Tras meses de incertidumbre, la deriva de Twitter en los últimos tiempos se ha cobrado sus dos primeras víctimas: una parte de su filosofía original y su CEO, Dick Costolo.
Por una parte, al director ejecutivo de la red social le quedan poco más de dos semanas en el puesto que ocupa desde 2010, después de que ayer se anunciara que Twitter inicia su transición hacia el nombramiento de un nuevo CEO: Costolo lo deja el 1 de julio y Jack Dorsey, uno de los fundadores de la red social, ocupará el cargo de forma interina hasta que se nombre a un nuevo director ejecutivo.
Ese cambio en los despachos de Twitter va acompañado de un golpe de timón que afecta a los principios de la plataforma. Si Twitter es conocida como la red social de los 140 caracteres, a partir del 1 de julio esa descripción no será del todo exacta.
Tal y como anunciaba ayer The Verge, el mismo día que Costolo abandone el cargo de CEO, la extensión de los mensajes privados de Twitter dejará de estar limitada a esos concisos 140 caracteres. Desde el próximo 1 de julio, los usuarios de la red social podrán enviar mensajes privados de hasta 10.000 caracteres.
No es el primer cambio que hace Twitter en lo que se refiere a sus mensajes directos. A comienzos de año, la red social abrió la posibilidad de enviar mensajes directos en grupo, y hace poco más de un mes abrió la puerta al envío de mensajes a usuarios que no fueran seguidores del emisor. El cambio que ahora se anuncia, sin embargo, es distinto: pone fin a la brevedad que Twitter había llevado por bandera desde sus orígenes. El límite de los 140 caracteres era mucho más que un límite: era la filosofía y la razón de ser de Twitter.
El culpable está en Wall Street
Mientras estos cambios pueden resultar extraños para los usuarios, ya que, aparentemente, nada parece haber ido a peor en el servicio que justifique el baile de sillas, lo cierto es que desde que la red social saliera a bolsa a finales de 2013, sus responsables no solo tienen que responder ante los usuarios: antes, deben rendir cuentas a los inversores.
En aquel lejano diciembre de 2013, el futuro de Twitter tras comenzar su andadura bursátil en Wall Street parecía prometedor. Sin embargo, solo era el comienzo de un recorrido cuesta abajo. Tras alcanzar su valor máximo en enero de 2013, las acciones de Twitter no han hecho sino perder valor en la bolsa neoyorquina.
Con altibajos, los valores de la compañía tocaron fondo en mayo de 2014 y, tras una pasajera recuperación, volvieron a desplomarse a finales del pasado mes de abril: cada acción valía 37 dólares, algo por debajo del valor inicial con el que Twitter iniciaba su andadura casi dos años antes.
Así, la dimisión de Costolo es la reacción que los inversores esperaban tras dos años de incertidumbre bursátil. De hecho, el valor de las acciones de Twitter se incrementó tras el anuncio más de un 8%. Por su parte, el cambio en la extensión de los mensajes directos es toda una declaración de intenciones: en la red social están dispuestos a dar un giro a su filosofía para que este pájaro remonte el vuelo.
Los problemas que han desencadenado la avalancha de cambios en Twitter, más allá de su dudoso éxito bursátil, son principalmente dos: su estancamiento en número de usuarios (ya no crecían al ritmo de los buenos tiempos) y, sobre todo, la dificultad a la hora de monetizar el tráfico generado por sus más de 500 millones de usuarios. Convertir en ingresos esa inmensa masa de tuiteros ha sido el talón de Aquiles de la red social.
Por delante, Twitter tiene el reto de encontrar a un CEO que sepa responder a las expectativas de los inversores. El paso de Dorsey por el despacho de Costolo es provisional, y en Wall Street todos esperan la llegada de alguien de fuera que coja las riendas de la compañía. Alguien que, además de controlar el mundo empresarial y de la publicidad, tenga credibilidad en el apartado más tecnológico para que la empresa siga innovando, presentando nuevos productos y servicios y creciendo a la velocidad de antaño.
Costolo ya no será la cabeza visible de la red social y los mensajes privados dejarán de ser cortos. Eso es lo único que, a día de hoy, Twitter sabe sobre su propio futuro.