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Por qué estalla la violencia en Gaza una y otra vez

Raquel Martí

Madrid —

Después de la escalada de la violencia vivida durante el pasado fin de semana, se restablece de nuevo la calma entre Israel y Gaza. Una calma seguramente efímera como viene siendo habitual. Tras 690 cohetes lanzados hacia Israel y 350 objetivos alcanzados por el ejército israelí en Gaza, el enfrentamiento más intenso desde la guerra del 2014 ha dejado un balance de 29 muertos (25 palestinos y 4 israelíes), además de dos centenares de heridos a ambos lados.

La escalada de la violencia comenzó el pasado viernes durante las protestas palestinas que se vienen celebrando desde hace un año en torno a la valla periférica de Israel con Gaza y que piden el fin del bloqueo y el retorno de los refugiados palestinos a sus hogares (existen 1,4 millones de refugiados de Palestina en Gaza). En esta última manifestación el ejército israelí mató tres manifestantes (dos más fallecerían más tarde por las heridas mortales causadas) e hirió a 110 civiles (incluidos 37 niños 3 mujeres, 4 paramédicos y 1 periodista). Al mismo tiempo dos soldados israelíes fueron heridos por disparos desde el lado palestino.

La revancha se llevó a cabo rápidamente con un ataque aéreo que mató dos palestinos pertenecientes a grupos armados, lo que a su vez desencadenó el sábado por la mañana el lanzamiento de cohetes por parte de Hamas. Poco después Israel ordenó cerrar los pasos fronterizos e iniciar un ataque masivo sobre Gaza que además de los muertos y heridos, destruyó 130 casas y dañó otras 700. En el lado israelí también se destruyeron o dañaron varias viviendas.

La violencia en la zona es cíclica e implacable con la población civil, pero para entenderla, se necesita algo más que la instantánea resumida en el párrafo anterior, hay que profundizar en sus raíces y analizar el contexto en el que se asienta para entender por qué estalla la violencia entre Israel y las facciones palestinas de Gaza una y otra vez.

Desde la llegada al poder de Hamas en el año 2007, Israel somete a un férreo bloqueo por tierra, mar y aire al enclave costero. Muchos de sus 1,9 millones de habitantes y la mayoría de sus más de ochocientos mil niños y niñas no han salido nunca de Gaza, pero tampoco ningún palestino de Cisjordania, o viviendo en cualquier otra parte del mundo, ha podido entrar en Gaza en estos últimos 12 años. Israel controla la entrada y salida de mercancías, el tipo de ítems que pueden entrar e incluso las cantidades que nunca satisfacen las necesidades más básicas de la población. No solo eso, también decide qué personas pueden salir y cuáles pueden visitar el enclave. Las primeras suelen ser enfermos que necesitan tratamiento, las segundas, personal humanitario o periodistas. Los permisos no siempre llegan a tiempo y muchas veces los enfermos mueren esperando.

Desde que se inició el bloqueo, Gaza ha vivido tres guerras, la última y más mortífera fue la del verano de 2014 que dejó 1.462 civiles muertos, incluyendo 551 niños y 11.231 heridos. Seis civiles israelíes y 67 soldados perdieron la vida y un millar y medio resultó herido, incluyendo 270 niños. La destrucción de viviendas en Gaza fue masiva. 150.000 viviendas resultaron dañadas, 12.520 totalmente destruidas y 6.455 severamente dañadas. Según la ONU, la destrucción masiva de casas se atribuyó a las prácticas adoptadas por Israel mediante los ataques aéreos y al fuego de artillería contra edificios residenciales, así como a la práctica de las facciones palestinas de lanzar ataques desde viviendas civiles o zonas pobladas. Muchas escuelas, guarderías, clínicas, hospitales, ambulancias, comercios, industrias, granjas e infraestructura como la central eléctrica o el abastecimiento de agua, también fueron objetivos frecuentes.

Resultado de los 12 años de bloqueo, de la violencia crónica y las restricciones en la frontera egipcia es el absoluto colapso de la economía del enclave costero. El desempleo alcanza al 54% de la población activa y la inseguridad alimentaria afecta al 68% de la población. UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, ha pasado de tener que repartir alimentos a 80.000 personas antes del bloqueo, a un millón de personas en la actualidad.

El bloqueo y las disputas entre la Autoridad Palestina y Hamas sobre el financiamiento y la tributación del combustible, han creado un déficit eléctrico crónico. La escasez de energía (una media de 4 a 6 horas diarias de luz en 2018) afecta gravemente la disponibilidad de servicios esenciales, en particular los de salud, agua y saneamiento, y ha socavado la frágil economía de la población.

El espacio marítimo también es controlado por Israel, el cual decide las millas náuticas en las que pueden faenar los pescadores palestinos. En los últimos años se mantuvo solo en 3 millas náuticas y fue ampliada para alcanzar la tregua del pasado mes de marzo. Durante todos estos años, los barcos pesqueros han recibido disparos de Israel, causando muertos y heridos y muchos barcos y aparejos de pesca han sido requisados.

El bloqueo también impide la entrada de equipamiento médico, medicamentos o productos sanitarios esenciales. El desabastecimiento en los hospitales es crónico y más del 40% de los medicamentos esenciales se encuentran fuera de stock a lo largo del año, los equipos están obsoletos y muchos de los que se estropean no pueden repararse debido a que el bloqueo impide la entrada de muchos de los repuestos necesarios.

Por si todo esto no fuera bastante, la central de tratamiento de aguas residuales se encuentra destruida desde el 2008 y es el motivo por el cual se vierten unos 90.000 metros cúbicos diarios de aguas sin tratar al Mediterráneo. La contaminación y la salinización de los acuíferos ha producido que el 96% del agua en Gaza no sea apta para el consumo, y solo aquellos que pueden pagar el coste del agua embotellada están fuera de peligro. Esta situación deja expuesta a dos millones de personas a serios riesgos para la salud asociados a la mala calidad del agua, el tratamiento deficiente de las aguas residuales, la falta de infraestructura de aguas pluviales y la falta de prácticas de higiene adecuadas.

Cada mes se registran incidentes violentos. En el último año 76 palestinos han muerto debido a ataques aéreos, bombardeos de tanques, entrada a zonas de Acceso Restringido en tierra y en el mar, incidentes de intentos de infiltración en Israel y en incursiones israelíes. A todo ello hay que sumar la violencia ejercida por el ejército israelí desde hace ya un año en las protestas denominadas “Las Marchas del Retorno”. Del 30 de marzo de 2018 hasta ahora, 202 palestinos, incluidos 44 niños y niñas, han sido asesinados por el ejército israelí y 31.249 han resultado heridos, un 24% por munición. Muchas personas han sufrido amputaciones en alguno de sus miembros debido a las heridas producidas por los disparos. Una comisión de investigación de la ONU ha concluido recientemente que las autoridades israelíes utilizan la fuerza de manera desproporcionada contra los niños y las niñas, y que existen motivos razonables para creer que algunos francotiradores disparan intencionadamente a los niños palestinos durante las protestas. En este contexto un soldado israelí resultó muerto y seis heridos. En incidentes separados, incluyendo el lanzamiento de cohetes, acabó con la vida de un soldado israelí y 47 civiles fueron heridos por grupos armados palestinos.

La salud mental es otro de los gravísimos problemas en la franja de Gaza. Las tendencias suicidas y las depresión están entre las cicatrices menos visibles de la población. La OMS señala que el 20% tiene serios problemas mentales. Afecta sobre todo a los niños. El 68% de escolares en áreas cercanas a la valla perimetral israelí tiene problemas psicológicos. Como resultado de la violencia israelí durante las manifestaciones se estima que 10.420 personas más tendrán problemas graves de salud mental y 41.678 más tendrán problemas leves a moderados.

En el plano político interno, a pesar del acuerdo de reconciliación histórico firmado entre Hamas y Fatah en octubre de 2017, no se materializaron los pasos clave para poner fin a una división política que dura ya una década. Esto alimenta aún más la incertidumbre política, la desesperación y la frustración de los gazatíes agravada por una reducción del 30% al 50% en los salarios de los empleados gubernamentales en Gaza. En el pasado mes de marzo, se llevaron a cabo manifestaciones y protestas multitudinarias en la franja de Gaza contra la subida de impuestos llevada a cabo por Hamas. Decenas de activistas fueron detenidos y las manifestaciones se reprendieron mediante el uso de la violencia.

Es en este contexto en el que se produce, una y otra vez, la escalada de las hostilidades entre Hamas e Israel. Las víctimas, a uno y otro lado, siempre son las mismas: la población civil y sobretodo la infancia. Ninguna solución armada podrá poner fin a esta situación.

Después de la escalada de la violencia vivida durante el pasado fin de semana, se restablece de nuevo la calma entre Israel y Gaza. Una calma seguramente efímera como viene siendo habitual. Tras 690 cohetes lanzados hacia Israel y 350 objetivos alcanzados por el ejército israelí en Gaza, el enfrentamiento más intenso desde la guerra del 2014 ha dejado un balance de 29 muertos (25 palestinos y 4 israelíes), además de dos centenares de heridos a ambos lados.

La escalada de la violencia comenzó el pasado viernes durante las protestas palestinas que se vienen celebrando desde hace un año en torno a la valla periférica de Israel con Gaza y que piden el fin del bloqueo y el retorno de los refugiados palestinos a sus hogares (existen 1,4 millones de refugiados de Palestina en Gaza). En esta última manifestación el ejército israelí mató tres manifestantes (dos más fallecerían más tarde por las heridas mortales causadas) e hirió a 110 civiles (incluidos 37 niños 3 mujeres, 4 paramédicos y 1 periodista). Al mismo tiempo dos soldados israelíes fueron heridos por disparos desde el lado palestino.