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Rebeldes con causa, el último internacionalismo esperanzado

La cuenta atrás ha comenzado. La rebelión está aquí. Llevábamos décadas escuchando voces de alarma ante el colapso ecológico y social al que nos conduce el cambio climático. Lo que ha irrumpido ahora con fuerza es la cuenta atrás de la reacción ciudadana, también global, que se moviliza para que los gobiernos se tomen en serio la emergencia climática. Es Extinction Rebellion, surge en el Reino Unido y se expande con rapidez por todo el planeta. La rebelión global comenzó el 15 de abril y continuará “hasta que los poderes políticos y económicos se decidan a tomar las drásticas y urgentes medidas necesarias para evitar el colapso de nuestra civilización y de los ecosistemas terrestres y marinos”.

En Reino Unido han ganado la primera batalla. Ha sido el primer país en declararse en emergencia climática, respondiendo a las demandas de Extinction Rebellion. Justo antes, Londres - capital financiera, ciudad global- nos había regalado imágenes inauditas de más de diez días de bloqueos masivos y pacíficos en cuatro espacios emblemáticos del centro de la ciudad. La acción de desobediencia civil ha dejado cientos de titulares, más de mil detenidos e historias conmovedoras como la de Mr Kingston, encaramado al techo de un tren donde celebra su 83 cumpleaños, impidiendo su circulación, en nombre de sus nietos y “el planeta que les estamos dejando”. Se acabó el tiempo de discursos y retórica. Cuando ni gobiernos ni fuerzas políticas están a la altura del reto al que nos enfrentamos, la ciudadanía opta por aplicar el derecho a la rebelión para evitar un mal mayor. El panorama internacional se puebla de científicas que abandonan sus laboratorios e investigaciones y pasan a la acción directa no violenta, de cientos de miles de jóvenes tomando la iniciativa y saliendo a las calles por el futuro, de personas “de a pie” que no quieren quedarse de brazos cruzados ante el colapso. Puede que fracasen, pero podrán decir que, al menos, lo intentaron.

La llamada internacional a la desobediencia civil se basa en acciones noviolentas, cada vez de mayor escala y cada vez más disruptivas. Entienden que es lo único que puede generar los cambios necesarios para nuestra supervivencia y la de la Comunidad de la Vida en la Tierra. La historia demuestra que movilizando entre un 2 y un 3 % de la población, de manera activa y permanente, con acción directa noviolenta han logrado ejercer suficiente presión política como para que los gobernantes les escucharan e iniciaran los cambios.

¿Esta vez sí? Intentos de movilizaciones internacionales por múltiples causas fundamentales ha habido muchos: los tratados de libre comercio, transgénicos, el poder corporativo... la lista es larga. Dos elementos destacan en el nuevo movimiento rebelde: Trabajan sobre tres demandas muy directas: que los gobiernos digan la verdad sobre la gravedad de la situación, que adopten políticas que conduzcan a un balance cero de emisiones CO2 en 2025 (que pasa necesariamente por acabar con la sociedad del despilfarro y el consumismo) y que se creen asambleas ciudadanas para supervisar el proceso. Su objetivo no se dirige a un sector concreto, eso no es suficiente; el reto global necesita cambios también globales y radicales. Les mueve la preocupación por el conjunto de la vida con la que compartimos el planeta, las reclamaciones no se plantean solo pensando en la especie humana, es una rebelión contra la extinción masiva de especies (y el programa de naciones unidas habla de 150-200 especies que se extinguen cada día). Tampoco es solo un movimiento climático, puesto que el cambio climático es el reflejo de un sistema tóxico, hay que cambiar ese sistema, según esgrime Stuart Basden, uno de sus impulsores iniciales..

Por otro lado, apuesta decididamente por la acción directa noviolenta de una manera abierta, pública, -no es un movimiento clandestino- e inclusiva, acepta a cualquier persona que se sienta impelida a pasar a la acción. A diferencia de tantos otros movimientos, en su inmensa mayoría no lo impulsan organizaciones ya establecidas, no son otra vez los grupos ecologistas ni los anticapitalistas con soflamas renovadas. Está consiguiendo canalizar energía de muchas más personas que no participaban en convocatorias de esas organizaciones ya consolidadas.

Y está consiguiendo extenderse con rapidez. ¿Cómo se organiza una rebelión global y cómo aterriza en nuestros territorios? En nuestro caso, la rebelión llegó al estado español con el otoño, en 2018. Rebelión contra la Extinción, comenzó como un pequeño grupo de personas, la mayoría de origen internacional y que ni se conocían, y en muy pocos meses se han organizado más de 20 grupos y nodos por todo el territorio, cada día aumentan las adhesiones y las declaraciones de rebelión.

También en Reino Unido comenzó con pequeños grupos, que se fueron multiplicando hasta alcanzar una masa crítica. En octubre, desde la base en Reino Unido, compartían con satisfacción que eran ya más de 400 personas dispuestas a ir a la cárcel por la rebelión. En abril han detenido a más de 1.000 y la cifra podría haber seguido creciendo. Activistas no faltaban. Aquí en el estado español también son ya cientos de personas que se declaran dispuestas a ser detenidas.

El mensaje es directo, las ideas muy claras fácilmente comunicables y comprensibles. No entra a concretar propuestas, así que pueden parecer planas y demasiado generales, e incluso irreales; en algunos sectores genera mucho escepticismo. Pero puesto que hay otras organizaciones que llevan reclamando nuevos modelos, XR no viene a sustituirlas. En el reparto de papeles para conseguir los cambios necesarios, el de la rebelión es atraer los focos y meter presión. Pero no es solo eso. Más allá de las propuestas políticas, la rebelión sí que apunta un modelo, sobre todo un modelo de relaciones, que pone la vida en el centro. No solo la vida humana, también la del resto de las especies con las que compartimos el planeta, de las que dependemos. Y apunta a su vez cambios en el plano material, apuntando hacia dónde redirigirnos: aplicar la tecnología a los objetivos de cero emisiones netas en 2025, reorganizar el transporte, la alimentación, la producción y consumo…

El movimiento se construye paso a paso, con la energía que da ser parte de un movimiento internacional por la justicia climática, con voluntad de compartir el camino con otros grupos como Fridays For Future, Juventud por el Clima, Madres por el Clima o Rebelión por el Clima. Cuenta también con la referencia de Reino Unido, que va documentando el proceso, aportando todo tipo de guías y orientaciones, que ha mostrado lo que se puede lograr en un año de intensa actividad.

Después del 15 de abril, de los primeros Die-In, Rebelión contra la Extinción aquí está preparando las acciones de las próximas semanas. Uno de los motos es “Cuando acaba la esperanza, comienza la acción”. No hay atajos, pero paradójicamente, con Extinction Rebellion, hemos recuperado algo de esperanza. Nos vernos mano a mano con jóvenes conscientes, capaces, con una gran sabiduría existencial. Les va el futuro en ello. No solo el suyo, la supervivencia de demasiadas especies está en juego.. No queda tiempo que perder: Rebelión o Extinción.

Más información: https://www.extinctionrebellion.es/portal/

info@extinctionrebellion.es

La cuenta atrás ha comenzado. La rebelión está aquí. Llevábamos décadas escuchando voces de alarma ante el colapso ecológico y social al que nos conduce el cambio climático. Lo que ha irrumpido ahora con fuerza es la cuenta atrás de la reacción ciudadana, también global, que se moviliza para que los gobiernos se tomen en serio la emergencia climática. Es Extinction Rebellion, surge en el Reino Unido y se expande con rapidez por todo el planeta. La rebelión global comenzó el 15 de abril y continuará “hasta que los poderes políticos y económicos se decidan a tomar las drásticas y urgentes medidas necesarias para evitar el colapso de nuestra civilización y de los ecosistemas terrestres y marinos”.

En Reino Unido han ganado la primera batalla. Ha sido el primer país en declararse en emergencia climática, respondiendo a las demandas de Extinction Rebellion. Justo antes, Londres - capital financiera, ciudad global- nos había regalado imágenes inauditas de más de diez días de bloqueos masivos y pacíficos en cuatro espacios emblemáticos del centro de la ciudad. La acción de desobediencia civil ha dejado cientos de titulares, más de mil detenidos e historias conmovedoras como la de Mr Kingston, encaramado al techo de un tren donde celebra su 83 cumpleaños, impidiendo su circulación, en nombre de sus nietos y “el planeta que les estamos dejando”. Se acabó el tiempo de discursos y retórica. Cuando ni gobiernos ni fuerzas políticas están a la altura del reto al que nos enfrentamos, la ciudadanía opta por aplicar el derecho a la rebelión para evitar un mal mayor. El panorama internacional se puebla de científicas que abandonan sus laboratorios e investigaciones y pasan a la acción directa no violenta, de cientos de miles de jóvenes tomando la iniciativa y saliendo a las calles por el futuro, de personas “de a pie” que no quieren quedarse de brazos cruzados ante el colapso. Puede que fracasen, pero podrán decir que, al menos, lo intentaron.