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En el filo de la navaja. ¿Reconstrucción ecosocial en España?

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La expresión “en el filo de la navaja” hace referencia a una situación complicada, frente a la que las alternativas que se elijan tienen dificultades y resultados radicalmente diferentes.

Como se muestra en la investigación realizada, ésta es la situación en la que se encuentra el planeta a comienzos del 2022. El crecimiento poblacional, el incremento de la ocupación y transformación de tierras con la destrucción de ecosistemas y biodiversidad, la promoción de una sociedad de consumo capitalista globalizada con un sector financiero-especulativo dominante, el grave aumento de las desigualdades territoriales y sociales, una revolución científico-técnica puesta básicamente al servicio del beneficio de multinacionales (con la incidencia expansiva del capitalismo de vigilancia), y un crecimiento continuo del malestar en las clases medias y más desfavorecidas, unidos a los efectos negativos crecientes del calentamiento global (con su incidencia sobre la inseguridad alimentaria, potenciando migraciones ambientales), no dejan margen para el optimismo sobre la evolución de la sociedad y del planeta, si no se reacciona mucho más radicalmente ante los problemas existentes.

A esto se sumaría un clima global de fragmentación política y el incremento de tensiones geopolíticas, en un marco en el que se hacen más probables conflictos militares. Y un malestar social, incrementado por las restricciones para prevenir contagios, por el deterioro de las condiciones de vida pre-pandemia (ocio, relación social directa...); así como por un aumento de precios ligado a la fragilidad actual de la logística global, derivada de los efectos de la pandemia, y de la presión sobre materias primas, minerales y energía.

La pandemia originó, en 2020, una crisis de dimensiones desconocidas en los últimos setenta años. Como en todas las crisis históricas del capitalismo, los poderes públicos y las élites han reaccionado para reproducir y mantener el sistema. Pero en ésta, la respuesta pública ha más que triplicado las ayudas producidas en la crisis financiero-especulativa iniciada en 2008. Sus principales beneficiarios, en términos absolutos, han sido –directa o indirectamente- las grandes multinacionales, el capital riesgo y la especulación financiera, porque la extraordinaria liquidez generada por los Bancos centrales, con muy bajos tipos de interés, ha potenciado alzas en los mercados bursátiles con muy fuertes plusvalías para los especuladores y los accionistas, lo que ha incrementado fuertemente las desigualdades personales en ingresos y en riqueza.

Complementariamente, han provocado un aumento de los déficits y del endeudamiento público, con un alto riesgo de inestabilidad si el repunte de la inflación, con un importante peso de intereses geopolíticos y especulativos en el precio de la energía, da lugar al alza de los tipos de interés y a la reacción financiero-especulativa contra países y monedas con tasas record de déficit público y elevados niveles de endeudamiento público y privado, como es el caso español.

La Unión Europea aprobó, en 2019, el “European New Green Deal” para abrir un ciclo expansivo de “capitalismo verde” compatible con el objetivo de descarbonización socioeconómica para el 2050. La irrupción de la Covid-19, en marzo de 2020, implicó un cambio radical en sus políticas de contracción del gasto público, estableciendo mecanismos de respuesta (NEXT GENERATION EU y Mecanismo de Recuperación y Resiliencia –MRR-, fundamentalmente) orientados prioritariamente a una transición energética y digital, y a una recuperación socioeconómica más justa y cohesionada, aunque con una excesiva confianza en los avances científicos para solventar los problemas de insostenibilidad que nos han traído hasta aquí.

En este marco, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia Español (PRTRE), aprobado y valorado muy positivamente por la CE, permite el acceso a 140.000 millones de euros procedentes del MRR, entre 2021 y 2026, y es una gran oportunidad para la trasformación del modelo de desarrollo español: España verde, España digital, España sin brechas de género y España cohesionada e inclusiva.

Su éxito depende de una gestión eficaz y eficiente, dificultada por una administración pública española con demasiadas rigideces, y por la oposición de una derecha española, cuya radicalidad va creciendo según se acercan las elecciones, esperando hacer fracasar su aplicación.

El PRTRE potencia las actuaciones públicas en el fomento de la transición ecológica, insuficiente en muchos aspectos, pero que puede suponer un claro avance desde el punto de vista de la descarbonización, de la emergencia de comunidades energéticas renovables y de la protección del patrimonio natural. Y también lo hace en la mitigación de los efectos socioeconómicos más negativos de las medidas para proteger la salud frente a la pandemia, promoviendo el empleo y la actividad económica, en gran parte recuperando procesos productivos previos no precisamente óptimos ecosocialmente, pero enmarcados, en todo caso, en las grandes líneas de las políticas y objetivos europeos.

Pese a los avances esperables, la investigación concluye que es inviable una transición ecosocial (ambientalmente sostenible, socioeconómicamente cohesionada y territorialmente equilibrada) en el marco de la actual sociedad capitalista global de consumo, que se está viendo reforzada tras la crisis del Covid-19, con claras inercias y resistencias (sobre todo de las élites) al cambio necesario.

La transición hacia la sostenibilidad solo es viable si se producen grandes cambios en el consumo y en el estilo de vida occidental, que complementen los potenciales avances tecnológicos en descarbonización y desmaterialización (ingeniería/economía circular y eficiencia en el uso de recursos). Pero estos cambios son contradictorios con la actual sociedad, regida por intereses centrados en el beneficio individual y en la especulación financiera, que promueve una economía y una cultura que incitan a la expansión del consumo y al crecimiento del PIB, inhibe el cambio social necesario y hace insuficientes globalmente los avances programados en la eficiencia de los recursos, en la protección ambiental o en el uso de nuevas tecnologías.

Nos enfrentamos a un futuro global complejo, volátil y tremendamente inestable. El calentamiento global ya se sitúa en 1,2ºC por encima de los niveles preindustriales. El Pacto Climático de Glasgow, de noviembre de 2021, y los nuevos compromisos climáticos asumidos, son insuficientes para evitar el riesgo de incrementos de temperatura científicamente reconocidos como críticos.

Si no se enfrentan globalmente los riesgos ambientales y estos se superponen con una mayor fragmentación y desigualdad social, los resultados finales pueden ser fuertemente dramáticos para el devenir global, con el riesgo de que se pierda la confianza en las instituciones económicas y políticas actuales, se deteriore la democracia y aumenten las soluciones autoritarias.

El nuevo libro que publica Foro Transiciones sobre la reconstrucción del país tras la pandemia, que da título a este artículo, sintetiza las conclusiones de la investigación realizada sobre las políticas públicas puestas en marcha por la UE y el gobierno de España, constatando que nos encontramos “en el filo de la navaja”. Las decisiones que se tomen en estos años marcarán el devenir de nuestra sociedad de una forma determinante, por lo que el Foro Transiciones plantea la urgencia de abrir un debate que llegue a todos los rincones del país. Necesitamos impulsar una actitud informada, proactiva y exigente por parte de la ciudadanía, porque sin ella será prácticamente imposible alumbrar los nuevos paradigmas y relatos que lo excepcional de la situación requiere.

La expresión “en el filo de la navaja” hace referencia a una situación complicada, frente a la que las alternativas que se elijan tienen dificultades y resultados radicalmente diferentes.

Como se muestra en la investigación realizada, ésta es la situación en la que se encuentra el planeta a comienzos del 2022. El crecimiento poblacional, el incremento de la ocupación y transformación de tierras con la destrucción de ecosistemas y biodiversidad, la promoción de una sociedad de consumo capitalista globalizada con un sector financiero-especulativo dominante, el grave aumento de las desigualdades territoriales y sociales, una revolución científico-técnica puesta básicamente al servicio del beneficio de multinacionales (con la incidencia expansiva del capitalismo de vigilancia), y un crecimiento continuo del malestar en las clases medias y más desfavorecidas, unidos a los efectos negativos crecientes del calentamiento global (con su incidencia sobre la inseguridad alimentaria, potenciando migraciones ambientales), no dejan margen para el optimismo sobre la evolución de la sociedad y del planeta, si no se reacciona mucho más radicalmente ante los problemas existentes.