El cuerpo en llamas llega este viernes, 8 de septiembre a Netflix, basada en el mediático crimen de la Guardia Urbana. Uno de esos casos que aparecieron día sí y día también en radios, periódicos y televisiones porque la historia, efectivamente, parecía una ficción.
Los hechos ocurrieron en 2017 y el juicio se celebró en 2020, concluyendo que Rosa Peral y Albert López, dos guardias urbanos y amantes, habían asesinado y quemado a Pedro R., la pareja de ella y también compañero del cuerpo. En resumen: dos policías encargados de velar por nuestra seguridad se convertían en asesinos tras intentar engañar a sus propios colegas, por líos amorosos que dibujaban a hombres duros víctimas de una viuda negra.
Un relato así tiene todos los ingredientes para atraer espectadores: lo demostraron los matinales y especiales emitidos sobre el caso, como también los tres capítulos de Crims que arrasaron en TV3.
El Crimen de la Guardia Urbana era un “caramelito” para Netflix, una plataforma conocida por su cantera de producciones del género true crime, incluso sin poder usar el nombre del cuerpo policial y rebautizando la producción como El cuerpo en llamas. Desde Arcadia Motion Pictures (la productora) solo tenían que acertar en la compleja narrativa para enganchar tanto a los suscriptores que nunca habían oído hablar del caso como a los que ya lo conocían y buscaban novedades en la ficción.
Y lo han logrado.
Cumpliendo con todo eso y, además, con la inesperada contribución a la promoción de la principal condenada por asesinato, que siguió echando leña al fuego con sus últimos intentos de paralizar la ficción.
El acierto de casting para quienes no conocían el crimen real
En Catalunya el conocido 'crimen de la Guardia Urbana' es famoso. También en casi toda España. Pero Netflix apuesta por historias que puedan interesar a nivel mundial, y esta lo era. Pero... ¿cómo podía atraer al público que desconocía el caso?
Para enganchar al resto de población, el primer gran acierto es apostar por un rostro tan atractivo como el de Úrsula Corberó. Muchos se asomarán a la nueva serie al ver a “la actriz de La casa de papel” y se encontrarán con la interpretación de Rosa Peral, su primer personaje real y (seguramente) uno de los mejores de su carrera.
La intérprete lleva el peso de una serie en la que todo depende de las contradicciones, las decisiones y de las numerosas capas de una protagonista que hizo cosas que a día de hoy aún no se comprenden. Sale airosa de interpretar a una mujer que es a la vez madre, hija, esposa, divorciada, amante, policía y condenada. Todos esos papeles en uno. El resto del reparto también está a la altura, por su parte, presentando unas personalidades tan creíbles que te dejan entrar en el relato como si fueras uno más, como si te pudiera pasar a ti, como si les conocieras.
Otro acierto en El cuerpo en llamas es la elección de una narrativa que mantiene un ritmo frenético, sin dejar de sorprender, con nuevos ingredientes en cada final de capítulo que no te permiten dejar de verla. Son muchas las versiones, los personajes, las venganzas, entresijos, pasiones, secretos y verdades, pero están tan bien presentadas que no dejan lugar a pérdida. Es todo un logro para una historia tan enrevesada.
Los ingredientes atractivos para quienes ya conocían el caso
El otro gran reto era conquistar a los espectadores expertos en el crimen, que presumiblemente ya habrán visto todos los documentales y especiales dedicados al caso y han escuchado podcasts suficientes como para defraudarse con cualquier ficción. Pero esta no decepciona y aporta novedades, lo que parecía imposible.
Con tantas tramas para una misma historia, Arcadia apostó por unos saltos temporales constantes que mantienen despierto y entretienen a los amantes del true crime a los que le gusta descubrir casos. Más aún, espectadores que quieren que les traten de inteligente al no masticarle cada cambio de tiempo.
Otro de los elementos imprescindibles para resolver el crimen de la Guardia Urbana fueron los mensajes de WhatsApp entre los protagonistas. Se podían mostrar de forma básica, con la sobreimpresión de los mensajes de texto, o, como hacen aquí, optando por algo más original y con incluso más carga emocional: hablando con los primeros planos. La serie opta por enfrentar a los personajes a la cámara, que vayan de cara hasta incomodar a un espectador que sabe que le están engañando... o no. Pero han venido a jugar.
Para finalizar, las diferencias entre la realidad y la ficción son acertadas o apenas tienen incidencia para que la narración se resuelva satisfactoriamente: Rosa Peral tenía dos hijas, pero en la serie es solo una, algo que no resta y seguramente facilitó el rodaje. Los nombres del exmarido y su pareja no son los reales, pero protegen las identidades de quienes no estuvieron condenados. Tampoco se usa el nombre de la Guardia Urbana, pero tampoco molesta el de “Policía de Barcelona”.
Rosa Peral y un último movimiento que no defrauda
Una semana antes del estreno de El cuerpo en llamas, Rosa Peral pedía al juzgado paralizar el estreno de la serie porque podía vulnerar su derecho al honor, a la intimidad y a la imagen. Una petición que la justicia rechazaba solo días después, con el estreno de la ficción a punto.
Llamaba la atención que la principal condenada a 25 años de prisión por el asesinato denunciara a Netflix, cuando ella misma había grabado con ellos Las cintas de Rosa Peral, un documental en el que narra su versión por primera vez a través de videollamadas, y que se lanza en la plataforma el mismo día.
Sin embargo, este comportamiento contradictorio seguiría la misma línea del que se retrata en esta serie con su versión interpretada por Corberó. En el esquema de El cuerpo en llamas, y a su vez del caso real, todo cuadra. Todo sirve como más promo para la serie, y hace aún más intrigante el caso.