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The Guardian en español

Conclusiones del experimento de la renta básica en Finlandia: no activa el mercado pero sí mejora la salud mental

Imagen de una calle de Helsinki.

Jon Henley

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El primer ensayo de renta básica nacional de Europa auspiciado por un gobierno apenas ha estimulado la búsqueda de trabajo, pero sí sirvió para mejorar el bienestar mental de los receptores, así como su seguridad y satisfacción con la vida. Estas son algunas de las conclusiones del primer gran estudio del experimento llevado a cabo por Finlandia entre 2017 y 2018, que en el contexto de la pandemia del coronavirus ha vuelto a generar un gran interés.

“Los receptores de una renta básica están más satisfechos con sus vidas y presentan menores niveles de estrés que el grupo de control formado por desempleados de la misma franja de edad que no percibieron esta ayuda”, señala el estudio llevado a cabo por un grupo de expertos de la Universidad de Helsinki. “También tienen una percepción más positiva de su bienestar económico”.

Las conclusiones de este estudio se han dado a conocer en un momento en el que las devastadoras consecuencias económicas de la pandemia del coronavirus, entre ellas, un aumento del desempleo a nivel mundial, vuelven a despertar el interés por los programas de renta básica. En su tradicional discurso de Pascua, el Papa Benedicto XVI indicó que “tal vez ha llegado el momento de sopesar la posibilidad de una renta básica universal”.

El mes pasado, el Gobierno español avanzó que quiere impulsar una renta mínima para los hogares con menos ingresos “tan pronto como sea posible”. Un millón de familias se beneficiarían de esta medida. La ministra de Economía, Nadia Calviño, afirmó que el gobierno socialista espera que la renta mínima se convierta en “un instrumento permanente”.

También la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, dijo esta semana que el virus y sus consecuencias económicas “me han acercado mucho más a la convicción de que este es un momento propicio para la renta básica universal”.

El experimento de Finlandia, llevado a cabo entre 2017 y 2018 y que despertó un gran interés en todo el mundo, consistió en asignar una renta básica mensual de 560 euros libres de impuestos a 2.000 desempleados de entre 25 y 58 años seleccionados al azar, sin la obligación de tener que buscar activamente trabajo y sin reducciones en la cantidad percibida si encontraban uno.

El objetivo principal de este experimento era averiguar si una renta básica servía de estímulo para que los receptores aceptaran trabajos temporales o mal remunerados. Este ensayo no pretendía estudiar cómo podía funcionar una renta básica universal porque los receptores procedían en su totalidad de grupos muy específicos y la cantidad que percibían no era suficiente para vivir.

No obstante, el experimento finlandés fue seguido de cerca por otros gobiernos que conciben una renta básica no sólo como una forma de conseguir que más personas se incorporen a alguna forma de trabajo, sino también como una vía para reducir la dependencia del Estado y recortar los gastos de los servicios sociales. La idea ha ganado fuerza después de que se haya pronosticado que la automatización podría amenazar hasta un tercio de los puestos de trabajo actuales.

Mayor satisfacción vital, menos estrés y depresión

Los investigadores, que entrevistaron de forma exhaustiva a 81 receptores, han concluido que si bien la experiencia difiere mucho de un beneficiario a otro, en general estaban más satisfechos con sus vidas y experimentaban menos estrés mental, depresión, tristeza y soledad que el grupo de control. También han constatado un leve efecto positivo en el empleo, particularmente en ciertas categorías, como las familias con hijos, y han indicado que los participantes han obtenido mejores resultados en otros indicadores de bienestar, como una mayor sensación de autonomía, seguridad financiera y confianza en el futuro.

“Algunos receptores afirmaron que esta renta básica ha tenido un efecto nulo en su productividad, ya que en su área no había ofertas de trabajo que coincidieran con su formación”, indica la profesora Helena Blomberg-Kroll, que ha liderado el estudio. “Sin embargo, otros explicaron que con esta renta básica sí pudieron aceptar trabajos mal remunerados que hubieran rechazado si fueran beneficiarios de otro tipo de prestación incompatible con un empleo”, señala.

“Algunos han indicado que esta renta básica les ha permitido recuperar la vida que tenían antes de perder el trabajo, y otros en cambio han explicado que este dinero les ha dado la posibilidad de rechazar trabajos mal remunerados y precarios, y esto ha aumentado su sensación de independencia”, explica la investigadora.

El ensayo también ha dado a los participantes “la posibilidad de intentar hacer realidad sus sueños”, dice Blomberg-Kroll, pues “los trabajadores autónomos y los emprendedores tienen una opinión más positiva de la renta básica, y algunos consideran que genera oportunidades para empezar un negocio”.

Este experimento también ha alentado a algunos de los receptores a involucrarse más en la sociedad, por ejemplo, mediante el voluntariado. “Algunos descubrieron que el hecho de tener una renta mínima garantizada aumentaba sus posibilidades de llevar a cabo tareas como cuidar de familiares o ayudar a sus vecinos”, señala uno de los investigadores, Christian Kroll.

“La seguridad de tener unos ingresos básicos garantizados les ha permitido llevar a cabo tareas con un significado especial, ya que los receptores han tenido la sensación de que la ayuda los legitimaba para este tipo de labores de servicio a los demás.

Muchas de las personas que llevaron a cabo labores de voluntariado durante los dos años que duró el experimento se refirieron a estas labores como 'trabajo“, añade.

Kroll afirma que las conclusiones del estudio apoyan los argumentos a favor y en contra de una renta básica. “Sin embargo, como todos hemos aprendido recientemente, la inseguridad no es una buena manera de vivir”, afirma. “Aunque una renta básica no resuelve todos nuestros problemas de salud ni los problemas de la sociedad, sí se debe debatir si este tipo de programas son parte de la solución en momentos de dificultades económicas”, concluye.

Traducido por Emma Reverter

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