera tenían un perfil propio en Twitter.
En el partido dominante en las redes sociales, hasta un 25% de sus 52 diputados son anónimos digitales. Otros siete tienen comunidades diminutas (menos de 150 seguidores) o crearon su cuenta una vez pasado el 10N. Si se amplía el espectro, se comprueba que solo la mitad de los 52 nuevos diputados de la extrema derecha tenían presencia en redes antes de abril de 2019.
La situación no solo contrasta con el nivel de impacto de Vox en las redes sociales, sino con las cifras del resto de partidos. Según datos recopilados por el analista experto en social media David Álvarez, en el PP tienen cuenta 77 de sus 88 diputados (87%) y en el PSOE, 109 de 120 (90%). Si las dos formaciones clásicas del bipartidismo tienen un ratio de presencia digital más amplio sobre un total mucho mayor de parlamentarios, entre Unidas Podemos (35 de 35), Ciudadanos (10 de 10), ERC (13 de 13) o JxCAT (8 de 8) es excepcional que un diputado no tenga cuenta en esta red social.
El propio Abascal explica la situación en las declaraciones citadas al comienzo de esta información. No es casual que compare un debate electoral televisado, un método de comunicación unidireccional de arriba a abajo (candidato a potenciales votantes) y controlado (hay un guión de temas pero el candidato goza de gran libertad para lanzar sus mensajes) con otro que, a priori, favorece la descentralización del discurso, la pluralidad de voces o la posibilidad de ser interpelado por cualquier miembro de la red, sea cual sea su peso en ella.
Vox prioriza las redes por la posibilidad que le otorgan de que sus mensajes lleguen “sin filtro” a los ciudadanos, que no se contextualicen sus datos falsos o que nadie resalte la simplicidad de una solución que prentende atajar un problema complejo. No para acercar a sus miembros a la ciudadanía o ser más accesible a sus reclamaciones. Es un todo por las redes, pero sin las redes.
Discurso único
El ciclo de la comunicación política ha cambiado rápidamente. Hace un lustro el partido estudiado por su uso de las redes era Podemos y sus confluencias municipalistas, donde destacaba un discurso de abajo a arriba, un hábil manejo de los entonces nuevos códigos de la comunicación política y una pluralidad de voces e ideologías. Esto permitió que los miembros del nuevo espacio pudieran comunicarse de forma muy directa con la ciudadanía y que su discurso calara hasta el punto de que este 2019, como cuarta fuerza en voto, la comunidad de Podemos sigue siendo la segunda en impacto en las redes.
El otro de lado de la moneda han sido las habituales discrepancias públicas entre las distintas comunidades afines y sus líderes. Debates ideológicos de un partido en formación que han sido aprovechadas por sus adversarios para afear la falta de coherencia dentro del propio espacio. La estrategia de centralización del discurso de Vox neutraliza la posibilidad de que una voz discordante enturbie los mensajes y el marco en el que su dirección quiere relacionarse con la ciudadanía.
Los diputados y cargos que no forman parte de la dirección de Vox evitan deliberadamente entrar en debates con periodistas, tertulianos o parlamentarios de otras formaciones políticas. Todo debe estar centralizado. Para las delegaciones provinciales y secciones locales a las que se les permite gestionar sus propias cuentas, el partido elaboró una guía de control para que nada escape del mensaje oficial. Ni siquiera el problema político local más trivial: “Ejemplo: si nos queremos quejar del estado del asfaltado de una calle, lo relacionamos con el uso del dinero público para fines que no interesan a los ciudadanos de nuestro municipio: subvenciones a partidos separatistas, a organizaciones feministas radicales”, reza el documento, destapado en exclusiva por eldiario.es.
A pesar de que gracias a este férreo control las desavenencias públicas entre cargos de Vox o con la línea oficial del partido son contadas, la formación de extrema derecha ha aplicado medidas ejemplarizantes en los pocos casos donde se ha expresado una disensión ideológica. En Torremolinos, una concejala fue forzada a abandonar el partido por personarse en el balcón del Ayuntamiento mientras se celebraba el orgullo gay junto al resto de fuerzas políticas.
Dominar al máximo qué mensajes se difunden, cuándo y cómo es lo que ha llevado al partido a vetar a este y otros medios de comunicación. “Cuando nosotros teníamos que ir a una entrevista siempre teníamos que decirlo antes. Y eso pasaba un filtro. Si decían que no, era que no y si te decían que sí, te daban un argumentario y ya está: esto es lo que se dice”, revelaba en una entrevista con esta redacción Malena Contestí, otra de las pocas voces que se han atrevido a salirse de la línea marcada desde la dirección nacional y se han visto obligadas a abandonar el partido.