El primer germen de la idea se le ocurrió a Elizabeth Holmes en 2003 cuando con 19 años, siendo aún estudiante de ingeniería química, pasó un semestre en los laboratorios del Instituto del Genoma de Singapur, donde trabajó en la investigación y desarrollo de nuevos métodos de diagnóstico del virus de la neumonía atípica. Su experiencia le llevó a la conclusión de que las pruebas de sangre realizadas en el laboratorio se podrían realizar de un modo mucho más efectivo y rápido.
Y aquí es donde se pone en marcha la maquinaria típica del sueño americano. La firme consecución de un objetivo hizo que esa idea remota de una chica de 19 años la convirtiera once años después en una de las pocas mujeres -solo hay dos más en una lista de 400- en entrar en el ranking Forbes de personas más ricas de EE. UU.
Para perseguir ese sueño, Elizabeth Holmes tenía claro qué debía hacer. Abandonó sus estudios estando en segundo curso de la Universidad de Stanford y con el dinero que tenía ahorrado se encerró en un garaje de una vivienda en Palo Alto, California, al más puro estilo Steve Jobs. Allí sentó las bases de la que es hoy la empresa de biociencias Theranos en la que desarrolló una tecnología pionera en extracción y análisis de sangre.
En primer lugar, se aumenta el flujo sanguíneo hacia la mano y luego se extraen unas pocas gotas de sangre de los vasos capilares. La sangre llega a un tubo en un cartucho que Holmes denomina “nanotenedor”, que guarda microlitros de una muestra, el equivalente a una gota de lluvia. Solo con una pequeña muestra se puede “realizar cualquier combinación de pruebas, incluyendo pruebas de seguimiento” al mismo tiempo y rápidamente.
La tecnología desarrollada por Theranos elimina las agujas, el dolor, reduce al máximo las cantidades de sangre que se tienen que extraer para hacer diferentes pruebas y elimina la necesidad de hacer múltiples viajes al laboratorio. Como explicaba Holmes en una entrevista para Forbes, los médicos y pacientes recibirán los resultados en “un mínimo de dos horas” y pueden incluso obtener a través del correo electrónico su análisis detallado, con marcadores metabólicos e inmunológicos, conteo de células, etc. antes de que concluya su visita al doctor, aunque siempre dependiendo de la recomendación del médico.
“En Silicon Valley estamos en el corazón del mundo de la tecnología de consumo y lo que creemos que estamos creando es la primera empresa tecnológica de salud orientada al consumidor. Los pacientes sienten el poder de acceder a su propia información de salud y de poseer sus propios datos”, declaraba Holmes.
Ubicada la empresa actualmente en las antiguas oficinas de Facebook en Silicon Valley, los comienzos fueron lentos pero decididos. “Sabía que tendría que llamar a las puertas de más de 200 personas, con la ilusión de que al menos una estuviese interesada”, decía la emprendedora. Theranos logró el apoyo de varios inversores privados y de la compañía Draper Fisher Juvetson (inversor de Tesla y SpaceX). Cuenta además, como miembros del consejo con estadistas como Henry Kissinger y el ex secretario de Estado de Estados Unidos, George Schultz, quien afirmaba que Holmes podría ser “la próxima Steve Jobs o Bill Gates”.
Los último datos revelan que el 27% de pacientes en Estados Unidos se realizan las analíticas a través de Theranos y el laboratorio ya tiene un contrato con una red de farmacias estadounidenses, Wallgreen, donde pretende instalar terminales de análisis de sangre. Theranos ha recaudado, según datos de Forbes, 400 millones de dólares de capital de riesgo, valorando la compañía en 9 mil millones de dólares, y el 50% de las acciones de Elizabeth Holmes en 4,5 mil millones de dólares.