¿Quién, cómo y cuándo contagia el coronavirus?
Comienzo afirmando tajantemente que solo contagian las personas infectadas.
Esta afirmación, vertida en clase, en la Facultad, provocaría jocosos comentarios y algún alumno hubiera acabado planteado mi candidatura a la obviedad del mes. Me justificaría aludiendo al revuelo que ha ocasionado, en alguna prensa, las noticias de positividad del test en ¿dos? perros en ¿Hong Kong? Y a la sugerencia de un papel de los animales de compañía en la diseminación del coronavirus. No, no contagian, así de claro y tajante. Y no merece la pena perder más tiempo en este asunto.
Bien, solo los humanos infectados, pero ¿cómo?
Permítanme una breve digresión técnica. Hablamos de lo que se conoce tradicionalmente en Medicina como “Gotitas de Flügge”, en honor a un bacteriólogo alemán (C.G.F.W. Flügge) que en la década de 1890, demostró que, incluso al “hablar en voz baja”, gotas diminutas (microgotas de Flügge) se enviaban al aire. Ahora sabemos que estas gotitas no son uniformes sino de dos tipos bien diferenciados: 1. Gotas propiamente dichas (Droplets en inglés), son las partículas grandes (>5 μm), que se emiten al hablar, toser o estornudar, no permanecen en el aire y se depositan inmediatamente en las superficies o en el suelo. Dos ejemplos serían el virus de la gripe o la bacteria de la meningitis. 2. Aerosoles, son partículas más pequeñas, de
El coronavirus se replica fundamentalmente en el tracto respiratorio. En la mayoría de los casos solo en los tramos superiores, lo que se traduce en formas clínicas leves. En los casos graves se replica además en las partes más bajas, lo que justifica la neumonía. Son, pues, las secreciones respiratorias las que contiene el virus y lo llevan al exterior. Cuando contactan con las membranas mucosas de los ojos, nariz o boca de otra persona, transmiten la enfermedad. Este contacto puede ser tanto directo como indirecto (ahora los definimos) y es, repito, solo a través de las mucosas, este virus no atraviesa la piel.
Comenzaremos por el contacto directo. Es la situación en la que las secreciones oro-naso-faríngeas (gotas respiratorias) impactan directamente en las mucosas de la cara de la otra persona. Es decir, que alguien nos tosa, cante, escupa o estornude directamente en la cara. Su máximo recorrido es de un metro. Se puede añadir un margen de seguridad extra, de ahí la distancia mágica que las autoridades recomiendan de hasta dos metros. Si el enfermo llevara mascarilla de tela, las gotas quedarán atrapadas dentro de ella, y limitaría mucho el contagio directo.
Si el coronavirus se expulsara al exterior en formas de aerosoles, como la tuberculosis, el problema sería distinto y mucho mayor. Pero afortunadamente no es el caso. No quiero dejar de comentar un artículo publicado el 18 de marzo en una prestigiosa revista (NEJM) que al ser mal interpretado, ha generado cierta confusión. Los autores FABRICAN aerosoles con el uso de un nebulizador (“with the use of a three-jet Collison nebulizer”) (sic), que lógicamente persisten en la atmósfera durante horas, como no podía ser de otra manera. Los enfermos de coronavirus no generan naturalmente aerosoles. Solo lo harían durante la realización de procedimientos invasivos, durante la prueba de fibrobroncoscopia por ejemplo.
Podrán deducir fácilmente, de todo lo anterior, que salir a la calle con una mascarilla facial es simplemente inútil, salvo que estén enfermos, en cuyo caso no la utilizarían para protegerse sino para proteger a los demás.
Si no están enfermos y a pesar de ello siguen saliendo a la calle con mascarilla facial y ven que alguien se les acerca con intención de toser, cantar, escupir o estornudar directamente en su cara, sus mucosas nasales y orales están protegidas, pero no las mucosas de las conjuntivas. Si quieren completar el disfraz añadan gafas protectoras, pero no de cualquier tipo, deben ser cerradas, las de esquiar cumplirían sobradamente el requisito.
Si un enfermo, por vivir solo tuviera que salir a la calle, estaría perfectamente justificado que usara mascarilla facial. Sin gafas protectoras, las secreciones conjuntivales no danzan.
Este artículo ya se ha extendido lo suficiente, en los próximos abordaremos si otros fluidos corporales pueden contagiar, el concepto de contacto indirecto y como prevenirlo, durante cuánto tiempo contagian los enfermos y si es o no posible la transmisión desde los infectados asintomáticos.
PD. Quiero agradecer a la Profesora Carmen González García, Catedrática de Farmacología de La Universidad de Castilla La Mancha, sus inestimables aportaciones a esta serie de artículos.
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