¿Puede el decrecimiento entrar en los Parlamentos? ¿Cuán grande sería su electorado? ¿Qué propuestas políticas deberían presentarse? ¿Cómo construir sinergias entre los movimientos sociales de base y la política institucional?
Estas son algunas de las preguntas que han estado como mínimo desde hace una década en el debate europeo. Al menos desde 2008, cuando se realizó la primera conferencia internacional sobre decrecimiento en París. Luego, en 2009, el entonces presidente de la Comisión de Desarrollo Sostenible del Reino Unido, Tim Jackson, publicó un influyente informe titulado ¿Prosperidad sin crecimiento?. Más recientemente, el profesor Jackson ha promovido la formación de una comisión parlamentaria interpartidista sobre límites al crecimiento en el Reino Unido.
El All Party Parliamentary Group on limits to growth (APPG) ha recibido múltiples apoyos, incluyendo el del Partido Verde y su parlamentaria Caroline Lucas. El AAPG tiene como objetivo “crear el espacio para dialogar sobre los límites ambientales y sociales al crecimiento, evaluar las evidencias de tales límites, identificar los riesgos, apoyar las respuestas apropiadas y contribuir al debate internacional sobre la redefinición de la prosperidad”.
La iniciativa forma parte de una larga tradición que busca promover una agenda “pos-crecimiento” dentro de los parlamentos de Europa, incluyendo las recientes comisiones parlamentarias en Francia (Comisión de Medición del Desempeño Económico y Progreso Social) y Alemania (Comisión Enquete sobre Crecimiento, Prosperidad y Calidad de Vida).
Entre las actividades del grupo parlamentario AAPG se encuentra la organización de debates dentro de la Cámara de los Comunes. Recientemente, tuve la oportunidad de participar en uno de estos encuentros, titulado ¿El fin del crecimiento?, en donde sus moderadores (Tim Jackson y Caroline Lucas) preguntaron: ¿Sigue el crecimiento económico teniendo un rol en la búsqueda de la prosperidad sostenible?
Los panelistas incluían a Kate Raworth (autora de Doughnut Economics), Jørgen Randers (co-autor del estudio de 1972 sobre Los limites al crecimiento) y Graeme Maxton (secretario general del Club de Roma). Creo que hubo un consenso general entre los panelistas sobre el hecho de que el crecimiento económico, más que una panacea para resolver todos los problemas sociales, es en sí mismo un problema. No obstante, si bien estuvimos de acuerdo sobre el diagnóstico, surgieron diferencias al hablar del pronóstico. Vale decir, lo que yo llamaría la política del decrecimiento sostenible: ¿qué hay que hacer? ¿Cómo vamos a hacerlo? ¿Quién va a hacerlo? ¿Y para quién?
Durante el debate hice todo lo posible por defender el decrecimiento, argumentando que necesitamos enfocarnos en el decrecimiento y no sólo en “los límites al crecimiento” o la transición “más allá del crecimiento”. Permítanme explicar por qué.
En el artículo ¿Qué es el decrecimiento? concluimos que “generalmente, el decrecimiento desafía la hegemonía del crecimiento y exige una reducción redistributiva y democrática de la producción y el consumo en los países industrializados. Ello como medio para lograr la sostenibilidad ambiental, la justicia social y el bienestar”. En este sentido, el decrecimiento no se plantea como un fin en sí mismo, sino como un medio. El enfoque, por lo tanto, no debe ser únicamente en “menos” sino en “diferente”.
Ahora bien, ¿es posible una apertura política? El decrecimiento ya ha tenido cierto impacto, al menos en el sur de Europa, donde los primeros ministros Nicolas Sarkozy y Matteo Renzi vieron la necesidad de abordarlo, aunque haya sido únicamente para descartarlo. Por otro lado, el decrecimiento ha sido ampliamente debatido en los medios de comunicación y actualmente recibe el apoyo de por lo menos cuatros líderes políticos europeos: Florent Marcellesi de Equo y Juan Carlos Monedero de Podemos en España, Beppe Grillo del Movimento 5 Stelle en Italia y Benoît Hamon en Francia, exministro y actual candidato de las elecciones presidenciales por el Partido Socialista.
En otras partes del mundo también está ocurriendo. Por ejemplo, el senador Cristovam Buarque enalteció la propuesta del decrecimiento en el Congreso brasileño en 2010. Esto no es un fenómeno nuevo, sino el resurgimiento un debate que inició en los años 1970 sobre los límites del crecimiento. Por ejemplo, en 1972 Sicco Mansholt, un socialdemócrata holandés que era también comisario de agricultura de la UE, escribió una carta al presidente Malfatti instándole a abordar seriamente y con urgencia los límites del crecimiento para la política económica de la UE. Dos meses después Mansholt se convirtió en presidente, pero su mandato fue tan corto que resultó imposible empujar una agenda sobre “crecimiento cero” (o “más allá del crecimiento”).
No hay duda de que hay numerosos obstáculos para que el decrecimiento se abra un espacio en la política institucional. Sin embargo, la crisis financiera de 2008 ayudó a revivir este debate y la misma ha cambiado profundamente la opinión de los ciudadanos sobre la economía.
Un reciente estudio sobre opinión pública realizado por colegas de la Universidad Autónoma de Barcelona buscó conocer la relación entre el crecimiento económico, el medio ambiente y la prosperidad en España. El estudio muestra que, aunque una mayoría considera que el crecimiento y la sostenibilidad ambiental son aún compatibles (crecimiento verde), alrededor de un tercio prefiere ignorar el crecimiento como un fin (acrecimiento), o detenerlo por completo (decrecimiento). Muy pocas personas prefieren un crecimiento incondicional (crecimiento a cualquier costo).
Resulta difícil determinar qué es lo que impulsa la opinión de los ciudadanos, pero el hecho de que figuras tan influyentes como el Papa Francisco aboguen por el decrecimiento definitivamente ayuda. La pregunta que surge entonces es: ¿por qué si hay un “electorado”, o al menos un grupo que está anuente al debate sobre el decrecimiento, hay tan pocos políticos que se atreven a hablar sobre esto?
En la pasada 5º conferencia internacional sobre decrecimiento en Budapest organizamos un debate enfocado al «Decrecimiento en los parlamentos», con cuatro diputados de diferentes países de la UE discutiendo sobre los desafíos que han enfrentado en el camino para promover la agenda del decrecimiento en sus partidos y respectivos parlamentos (el debate puede ser visto aquí). También hay esfuerzos por concretar propuestas políticas de decrecimiento como las que estamos desarrollando colectivamente en Research & Degrowth, grupo al que pertenezco. En nuestro libro Decrecimiento: Vocabulario para una nueva era (ahora publicado en 10 idiomas) exploramos algunas de estas oportunidades, incorporando ideas sobre la renta básica, auditoría de la deuda, dinero público, reducción del tiempo de trabajo y trabajo compartido.
En conclusión, permítanme apuntalar nuestra hipótesis. Si el crecimiento ha sido un pilar central de la estabilidad en los países ricos a lo largo del siglo XX, entonces es razonable argumentar que la falta de crecimiento en estas sociedades muy probablemente genere inestabilidad. Propongo leer bajo esta misma óptica las coyunturas políticas emergentes, que van desde Trump hasta el Brexit, e incluyen un aumento generalizado las derechas autoritarias. Recientemente, el Wall Street Journal sostuvo que “En Europa, como en Estados Unidos, los votantes están enojados con las élites políticas y frustrados por el crecimiento lento”. Todo ello coloca al fin del crecimiento económico justo en el centro de la política del siglo XXI, tanto dentro como fuera de los Parlamentos.
¿Por cuánto tiempo seguiremos sacrificando todo con políticas de austeridad en nombre del crecimiento? ¿Hasta qué punto los debates dominantes serán capaces de apoyar el espejismo del crecimiento? ¿Cómo y quiénes van a desafiar el descontento que surge del lento crecimiento en las sociedades basadas en el crecimiento? ¿Podemos dar a esta frustración un nuevo sentido y dirección, aparte de la del cierre y la fobia?
Bienvenidos a la era de la política pos-crecimiento. Como Tim Jackson y Peter A. Victor argumentaron en The New York Times: “Imaginar un mundo sin crecimiento es una de las tareas más vitales y urgentes para la sociedad”.