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Sigue la fiebre de los NFT: pagan 560.000 dólares por una columna del New York Times que puede leerse online

No ha estado cerca de los 69 millones de dólares que se pagaron por un NFT en una subasta de Christie's y también se ha quedado lejos de los 2,9 millones que alcanzó el primer tuit de la historia. Pero tampoco es una obra de arte ni un momento reseñable en la trayectoria de Internet: es simplemente una columna de opinión del New York Times publicada este miércoles como experimento con los NFT, que tras una subasta pública, se ha vendido por 558.869,50 dólares, unos 475.000 euros. Su título es ¡Compre esta columna en blockchain! y los beneficios se destinarán a una organización benéfica.

El precio se ha pagado en ethereum, una criptomoneda. Estos activos de inversión digitales están íntimamente relacionados con los NFT (Tokens No Fungibles, por sus siglas en inglés), que básicamente hacen referencia a archivos digitales únicos. Para probar esa autenticidad, se utiliza tecnología blockchain, la misma que sostiene a las criptomonedas y que permite crear registros inalterables. Esa cadena de bloques sirve a la vez para constatar la propiedad de esta pieza digital. A nivel tecnológico, permiten por primera vez que una pieza de código informático se considere única, por lo que sus partidarios defienden que puede llevar una revolución en la forma de concebir lo digital porque no pueden ser falsificados.

Estas características han provocado una explosión en la compraventa de NFT que se venden como obras de arte, ya que como cuando este se da en soportes físicos, solo puede haber un original. Hoy esa fiebre ha ido un paso más allá: “¿Por qué no puede un periodista unirse a la fiesta de los NFT?”, se pregunta el autor de la columna del New York Times, Kevin Roose, articulista de la sección de Tecnología. “He decidido adentrarme en el mundo de los tokens no fungibles, o NFTs, la nueva frontera en la fiebre del oro de las criptodivisas. Este es mi primer experimento: una columna sobre NFTs que, a su vez, se está convirtiendo en un NFT y se está subastando”, escribe.

El texto puede leerse online como el resto de columnas del periódico. En ella Roose explica qué es un NFT, por qué ha decidido hacer el experimento de vender como tal una pieza periodística y cuáles son los pasos que ha llevado a cabo para hacerlo. También se dedica a “promocionar” la propia columna: “La mayor ventaja de todas, por supuesto, es poseer un trozo de historia. Este es el primer artículo en los casi 170 años de historia del Times que se distribuye como NFT, y si esta tecnología resulta ser tan transformadora como sus fans predicen, poseerla podría equivaler a poseer la primera emisión de televisión de la NBC o la primera dirección de correo electrónico de AOL”, resume.

No obstante, a lo largo de la pieza Roose se ve obligado a hacer algunas aclaraciones sobre la venta, como “nuestros abogados quieren que tenga en cuenta que la NFT no incluye los derechos de autor del artículo ni los derechos de reproducción o sindicación” o “como el Neediest Cases Fund [la organización benéfica a la que se destinará el dinero] no acepta transferencias directas de criptomonedas, tendré que convertir primero las ganancias a dólares, lo que significa que esto no es una donación deducible de impuestos para el comprador”. La columna se ha vendido en formato jpeg, como un archivo de imagen.

Tras confirmarse el precio alcanzado por la columna en la subasta, Roose ha tuiteado que estaba “mirando su monitor y riendo incontrolablemente”.

En caso de que el comprador quisiera recuperar la inversión, debería volver a pactar un precio por la columna con un comprador o subastarla. Con el token transformado de nuevo en criptomonedas, el siguiente paso sería acudir al mercado a intercambiar esas criptomonedas por dinero. La compra de piezas de arte o de coleccionismo en forma de NFT entraña por tanto, dos apuestas: una por el precio de la obra de arte y la segunda, por el precio de las propias criptodivisas por las que debe intercambiarse. La Comisión Nacional del Mercado de Valores y el Banco de España avisan que más que una moneda, estas deben considerarse un activo de inversión: “Su extrema volatilidad, complejidad y falta de transparencia son una apuesta de alto riesgo”.