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Opinión - Ni liderazgo ni autoridad. Por Esther Palomera

Cisjordania, ¿la nueva Nakba del pueblo palestino?

Jana Hassan

Vivir bajo amenazas y con temor a llegar un día a tu casa o a tus tierras y que colonos israelíes las hayan ocupado y robado. Sin permiso y con total impunidad. Este es el drama que, durante las últimas semanas, están viviendo los residentes de la aldea palestina de Beita, ubicada al sureste de Nablus, en Cisjordania. La familia de Akram Jarwan, residente de esta comunidad y refugiado de Palestina, ya sabe lo que es perder su hogar y ser desplazada, tras verse obligados a dejar su ciudad de origen, Lod, durante la Nakba de 1948. Ahora su familia se enfrenta a la de los colonos respaldados por el gobierno de Israel, y a sus represalias durante las protestas en contra de sus operaciones.

El padre de Jarwan tenía solo 12 años cuando se convirtió en refugiado en Beita y ahora su hijo corre de nuevo el riesgo de perder su hogar y sus tierras. A principios de mayo, un grupo de colonos israelíes establecieron un asentamiento de caravanas, apoyado por las autoridades israelíes, en Jabal Sobeih, un punto estratégico y donde los residentes de Beita trabajan sus olivares.

Empezaron con 20 caravanas, ahora ya son más de 65. “Como cualquier otro palestino, Jabal Sobeih significa mucho para mí porque es parte de mi país”, dice Jarwan. Además, aclara que el establecimiento de este asentamiento en la montaña significa que, cada vez más, van a ir avanzando y ganando terreno, por lo que teme que una nueva ‘Nakba’ les esté esperando. “No se detendrán hasta que las fuerzas israelíes nos desplacen a todos. Cada centímetro de nuestras tierras está bajo la amenaza de ser atacado”.

Jabal Sobeih se encuentra en la carretera principal que une el extremo norte de Cisjordania con la gobernación de Nablus, en el corazón de un grupo de 25 aldeas palestinas. Su valor estratégico para las fuerzas israelíes es indiscutible pudiendo conectar así sus asentamientos en las distintas aldeas y dividir los pueblos palestinos. “Este asentamiento no solo amenaza a mi hogar sino a toda Cisjordania”, explica Jarwan, que es consciente de que estas limitaciones de movilidad también les privan de visitar a sus familiares en otras ciudades.

Jarwan no es el único que se niega a abandonar su aldea, ni tampoco es el único que se resiste a la ocupación. Esta amenaza ha provocado numerosas protestas y manifestaciones en las que varios menores han sido asesinados y, según las últimas estimaciones, alrededor de 1.000 personas han resultado heridas. “Siento lástima por los niños y jóvenes que han perdido la vida injustamente por negarse a dejar sus tierras que tan arduamente han trabajado sus familias”.

“Los palestinos dependemos de la agricultura y Jabal Sobeih está repleto de olivos, una de las posesiones más valiosas para nosotros, pero los colonos los queman y los cortan todos los días, continuamente. Afecta a nuestra economía y también a nuestra salud, física y mental”. La presencia de los colonos causa pánico entre los residentes que han decidido proteger sus tierras antes de volver a vivir una nueva ‘Nakba’.

Jarwan afirma que las autoridades israelís llevan a cabo sus operaciones de forma sistemática contra jóvenes y menores con el pretexto de “proteger a los colonos” que intentan robar tierras palestinas.

Recientemente, la ONU ha acusado a Israel de violar el Derecho Internacional al expandir los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este. Los asentamientos “no tienen validez legal” según Naciones Unidas, que instó al gobierno del país a detener su expansión. En contraposición y a pesar de las advertencias, el gobierno israelí protege a los colonos y les ha proporcionado carreteras asfaltadas, suministros de agua y electricidad.

Actualmente, alrededor de 650.000 israelíes viven en los asentamientos ilegales en tierras palestinas confiscadas o robadas en la ocupada Cisjordania y Jerusalén Este. Hasta ahora, Beita era una de las únicas aldeas en Cisjordania sin asentamientos en su tierra, sin embargo, ahora la ocupación de Jabal Sobeih amenaza con el desplazamiento de sus ciudadanos a corto plazo. Una vez vaciada la aldea, ¿a dónde irán sus residentes?

“No quiero vivir la catástrofe que vivió mi padre, y no quiero que mis hijos vivan lo que yo viví como refugiado. Quiero que puedan volver a Lod y vivan una buena vida”, afirma Jarwan, y manifiesta su deseo de cumplir “el derecho a vivir en casa sin amenazas, ni temor a ser ocupada”.

Vivir bajo amenazas y con temor a llegar un día a tu casa o a tus tierras y que colonos israelíes las hayan ocupado y robado. Sin permiso y con total impunidad. Este es el drama que, durante las últimas semanas, están viviendo los residentes de la aldea palestina de Beita, ubicada al sureste de Nablus, en Cisjordania. La familia de Akram Jarwan, residente de esta comunidad y refugiado de Palestina, ya sabe lo que es perder su hogar y ser desplazada, tras verse obligados a dejar su ciudad de origen, Lod, durante la Nakba de 1948. Ahora su familia se enfrenta a la de los colonos respaldados por el gobierno de Israel, y a sus represalias durante las protestas en contra de sus operaciones.

El padre de Jarwan tenía solo 12 años cuando se convirtió en refugiado en Beita y ahora su hijo corre de nuevo el riesgo de perder su hogar y sus tierras. A principios de mayo, un grupo de colonos israelíes establecieron un asentamiento de caravanas, apoyado por las autoridades israelíes, en Jabal Sobeih, un punto estratégico y donde los residentes de Beita trabajan sus olivares.