Cómo hackear a tus hijos para hacerlos más inteligentes
En un mundo cada vez más competitivo, es normal que los padres, que quieren lo mejor para sus hijos, salten sobre cualquier información que pueda darles una ventaja.
Sin embargo, la combinación de estudios dudosos y el sensacionalismo en los medios ha llevado a que se perpetúan muchas creencias falsas sobre qué es mejor para aumentar la capacidad intelectual de los niños durante su periodo educativo. Por ejemplo, escuchar a Mozart no aumenta automáticamente la capacidad intelectual de nadie, de los niños tampoco. Aprender a tocar a Mozart en un instrumento musical sí. Aún así el mito persiste.
Por eso cuando la revista médica The Lancet (a la que los divulgadores científicos nos tenemos que referir por imperativo legal como “prestigiosa”) publica un estudio con las tres cosas que pueden hacer que tus hijos sean más inteligentes, merece la pena escuchar:
- Al menos 60 minutos de actividad física todos los días
- De nueve a 11 horas de sueño todas las noches
- No más de dos horas al día de uso de pantallas para entretenimiento pasivo
El estudio de The Lancet Child & Adolescent Health se realizó sobre más de 4.000 niños y niñas entre 8 y 11 años a los que se midieron las habilidades para el lenguaje, memoria, planificación y velocidad mental. Quienes cumplían con los tres requisitos anteriores tenían puntuaciones un 5% superiores a quienes no los cumplían.
Lo que ocurría es que solo un 5% de los niños estudiados cumplían con todos, y un 30% no cumplía ninguno.
El primer requisito está contrastado tanto en niños como en adultos. La actividad física mejora la mayoría de las funciones cerebrales, y facilita el crecimiento de nuevas neuronas en distintas partes del cerebro, en particular el hipocampo, responsable de la memoria y el aprendizaje.
Tampoco hay dudas sobre la segunda. La falta de sueño disminuye las capacidades mentales hasta el punto en que es comparable a haber consumido alcohol por encima del límite legal para conducir. El sueño se ha revelado como un mecanismo por el que el cerebro consolida recuerdos y las neuronas eliminan productos de desecho acumulados durante el día. El cerebro infantil en pleno desarrollo necesita más sueño aún.
El tercer requisito sobre el tiempo dedicado a las pantallas es el más controvertido. La media de consumo de pantallas por parte de los niños en España es de 5 horas, muy por encima de las dos recomendadas. Dicho esto, todos estamos mirando pantallas todo el tiempo como interfaz para todo tipo de actividades: entretenimiento de forma pasiva, como Netflix, entrenamiento activo, como los videojuegos, trabajo, educación o comunicación interpersonal.
En concreto, los videojuegos se han mostrado como una forma de mejorar las capacidades mentales, no empeorarlas. Los niños no son una excepción en ninguno de estos casos.
El propio investigador a cargo del estudio, Jeremy J. Walsh, declaró al New York Times que “lo que puede ocurrir es que el tiempo dedicado a las pantallas esté afectando al sueño, y el sueño es el comportamiento crítico para la formación del cerebro”.
¿Causa o consecuencia?
Como ocurre en muchos estudios dedicados al desarrollo intelectual en la infancia, es fácil confundir las causas con las consecuencias. Uno de los experimentos más famosos es el famoso “marshmallow test” de 1972.
El investigador ponía a los niños de cuatro años en una habitación y les daba una golosina (el famosos marshmallow, una galleta, chocolatina o similar). A continuación anunciaba que se iba a ausentar de la habitación un rato. Si cuando volviera la golosina aún estaba allí, se le daría otra. Si el niño se la comía, no había segunda galleta.
Los investigadores siguieron la vida de estos niños durante más de veinte años. Los niños que habían esperado más tiempo a la segunda galleta, de adultos tenían más éxito en la vida, mejor educación, e incluso menor peso.
Esto llevó a que las escuelas empezaran a ofrecer programas de control de los impulsos, donde les enseñaban a posponer la gratificación, como una forma de garantizar el éxito de los escolares. También ha disparado la moda de padres que graban a sus hijos en vídeo delante de la galleta y publican orgullosos (o no) los resultados en Youtube.
Sin embargo en una revisión posterior del estudio del marshmallow se ha desinflado el globo. Al tener en cuenta factores como el nivel educativo de los padres, o sus ingresos, el efecto desaparecía. Los niños con madres universitarias y con mejor posición económica tenían más éxito que los que venían de familias menos educadas y adineradas, se comieran la galleta o no.
Por otro lado, hay factores que sí influyen directamente en el desarrollo de la capacidad intelectual: una correcta alimentación, especialmente baja en azúcar y con suficiente omega-3, actividades participativas y de resolución de problemas, un entorno emocional que proporcione apoyo y seguridad, la lectura, tocar instrumentos musicales (mucho más que escuchar música), y la conversación constructiva con adultos. Por desgracia, todo esto precisa de tiempo y dinero.
Lo mismo se puede decir del reciente estudio según el cual tener la casa llena de libros hace que los adolescentes tengan mejores aptitudes linguísticas y matemáticas, incluso superando a los universitarios que no leen. Eso sí, hay que tener más de 80 libros diferentes en casa. Pero sobre todo, leerlos.
La correlación no implica causalidad. La falta de sueño en los niños puede estar asociada al bajo nivel socioeconómico. Lo mismo se observa en el tiempo dedicado a las pantallas que es mayor cuanto menor es el nivel socioeconómico. Los padres pluriempleos que no llegan a fin de mes tienen hijos que duermen menos y pasan más tiempo mirando pantallas. Si le quitas la pantalla a tus hijos, y no sustituyes ese tiempo por actividades estimulantes, si les compras libros que nunca salen de la estantería, es poco probable que haya mejoras.
¿En qué se basa todo esto?
Associations between 24 hour movement behaviours and global cognition in US children: a cross-sectional observational studyEl cumplimiento de las recomendaciones de movimiento de 24 h se asoció con una cognición global superior. Estos hallazgos resaltan la importancia de limitar el tiempo recreativo en la pantalla y fomentar el sueño saludable para mejorar la cognición en los niños.
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