En septiembre de 2013, el asesinato de la pequeña Asunta Basterra a manos de sus padres adoptivos, Rosario Porto y Alfonso Basterra, causó una gran conmoción en la sociedad española. Entonces, el suceso llenó páginas de periódicos y horas de televisión con las líneas de investigación, el juicio y la posterior sentencia que permitieron encontrar respuestas y dar resolución a un caso que aun ahora cuesta asimilar como real.
Once años después del macabro filicidio, y tras el estreno hace siete de una docuserie que ya arrojó luz sobre esta causa sentenciada como homicidio, El caso Asunta llega a Netflix este viernes 26 de abril convertido en una serie de seis capítulos que ni reinventa el género ni realiza grandes descubrimientos sobre la investigación, pero que sienta cátedra como todo lo que una ficción basada en un crimen real debería aspirar a ser.
Frente a títulos como El cuerpo en llamas, que explotó el caso de la Guardia Urbana como un relato más sustentado en el marketing y morbo del crimen pasional que en el rigor y el respeto por la persona asesinada, este proyecto de Bambú Producciones resulta una evolución de la investigación que acometió la misma productora en 2017 para el true crime Lo que la verdad esconde: El caso Asunta, y la recrea con la fidelidad escalofriante de las interpretaciones de Candela Peña y Tristán Ulloa.
Los dos actores, en los papeles de Rosario Porto y Alfonso Basterra, son el faro de una serie conservadora a nivel narrativo, que se centra en exponer los hechos apoyada en un guion que respeta las conclusiones de la investigación y la sentencia reales, que huye de frivolizar con la víctima y que, por encima de todo, se ve elevado por sus personajes tanto a nivel de construcción como de interpretación.
Una recreación documentada de una historia impactante
Cuando se anuncia cualquier proyecto relacionado con un crimen real, más si este es polémico o de gran calado en la sociedad, es inevitable que surjan dudas sobre el tratamiento que puede dársele. Y es que elecciones como el punto de vista o incluso el elenco son clave a la hora de trasladar los hechos al gran público y pueden hacer variar la percepción que este tenía sobre los condenados y las víctimas, y también sobre el proceso en sí.
Algo que se agudiza al tratarse de casos relativamente recientes como el que aquí nos atañe, y que provoca que surja un debate sobre si es pertinente o no realizar producciones de ficción sobre sucesos reales cuando alguno de los culpables está todavía cumpliendo condena, y cuando las heridas de los afectados siguen abiertas.
Ante cualquier temor acerca de posibles banalizaciones o blanqueamientos en El caso Asunta, si algo queda claro al visualizar los seis episodios completos a los que ha tenido acceso verTele es que es una producción documentada que ficciona las claves que marcaron la investigación y el posterior juicio, sin ignorar el tratamiento mediático que se le dio entonces y llenando algunos de los huecos -que no todos- que quizás para muchos seguían vacíos tantos años después.
Así las cosas, sin entrar a valorar la necesidad o no de convertir el asesinato de Asunta Basterra Porto en una serie de Netflix, lo cierto es que estos seis episodios exponen los hechos de una historia lo suficientemente impactante como para mantener al espectador pendiente de su resolución, y con un guion exactamente medido para lograrlo sin más golpes de efecto que los que sucedieron en el caso real.
El caso Asunta es, simplificándolo al máximo, una exposición cronológica de la investigación, que incluye fechas para guiar al espectador y que se sale de los márgenes del suceso en sí para aportar el contexto familiar pertinente y para arrojar luz sobre todos aquellos que de un modo u otro estuvieron implicados en la acusación o la defensa. De hecho, si algo llama la atención es el reducido protagonismo de la propia Asunta (interpretada por Iris Wu), en cuya intimidad no se ahonda ni se remueve más de lo que ya supone revisitar en clave de ficción su trágico asesinato.
A nivel narrativo, como comentábamos, la de Bambú Producciones es una serie conservadora en el sentido de que no juega a reinventar nada, pero a su vez está excelentemente ejecutada. Sustentados más en el drama que en el thriller, todos los episodios terminan con alguna revelación o giro en la investigación que puede no sorprender a aquellos más conocedores de la llamada Operación Nenúfar, pero que potencian que el interés se mantenga desde la primera hasta la última secuencia.
Candela Peña y Tristán Ulloa, un viaje interpretativo descomunal
Pero si algo eleva a El caso Asunta son sus interpretaciones, lideradas por una Candela Peña y un Tristán Ulloa que impactan desde la primera vez que aparecen en pantalla dando vida a Rosario Porto y Alfonso Basterra. En un impresionante trabajo de mimetización, ambos protagonistas llevan a su máxima expresión aquello de meterse en la piel de sus personajes firmando los que, sin exageración, pueden ser los mejores trabajos de sus respectivas carreras.
La ya desvelada escena que recrea la entrevista de los padres de Asunta ofrecida a una televisión local años antes del crimen, y que se emitió sin cesar en todas las cadenas tras conocerse su implicación, es la elegida para arrancar la serie. Un punto de partida que no por visto es menos efectivo, y que da una idea de la inmensidad de un viaje interpretativo como pocos en la ficción patria.
En lo que respecta a Candela Peña, quien quizás experimenta una transformación más evidente para encarnar a Rosario Porto, se entrega por completo a un papel con un gran peso dramático que consigue transmitir con su voz, su rostro y su lenguaje corporal. La actriz sobresale especialmente en las secuencias de mayor intensidad, 'clavando' al personaje y traspasando por momentos las fronteras entre ficción y realidad.
En cuanto a Tristán Ulloa, cuyo trabajo de 'camuflaje' puede parecer de entrada menos efectista, firma otra interpretación sobresaliente en la que destacan los momentos de frialdad y temple de su Alfonso Basterra. Sin lugar a dudas, ambos actores sortean con éxito la fina línea que en ocasiones puede separar la imitación de la parodia, y esquivan también las críticas anticipadas y recurrentes sobre el acento gallego en actores que no son nativos.
Pero más allá del dúo protagonista, El caso Asunta goza de un reparto de excepción en el que todos los intérpretes, del primero al último, están de dulce. No es para menos cuando el cartel está compuesto por nombres de la talla de Javier Gutiérrez, María León, Raúl Arévalo, Francesc Orella o Alicia Borrachero, que junto a actores locales de trayectoria como Carlos Blanco o Ricardo de Barreiro completan un elenco envidiable para cualquier ficción.
El primero de ellos, Javier Gutiérrez, se desmarca como el tercer gran pilar de la serie a nivel interpretativo y da un auténtico 'master' en la piel del juez Malvar, personaje ficticio basado en el magistrado José Antonio Vázquez Taín que se hizo cargo de la instrucción del crimen de Asunta Basterra Porto. Destaca en solitario, como líder de la investigación, y también en su dupla con Ricardo de Barreiro, que da vida al fiscal Jorge Fernández de Aranguiz y con quien regala algunas de las secuencias más brillantes de los seis episodios.
En la parte de la defensa, el trío de ases lo componen Raúl Arévalo como Juan Guillán, primer abogado del matrimonio; además de Francesc Orella como José Luis Aranguren y Alicia Borrachero como Belén Hospido, los letrados que representaron a Rosario Porto y Alfonso Basterra en el juicio, respectivamente.
Junto a Malvar, los otros personajes 'ficticios' de El caso Asunta los encarnan María León y Carlos Blanco, que dan vida a dos inspectores de la Guardia Civil inspirados en los reales que estuvieron implicados en la investigación, y que completan el puzzle. Sus vidas ficticias tienen cierto peso en los capítulos, dan empaque a la serie y de un modo u otro justifican sus diferentes maneras de involucrarse en resolver el asesinato de la pequeña de 12 años.
Lo que aporta 'El caso Asunta'
Llegados a este punto, cabe cuestionarse qué aporta realmente la serie de El caso Asunta. En este artículo publicado en verTele ya analizábamos cómo es ver la ficción para una persona conocedora de los detalles del crimen, y para otra ajena a lo que ocurrió en su día. Diferentes maneras de aproximarse a una historia que, independientemente del conocimiento previo, realiza pocos descubrimientos en clave de la investigación, pero sí suma en cuanto a la implicación que el público puede tener hacia al caso.
Como señalábamos en líneas previas, esta producción de Bambú no agrega muchos más detalles policiales o judiciales que los que ya se han expuesto anteriormente en proyectos como el true crime Lo que la verdad esconde (El caso Asunta: Operación Nenúfar tras su llegada al catálogo de Netflix) y otros trabajos de investigación sobre el caso. Y, de hecho, tampoco se 'moja' sobre ello.
Aquellos que siguieran de cerca la instrucción, que tuvo una cobertura al minuto en los medios de comunicación, no encontrarán teorías adicionales o informaciones que cambien su percepción de lo sucedido. De hecho, puede que incluso echen en falta detalles sobre la ocultación de pruebas que sí se desgranan en otros proyectos. Sin embargo, quien no conociese más que el “titular” del crimen y su sentencia, sí encontrará en El caso Asunta una manera de aproximarse a los hechos a través de una de las series dramáticas más solventes de los últimos años en la ficción patria.
Para ambos casos, la serie ofrece la reconstrucción con actores de lo sucedido, que remueve y sacude más que cualquier exposición que de ello se ha realizado en reportajes o proyectos de true crime. Con el plus de los precisos trabajos de producción, ambientación, caracterización y de las sobresalientes interpretaciones, esta producción arroja luz sobre qué ocurrió en las horas clave del suceso, cuál fue el contexto familiar y cómo se prepararon las líneas de acusación y defensa en un caso de lo más mediático.
En cuanto a su posicionamiento, y respetando la intención inicial de El caso Asunta, resulta complicado ignorar el efecto de humanización de los personajes reales que puede generar por momentos el hecho de verlos interpretados en pantalla, en situaciones dramáticas.
En su exposición de los hechos, y más allá del “qué” y el “cómo”, la serie incluye ciertas insinuaciones sobre el “porqué” que no llega a culminar y que puede plantear más interrogantes. En ese sentido, deja que sea el público quien extraiga sus propias conclusiones tras asistir a la investigación completa y la recreación del juicio que centra la atención en el último episodio. Serán los espectadores, en este caso, los que dicten sentencia sobre la ficción desde este viernes 26 de abril.