El hijo zurdo es la nueva serie de Movistar Plus+, que se estrena en la plataforma este jueves 27 de abril. Ganadora del premio a mejor miniserie en el Canneseries, la ficción está dirigida por Rafael Cobos y protagonizada por María León.
El proyecto consta de 6 capítulos de 20 minutos y adapta la novela homónima de Rosario Izquierdo. Teniendo Sevilla como lugar de acción, la serie está encabezada por María León como Lola, y la acompañan Tamara Casellas como Maru, Alberto Ruano como Rodrigo, Marisol Membrillo como Pilar y los jóvenes Hugo Welzel en el papel de Lorenzo, Numa Paredes como Inés y Germán Rueda como 'Loco'.
La ficción aborda los desafíos de la maternidad a través de María León como rostro principal de una historia que se apoya sobre todo en ella para construir un drama de corta duración que pretende indagar en los problemas de la maternidad. Una situación agravada por su hijo en la serie, quien se ha convertido en verdugo.
Una reflexión sobre la herencia genética, la educación que se recibe en casa y sobre una sociedad que corrompe, dando lugar a una serie que se podría resumir en una sola frase: madre a pesar de todo.
El furor de la pasión
El hijo zurdo inicia su trayectoria con un primer episodio de presentación impecable. Firme y conciso, el capítulo sabe plantar las semillas narrativas, dejando claras sus intenciones, el estilo narrativo y su peculiar visión del conflicto que trata. Es una carta de introducción idónea al mundo literario escrito por Rosario Izquierdo, y llevado a la pantalla por Rafael Cobos.
Los personajes interpretados por María León y Hugo Welzel dejan clara su posición en el tablero de juego, y con pocas interacciones entre ambos, muestran sus semejanzas y similitudes, provocando un continuo roce de tensiones que concluye con una maestría simbólica de lo que supone la maternidad.
El principal tema que pone sobre la mesa esta ficción es la dificultad de ser progenitor, sobre todo, de un hijo problemático que te convierte en cómplice de unos actos violentos que no puedes refrenar. Lo que lleva la historia al siguiente dilema: ¿merece seguir luchando por algo que no puedes cambiar, aunque se trate de tu hijo?
María León, la reina del tablero
María León es la pieza clave de esta ficción. La actriz es para El hijo zurdo lo que Frances McDormand fue para Nomadland. La intérprete sevillana debe soportar todo el peso del relato en sus hombros, o más bien, en su rostro. El estilo de dirección exhaustivo hace un brillante ejercicio de introspección que abusa de los planos cortos para permitir al espectador ver el alma de sus personajes.
Una tarea ardua en la que María León se desenvuelve con soltura, evitando caer en la lágrima fácil para contener la emoción del relato con sus gestos tensos, su mirada cristalina, y sus muecas sinceras. En parte, el mérito también reside en la dirección de actores, que ha sabido dar con la pieza clave para ajustar todas las interpretaciones del elenco a lo que exige la narrativa condensada de El hijo zurdo.
Una ecuación en la que cada elemento se complementa realizando un buen trabajo. Todo el reparto se encuentra perfectamente en su lugar, dando lo mejor de ellos y poniendo en común una tarea creativa que beneficia a una serie que acaba por sentirse sincera y pasional. Y es que la pasión de las acciones está muy presente en el relato, las acciones nacen por impulsos del corazón de sus personajes que se mueven por honestidad.
El hijo zurdo traslada a la pantalla el alma de Sevilla, lugar donde transcurre el relato, ejerciendo una metáfora brillante y frágil que hila con el espíritu de la Semana Santa, muy presente en todo su contenido. Y es que la ciudad andaluza corre por la serie como si de un río se tratase, y no es casualidad, ya que la carrera profesional de Rafael Cobos está muy ligada a la localidad, que ha sido su lugar de nacimiento, así como el de María León.
Un formato peculiar
La peculiaridad de El hijo zurdo reside en su formato. Es una ficción compuesta por 6 episodios de apenas 20 minutos, un metraje poco habitual en la industria, aunque haya ejemplos previos. Su calificación como 'miniserie' la dota de una halo de singularidad que la beneficia, ya que unido a su escasa duración produce una sensación de 'carpe diem' durante su visionado.
Sin embargo, esto sería en vano si la ficción no tuviera lo que la hace especial. Es difícil expresarlo, pero la serie de Movistar Plus+ contiene “algo” que, al verla, sabes que no estás frente a una producción cualquiera. Es por ello que su corta duración hace que se asemeje a una estela de estrella fugaz, que cuando esta cae, todavía deja una marca en el cielo.
Es un producto especial, de eso no cabe duda. La honestidad de su tratamiento, y la sensación punzante que deja en el espectador al final de cada capítulo, da como resultado una historia con punctum, como diría Barthes refiriéndose a lo que tiene la capacidad de darnos una punzada en el corazón. No obstante, si nos detenemos a inspeccionar el relato, el que llega al espectador lo hemos visto en algunas otras ocasiones, y no ofrece una historia trascendental e innovadora.
Serie de vanguardia
Es el pack de la ficción lo que la hace despuntar. La clave está en la forma, la expresión de las emociones y su tratamiento, y la labor de un equipo creativo que ha demostrado buena mano al tratar el producto con sensibilidad. Es una serie que goza de potencial, y que sabe mantener el ritmo a lo largo de sus episodios. Pero cuando la finalizas, tienes la sensación de vacío, quizás hasta de desaprovechamiento.
Este hecho no tiene por qué ser entendido de manera negativa. Todo es resultado de un relato que se siente pequeño, pero muy concentrado, por lo que cuando terminas de saborearlo, tienes la sensación de querer algo más. Llegas a sentir que si se hubiera querido, la ficción tendría fuerza para rato. Es como degustar un plato de cocina de vanguardia, fino, elegante, emocionante y poco frecuente. Por lo que si nos paramos a pensar, esta es la mejor sensación que la serie puede dejar tras su final.