Un número creciente de estudios están corroborando una relación entre la dieta y las funciones del cerebro, así como la incidencia de los trastornos más comunes
A estas alturas todo el mundo es más o menos consciente de los daños que la comida basura puede hacer a tu cuerpo, pero más allá de que el azúcar “vuelve a los niños hiperactivos”, la idea de que la comida afecta al cerebro no es demasiado conocida. Los últimos descubrimientos indican que deberíamos prestar más atención: la comida que tomas influye en tu estado de ánimo y tus capacidades cognitivas.
La psiquiatría nutricional es la disciplina encargada de investigar esta relación. Es un campo muy nuevo en el que hay muchos indicios pero pocas certidumbres. Sin embargo, poco a poco se empiezan a ver las posibles relaciones entre lo que comemos y cómo nos sentimos.
El gran estudio Whitehall que examinó a más de 10.000 personas en el Reino Unido a lo largo de más 10 años, y todavía continua, es una mina a la hora de observar estas asociaciones. Una de las observaciones fue que una mayor ingesta de azúcar, tanto de la comida como de refrescos azucarados, se asociaba a una mayor incidencia de depresión, ansiedad y estrés, independientemente de otros comportamientos y enfermedades.
Así se desmiente el mito que dice que el azúcar es un “alimento para el cerebro”, y que ayuda a pensar. En una concienzuda revisión de 31 estudios diferentes no se observó ningún beneficio. Muy al contrario, una hora después de consumir azúcar, pasado el “subidón” inicial, se registra mayor fatiga y menos alerta.
En este sentido hay pocas sorpresas. Aunque no se puede probar una relación de causa-efecto clara, la mayoría de los estudios indican que la comida procesada rica en grasas y azúcares está relacionada con una mayor incidencia de depresión, ansiedad, y menor rendimiento cognitivo.
Inflamación: la inflamación crónica de bajo grado es uno de los factores que desencadena la depresión, esquizofrenia y trastorno bipolar. Hay una fuerte asociación de la comida procesada, rica en grasas y azúcar, y los marcadores inflamatorios, y al mismo tiempo una fuerte asociación entre la dieta mediterránea, alta en grasas saludables, verduras y pescado, y un descenso de la inflamación.
Alteración de la flora intestinal: cada vez hay más indicios de que la microbiota afecta al cerebro. De momento, en animales de laboratorio se ha conseguido inducir depresión al traspasarles las bacterias intestinales de animales deprimidos. También se han mejorado los síntomas de depresión suplementado con probióticos.
Aunque la dieta no sea la causa directa de las enfermedades mentales, sí que tiene una influencia determinante, tanto para prevenirlas y tratarlas como para agravar sus efectos. En un reciente análisis publicado en la revista Nature se encontró evidencia de que una alimentación excesiva rica en grasa y azúcar en la infancia puede provocar una respuesta inflamatoria que afecte a las funciones mentales en la edad adulta, desde la memoria hasta la capacidad de aprendizaje.
En el mismo estudio se comprobó que el exceso en la dieta de ácidos grasos omega-6 (presentes en los aceites refinados de semillas, con efectos inflamatorios) y la falta de omega-3 (antiinflamatorios) tenían efectos negativos sobre el desarrollo neuronal.
La buena noticia es que los mismos datos indican que el consumo de frutas y verduras ricas en polifenoles reducen la inflamación y el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, así como el consumo de pescado, frutos secos y otros alimentos ricos en omega-3. Esa es la verdadera comida para el cerebro.