La cantante norteamericana Taylor Swift, de 26 años, dio ayer uno de los mayores mordiscos a Apple en toda su historia. Y lo hizo en menos de 17 horas. Lo que tardó su carta, A Apple, con amor, Taylor, en moverse por las redes sociales y llegar a oídos del vicepresidente de la compañía Eddie Cue para que rectificaran en su decisión de no pagar a los artistas –ni demás creadores del sector musical- durante los tres primeros meses en los que las canciones podrían escucharse en streaming en su nuevo servicio Apple Music.
Swift había contado que su nuevo álbum, 1989, del que ha vendido nueve millones de copias desde octubre, no estaría en la plataforma si no se pagaba a los artistas. Y, en menos de un día y todo un cataclismo por delante, lo consiguió.
La jugada de Swift, no obstante, no fue nada inocente, pese a que las palabras de la carta puedan interpretarse de forma contraria. Era un puro dardo. Para empezar, ella misma, que tiene más de 59 millones de seguidores en Twitter la movió por esta red social. Desde miles de anónimos hasta cantantes que triunfan en la esfera teen americana como Jack Antonoff (Bleachers) o Christina Perry, y consagradísimos como Elvis Costello, aplaudieron la petición de Swift.
Después, el contenido de la carta tampoco era nada dramático y ni siquiera una amenaza. La cantante hablaba bien de Apple desde el primer párrafo, dejaba constancia de que a ella no le hacía falta el dinero –no se ponía en el papel de víctima- y, por último, dejaba caer un eslogan con el que cualquiera podía empatizar:
¿Qué hacer ante tal boomerang? Rectificar, aunque con ciertos peros, ya que el propio Cue contó a medios norteamericanos que eran cambios que ya estaban barajando y que la carta de Swift sólo fue el desencadenante. Se podía quedar mal, pero no tanto, que el servicio está a punto de lanzarse.
Por otro lado, quizá esta cantante era la única que podía conseguir este efecto. Y quizá no estaba en su mente que se produjera algo así. Hoy en día es una de las más poderosas de la industria.
Según la revista Forbes, el año pasado ganó 64 millones de dólares, a pocos ingresos de otra superpoderosa como Beyoncé (72 millones de dólares), aunque esta última gana más por los trabajos que realiza fuera de la industria musical que dentro (publicidad etc). Es una de las artistas mejor posicionadas en EEUU con 30 millones de discos vendidos entre sus cinco álbumes, 80 millones de descargas y siete premios Grammy. No hay gala musical en la que no esté Swift y no hay revista adolescente en la que no aparezca.
Una posición que poco tiene que ver con la de artistas que hasta la fecha se habían quejado a la aún plataforma dominante, Spotify, por los escasos ingresos que generaban sus canciones. De hecho, ha habido sonadas espantadas como la de Tom Yorke –curiosamente su banda, Radiohead, sigue estando en la plataforma- o Black Keys, aunque estos últimos sólo con su último álbum Turn blue, cuando ya estaban en la cima del éxito.
Otros, como ACDC, quizá siguiendo su estela de rockeros contestatarios nunca han estado allí, y ha habido otros que pese a ciertos improperios y amenazas –léase Adele o Oasis- volvieron al redil de Spotify.
Swift ha demostrado estar muy por encima de ellos. Podía hacerlo y lo ha hecho. Es más, su último disco, 1989, tampoco está en la plataforma sueca, como ella misma anunció el pasado mes de noviembre. Lo sucedido con Apple es sólo un paso más que como decía hace unas semanas a eldiario.es la manager global de CD Baby –plataforma para músicos independientes- Tracey Gill, tampoco es tan sorprendente:
Un artista mucho más pequeño jamás lo hubiera logrado.
Consecuencias: ¿subida de precios?
No obstante, la rectificación de Apple sí puede traer consecuencias para las plataformas digitales de música en streaming. El pasado mes de marzo, músicos que triunfan en todo el mundo como Jay-Z, Beyoncé, Madonna, Alicia Keys, Daft Punk, Jack White, Chris Martin (Coldplay), Kanye West, Nicki Minaj, Rihanna, Deadmau5 o Arcade Fire, lanzaron la suya propia, Tidal, para competir con Spotify. No admitía streaming gratuito y sólo una suscripción a 9,99 o 19 euros para escuchar la música en una calidad mayor.
Sin embargo, a día de hoy son más voces las que hablan de su fracaso que de su éxito, ya que ni siquiera se encuentra entre las 700 aplicaciones más descargadas de EEUU –sus competidores, Pandora y Spotify, sí, en el puesto séptimo la primera y en el 23 la segunda- y con 25 millones de canciones no alcanza para seducir al usuario, según un reportaje de Harper’s Bazar el pasado mes de abril.
Por otro lado, dos factores: uno, muchos usuarios se preguntan qué dinero les hace falta a estos artistas tan bien remunerados, y, dos, la mayoría de dispositivos no tiene las cualidades técnicas necesarias para escuchar la música en alta calidad. ¿Por qué pagar entonces 19 euros?
Apple Music, que saldrá al mercado el 30 de junio, ha anunciado que cambiará su política de retribución a los artistas. Habrá que ver si cambian también los precios para los usuarios –la suscripción era de 9,99 al mes más esos tres meses de prueba gratis-. Y habrá que ver quién sale realmente beneficiado. Desde luego, la compañía de Tim Cook no es ningún alma caritativa, pero sólo un dato: la discográfica de Taylor Swift es BiG Machine, distribuida por Universal. Y ella misma es la productora de su último disco. El que no iba a estar en Apple. Ella es ya millonaria, sí, pero la industria musical es muy grande y poderosa.