Reino Unido vive un boom de apps para niños (mientras España espera)

Las apps para niños son el nuevo petróleo. Al menos en Reino Unido. Allí no dejan de aparecer empresas creadoras de este tipo de aplicaciones que venden a los padres con un éxito abrumador. Las cifras de ventas dan vértigo.

Por ejemplo, una empresa como Made in Me ha vendido 500.000 aplicaciones para libros infantiles (y algunas a siete libras), con 50.000 descargas legales al día. De hecho, Disney ya está colaborando con ellos. Y Nosy Crow, una compañía en la que sólo trabajan seis personas y que vende sus apps infantiles a cuatro libras, ha capitalizado casi todo el mercado sin necesidad de comercializarlas en colegios.

Todas ellas presentaron sus productos en la pasada Feria del Libro de Londres, que se ha convertido en los últimos años en el gran evento de la literatura transmedia o crossmedia. Ya no son sólo libros –ni siquiera manuales de texto- los que pueblan los pabellones, sino que estos están invadidos por empresas que convergen entre el mundo editorial y el videojuego, el libro infantil y la película en 3D para los más pequeños.

Los editores se pasean por stands de las firmas tecnológicas husmeando cómo dar salida a un negocio que no se encuentra en sus mejores momentos. Y parece que en estas pequeñas empresas, montadas por jóvenes ingenieros y asentadas en gran parte en el alternativo barrio londinense de Shoredicht –antiguo barrio obrero al que le han pasado una carísima mano de chapa y pintura-, quieren encontrar su nuevo maná.

Por supuesto, los números que mueve el entorno digital en Reino Unido no tienen nada que ver con los de España. En las islas, sólo entre 2011 y 2012 la cuota de mercado de ebooks creció en un 69% y de los 411 millones de libras que generó el negocio editorial, 216 millones fueron por venta de libros electrónicos. Si se desgaja el mercado, el 85,7% son libros impresos mientras que el 14,3% son ebooks; en EEUU la cifra es aún mayor: el 76,7% son impresos y el 23,3% digitales.

Si miramos a los aparatos de lectura, el 79% de la cuota pertenece a Kindle, seguido a gran distancia por Apple (9%) y Google (8%). Ergo, Amazon también ha conquistado al Reino Unido, según los datos de The Literary Platform.

Si echamos un vistazo a la de Panorámica la Edición de Libros 2013 en España, entre 2008 y 2012 la producción de ebooks aumentó un 12,9% y su cuota de mercado es hoy del 19,8%, a pesar de que su facturación apenas represente el 2,9%, lo que significan 38,4 millones de euros (en 2011). Nada que ver con los más de 200 millones de libras que se manejan ya en Reino Unido por los libros digitales. Ergo, España falla a la hora de generar negocio con los ebooks.

Los anglosajones, que parecen jugar en otra liga, han dado ahora un paso más allá lanzándose al mundo de las apps. Como decía Chris Book, de Distimo, una empresa para medir el ranking de otras apps, “quizá no sean el futuro de los ebooks, pero sí quizá para los de no ficción y los cómic”. Para Michael Bhaskar, editor digital al frente de Profile Books, “lo que ahora prima es la interactividad, es una nueva forma de lectura, una nueva experiencia, como los videojuegos”.

España no es país para apps (de pago)

Ahora bien, si las apps se han convertido, como dicen, en el nuevo petróleo es porque venden. Un caso casi de anatema por estos lares, como manifiesta Fabián Pedrero de Cream Ebooks, empresa española desarrolladora de apps y radicada en Castilla La Mancha. Según él, que también estuvo en Londres, el problema es que aquí realizar una app es muy caro y no se comercializan.

Desde Plataforma Proyecta, una iniciativa educativa de la Fundación Amancio Ortega y de la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre para el fomento de la innovación en la enseñanza, creen que la principal razón para que apenas se utilicen las apps en el mundo de la educación o estas no estén tan integradas “reside en la ausencia de la necesaria inversión en innovación educativa (vía tecnología y otras); inversión necesaria para abordar un cambio de paradigma”.

A ello se suman las limitaciones de los dispositivos por “cuestiones de privacidad y seguridad”. “En los centros en los que existe un proyecto con tabletas el uso de las apps está más extendido; en estos casos, los dispositivos pertenecen, o están bajo la responsabilidad de los centros, y en ellos el uso de apps está generalizado en todas las materias como herramientas de aprendizaje”, añaden.

No obstante, el problema no es que no existan apps para niños en el mercado español. De hecho, hay aplicaciones diseñadas específicamente para contextos educativos que están disponibles para todas las materias o áreas curriculares, como otras, enfocadas al público en general destinadas a la producción, edición y difusión de contenidos multimedia en la red. La diversidad es amplia.

Una web de referencia es appsmama.es, con una información muy precisa y sectorializada por edades, ya que según su impulsora, Sonia Fernández, también hay que tener cierto cuidado con este boom: “Hay muchas apps con temática infantil que realmente no son nada recomendables para los críos, pero tengo la sensación de que algunos padres no se dan cuenta. Son aquellas en las que hay que construir mundos y hay que ir o bien pagando dinero o ”metiendo“ muchas horas para lograr construirlo. Estas son de lo más adictivas y no muy educativas. Más de una familia se ha llevado algún susto a final de mes con los gastos derivados”.

¿Son útiles como material educativo?

De esta premisa se derivan otros interrogantes: ¿es útil una app como material educativo? ¿podemos llamar libro a las apps? “Es más un juego que en un libro, pero sigue siendo una historia, una narración sin páginas. La pantalla ya es en sí algo diferente. Crea una interacción más dinámica y el juego anima a la lectura”, defiende Bonnick, de Nosy Crow. Para Sonia Fernández, “ahora mismo se puede aprender de todo con una tableta, desde leer cuentos a aprender cómo funciona el cuerpo humano, álgebra, leer el reloj, dibujar... Los dispositivos móviles pueden ser magníficas herramientas de enseñanza en cuanto a que combinan conocimientos, imagen, sonido e interactividad y esto las hace muy atractivas para los más pequeños. Solo hay que hacer una selección previa”.

En el mismo sentido se expresan desde Plataforma Proyecta: “Una buena app potencialmente puede ser capaz de igualar la oferta de un libro; además de añadir interacción y comunicación remota en tiempo real al aprendizaje. Además, al vencer las limitaciones del soporte físico, dependiendo de cada app, puede adaptarse mejor a cada usuario y diseñar o recibir el diseño de un itinerario de aprendizaje totalmente personalizado”.

Ahora bien, pese a las bondades de las aplicaciones, la cuestión podría resumirse en una frase de vodevil costumbrista: aquí ni se invierte ni se compra.