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La educación, el pasaporte hacia la dignidad de los niños y niñas refugiados de Palestina, en riesgo

Raquel Martí

La educación para los niños y niñas refugiadas de Palestina no es sólo una forma de desarrollarse y garantizarse un futuro, es la única manera de mantener la cohesión de un pueblo en la diáspora, es la vía para transmitir la cultura palestina, una forma más de resiliencia, su única arma contra la guerra y la ocupación. Es incluso un oasis de paz en un contexto de violencia extrema.

UNRWA lleva salvaguardando la educación de los refugiados y refugiadas de Palestina desde hace 68 años. Hasta la fecha, dos millones de niños y niñas se han graduado en sus escuelas. La amenaza de quedar excluidos de la educación es el mayor daño que se le puede causar a la comunidad de refugiados más antigua del mundo.

A finales del 2014, meses después de la cruenta ofensiva militar israelí sobre la franja de Gaza, el Banco Mundial publicaba un estudio en el que concluía que los estudiantes palestinos que asisten a las escuelas de UNRWA en Cisjordania, Gaza y Jordania obtenían resultados superiores a la media en evaluaciones internacionales, a pesar de las difíciles y adversas circunstancias en las que viven (ocupación, conflicto armado, movimiento restringido y desplazamiento prolongado). En un lenguaje más coloquial, lo que estos indicadores significan es que los niños y niñas de las escuelas de UNRWA tienen un nivel equivalente a un curso escolar de ventaja en comparación con otros alumnos de su misma edad en otros sistemas escolares en la región.

Más allá de los hallazgos sobre la excelencia educativa de UNRWA, la educación es el motor social y cultural de la comunidad. Las escuelas de UNRWA son parte de una comunidad más amplia y una cultura de aprendizaje que apoya al niño y garantiza que la educación recibida sea de calidad. Los maestros y maestras, refugiados de Palestina, son el motor de la educación de la Agencia, pero también hay una gran implicación de toda la sociedad palestina. Junto a los maestros, las familias y la sociedad en su totalidad priorizan la educación de sus hijos e hijas por encima de todo. Esto es algo que les inculcan desde pequeños y que cala hondo en los estudiantes.

Faisal, un maestro de UNRWA de 56 años del campo de refugiados de Dera'a, en el sur de Siria, ilustra la determinación y la capacidad única de entrega del profesorado de UNRWA. Faisal salía de su casa a las 6:30 todas las mañanas, viajaba 60 kilómetros, cruzaba dos zonas de enfrentamientos armados y cuatro puestos de control militar, para enseñar a su clase de estudiantes de tercer grado dentro del campo de Dera’a. Los tres edificios escolares de UNRWA allí fueron destruidos, pero 300 niños asistían a una escuela improvisada. Antes de la guerra, el viaje de Faisal duraba diez minutos. En la actualidad, él y otros miembros del personal educativo de UNRWA dejan atrás a sus propios hijos cada día, arriesgando sus vidas para proporcionar a los niños y niñas refugiados de Palestina una educación de calidad.

El coraje y la determinación son sintomáticos del valor que la comunidad de refugiados de Palestina brinda a la educación, lo que a su vez explica por qué a pesar de los alarmantes niveles de inseguridad en zonas como Gaza, Siria o Cisjordania, nuestros cientos de miles de estudiantes continúan desafiando el conflicto armado y la ocupación y asistiendo a nuestras escuelas.

Hoy anunciamos que reabrimos nuestras 711 escuelas para que el más de medio millón de estudiantes que acuden a ellas puedan comenzar su curso escolar a tiempo. Pero no lo celebramos. Tan sólo tenemos fondos para pagar los salarios de los maestros durante un mes. Eso quiere decir que los 526.646 niños y niñas que en las próximas semanas regresarán con ilusión a sus clases, seguirán atemorizados por la posibilidad de tener que regresar a sus casas a finales de septiembre sí la comunidad internacional no destina los fondos necesarios para mantener el sistema educativo de UNRWA.

El empeño de algunos políticos de reducir la financiación a UNRWA pone en riesgo su derecho fundamental a la educación y el futuro de toda una generación. Algo que solamente traerá mayor inestabilidad a una región ya de por sí altamente inestable.

La educación para los niños y niñas refugiadas de Palestina no es sólo una forma de desarrollarse y garantizarse un futuro, es la única manera de mantener la cohesión de un pueblo en la diáspora, es la vía para transmitir la cultura palestina, una forma más de resiliencia, su única arma contra la guerra y la ocupación. Es incluso un oasis de paz en un contexto de violencia extrema.

UNRWA lleva salvaguardando la educación de los refugiados y refugiadas de Palestina desde hace 68 años. Hasta la fecha, dos millones de niños y niñas se han graduado en sus escuelas. La amenaza de quedar excluidos de la educación es el mayor daño que se le puede causar a la comunidad de refugiados más antigua del mundo.