“Con este modelo, los nuevos artistas no cobran una mierda” decía el domingo Nigel Godrich, productor de Radiohead, en una catarata de tuits que ha levantado ampollas en una industria cada vez más revuelta. “No te engañes, ninguno de esos nuevos artistas que descubres en Spotify recibe dinero –añadió más tarde Thom Yorke, cantante de Radiohead– mientras que los accionistas estarán pronto nadando en él”.
Los dos músicos hicieron pública su decisión de retirar todo su material de la plataforma de música en streaming como protesta por el impacto que tiene en las bandas más pequeñas. El catálogo de Radiohead, que pertenece a Emy, seguirá disponible con la excepción de In Rainbows, el disco que la banda ofreció para descargar libremente a sus fans a cambio de la voluntad en 2007.
Godrich asegura que la industria musical está siendo conquistada por la puerta de atrás y que son “los mismos de siempre tratando de coger las riendas del sistema de distribución”. Según el productor, los músicos no pueden protestar o quedarse fuera de juego aunque las cuentas no cuadren. “Los millones de streams reciben unos pocos miles de dólares –protesta–. No se parece en nada a la radio”.
Spotify se defiende
Spotify se defiende“La finalidad de Spotify –ha respondido la empresa rápidamente– es construir un servicio que a la gente le guste y por el que esté dispuesta a pagar, y que ofrezca a la industria de la música el apoyo financiero que necesita para invertir en nuevos talentos. Queremos ayudar a los artistas a conectar con sus fans, encontrar nuevos públicos, aumentar su audiencia y ganarse la vida haciendo la música que a todos nos gusta”.
“Ahora mismo estamos en la primera etapa de un proyecto a largo plazo que ya ha tenido un gran impacto positivo en los artistas y la nueva música. Hemos pagado 500 millones de dólares a los dueños de derechos y, a finales de 2013, esa cifra habrá subido a mil millones. Una gran parte de ese dinero está dedicado a alimentar los nuevos talentos y producir nueva música.”
“Estamos 100% comprometidos a convertir Spotify en el servicio más atractivo posible para los músicos, y hablamos constantemente con artistas y managers acerca de cómo Spotify puede ayudarles a desarrollar sus carreras. ”
Daniel Ek, fundador de Spotify, añadió en Twitter: Mi argumento es que se gana más que con las descargas si lo miras durante más de dos semanas. Cobras cada vez que alguien le da al play“.
Las cuentas que no salen
Las cuentas que no salenEn el negocio digital los grupos cobran por no hacer nada, pero los royalties y derechos de autor son la compensación que hemos elegido para una profesión en la que lo habitual es trabajar sin cobrar. Las recomendaciones, listas y radios sirven como plataforma para los grupos que están empezando. Su sistema de micropagos beneficia principalmente a grupos cuyo catálogo es voluminoso y no necesita promoción, como U2. A los músicos como Damon Krukowski, de Galaxie 500 y Damon & Naomi no le salen las cuentas:
“El single Tugboat de Galaxie 500, por ejemplo, sonó 7.800 veces en Pandora el primer cuatrimestre, por lo que los tres autores nos repartimos un total de 21 céntimos de dólar, siete céntimos cada uno. Spotify paga mejor: por las 5.960 veces que sonó Tugboat, los miembros de Galaxie 500 alcanzamos un número de tres cifras: 1,05 dólares (35 céntimos cada uno)”.
Krukowski explicaba así que, para ganar los mismos royalties que ganarían vendiendo un sólo LP, sus canciones tendrían que sonar 312.000 veces en Pandora o 47.680 en Spotify. Según David Lowery de Cracker and Camper Van Beethoven su canción sonó más de un millón de veces en Pandora y generó menos royalties que la venta de una sola camiseta (Pandora asegura que no es así).
“El streaming conviene a los grandes catálogos pero no puede funcionar como motor de la nueva música”, ha dicho Godrich. “Spotify y el resto tienen que asumir este hecho y cambiar el modelo para las nuevas canciones o los productores de nueva música tendrán que echar el resto y votar marchándose”.
La gran burbuja de la música online
La gran burbuja de la música onlinePandora tiene más de 70 millones de usuarios y Spotify 24 millones, seis de los cuales pagan una cuota mensual por ahorrarse los anuncios. No son el mismo servicio; Pandora es una radio y Spotify un canal de música a la carta, con todas las consecuencias legales que implica esa diferencia, pero entre los dos se han comido el 20% del mercado (repartiéndose las migas están Rdio, Rhapsody, Soundcloud y fenómenos locales como Anghami en Oriente Medio o Dhingana en la India).
En cualquier caso, todos están en números rojos. “Ni siquiera a Spotify le salen los números todavía –tuiteaba Nigel Godrich–. Pero no se trata de eso. Se trata de establecer un modelo que tenga muchísimo valor. Mientras tanto, los sellos y artistas pequeños no pueden ni pagar la luz.” No es el primero en acusar a la industria de haber creado una burbuja de la que todos se ven perjudicados menos ellos.
“Pandora y Spotify no venden productos; venden acceso, un trozo de la acción –explica Damon Krukowski en su editorial para Pitchfork–. Firma y ganaremos todos. Pero aquí está el problema: Pandora y Spotify no ganan nada con su servicio tampoco. En el primer cuatrimestre de 2012, Pandora declaró pérdidas de más de 20 millones de dólares y el resto del año invirtió 202 millones sólo en catálogo. En cuanto a Spotify, su último informe anual (2011) revela pérdidas de 56 millones”.
Krukowski advierte que no son discográficas (aunque sus accionistas lo sean) y que su negocio no es la música sino la especulación. Para los que ya tienen un trozo de ese capital especulativo (como Facebook), las dos empresas están siendo verdaderamente rentables. Sólo en 2012, los ejecutivos de Pandora vendieron 63 millones de acciones de la compañía. El mismo Daniel Ek ha dicho: “La cuestión de si somos o no rentables es irrelevante. Nuestro objetivo es crecer. Esa es la prioridad número uno, dos, tres, cuatro y cinco”.
La próxima jugada de Apple
La próxima jugada de AppleCon un 63% del mercado de 5.600 millones de dólares, iTunes no se puede quejar, pero lo hace: en 2010 tenía el 69% y su cuota es la más baja desde 2006. Cuando nació, hace exactamente diez años, Steve Jobs se pudo embolsar una audiencia que prefería pagar 99 céntimos por canción a vivir aterrorizada por la RIAA, pero hoy casi todo el mundo prefiere pagar 10 dólares al mes por acceder a un catálogo infinito que descargarse una fracción minúscula de él.
Su iTunes Radio llega tarde a la fiesta pero lo hace con la cartera llena. Según el Wall Street Journal, Apple piensa pagar 0,13 céntimos y el 15% de la venta de publicidad por cada canción que suene en iTunes Radio durante el primer año, y subir a 0,14 y 19% en el segundo. La cuestión es qué porcentaje llegará a los músicos y eso depende de los grandes sellos, que son los grandes beneficiarios de todo y por eso están tan contentos. “Yo no soy parte del pasado, soy parte del futuro –decía hace un año el jefe de Universal, la discográfica más grande del mundo–. Es una nueva filosofía, una nueva mentalidad”.
“Wow a la pataleta anti-Spotify de @thomyorke”, tuiteaba Tim Quirk. “Olvida mencionar que los artistas cobran lo que han negociado sus sellos”. Según Quirk, no se puede culpar a los servicios de streaming por la economía en la que operan. “Las cifras son el síntoma, no la causa”. Pero, según el jefe ejecutivo de Google Play, la culpa no es de los ejecutivos sino de los fans, que “no están dispuestos a pagar cuotas mensuales más altas para que se pague mejor a los artistas”.
El futuro es borroso para todos. Yorke y Godrich no son los únicos grandes nombres que han rechazado a la compañía finlandesa. La lista incluye a los Beatles, AC/DC, Black Keys, ColdPlay, Tom Waits y Adele. Pero, mientras unos se van, otros llegan. Hace un mes, Pink Floyd entregó su catálogo a la compañía. Godrich también tiene algo que decir sobre eso: “Si la gente hubiera podido escuchar música en Spotify en lugar de comprar discos en 1973, hoy no existiría Dark Side of the Moon”.