Crítica

'La novia gitana', un thriller oscuro y con identidad que hace honor a la novela

Laura Pérez

24 de septiembre de 2022 19:45 h

El universo de Carmen Mola llega a la televisión con el estreno, este domingo 25 de septiembre, de La novia gitana, la adaptación del primero de sus best-sellers en Atresplayer Premium. Casi un año después de revelarse el gran misterio en torno a la enigmática autora, y con el cuarto libro de la saga en camino, su obra sigue su cauce natural con una acertada y potente versión audiovisual que apuesta por exprimir el tono oscuro del texto original con la impronta de Paco Cabezas.

Tras hacer carrera en Estados Unidos con créditos como Penny Dreadful, The Umbrella Academy y Fear The Walking Dead, el reputado realizador vuelve a España para liderar una producción que, vistos los dos primeros episodios a los que ha tenido acceso verTele, se desmarca como un thriller policíaco con identidad. Y es que en un género en el que todo parece ya inventado, nada se antoja más importante que la autenticidad para captar el interés de un espectador sobrado de ofertas.

La historia creada por Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero -los guionistas que se esconden bajo el pseudónimo de Mola- sigue a Elena Blanco (Nerea Barros), inspectora de la BAC que vive atormentada por un oscuro suceso de su pasado. La protagonista intenta espantar sus fantasmas a base de alcohol, sexo y sesiones de karaoke mientras busca al culpable del asesinato de Susana Macaya, una gitana desaparecida la noche de su despedida de soltera y con la que su asesino ha realizado un macabro ritual que reproduce la muerte de su hermana siete años atrás. El asunto es que el presunto culpable de ese crimen cumple condena desde entonces.

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El punto de partida de la serie es precisamente el hallazgo del cadáver de la joven que le da título, y que vertebra un relato que va más allá de esa investigación policial. Porque al margen del thriller, La novia gitana encuentra su punto diferencial en unos personajes muy bien perfilados y cuyo salto de la tinta a la pantalla es totalmente orgánico.

De la tinta a la pantalla como un salto natural

Ya avisó Cabezas en la presentación de la ficción que los lectores de la saga de Carmen Mola deben enfrentarse a esta primera adaptación con la mente abierta, pues el libro ha sido únicamente una semilla de la que crece un árbol con nuevas ramas. En ese sentido, y a juzgar solo por su inicio, la serie respeta la obra en la que se basa siendo fiel al grueso del relato, pero introduciendo nuevos ingredientes que más que enfadar a aquellos que ya se han sumergido en la historia, tienen entidad para sorprenderles.

El equipo de guion que componen los 'Mola' Antonio Mercero y Jorge Díaz, además de José Rodríguez y Susana Martín Gijón, ha apostado por mantener la esencia de las tramas de un libro que por la propia trayectoria de sus autores, los tres guionistas de series de televisión, ya tenía un estilo muy visual y cinematográfico. Sus siempre descriptivas secuencias, especialmente aquellas que corresponden a momentos violentos, pasan de un formato a otro con la naturalidad que se presuponía y que no siempre se consigue en este tipo de adaptaciones.

También se respeta el prólogo que en los libros da inicio a cada bloque, y que en la ficción de Atresplayer Premium sirve para arrancar los episodios poniendo en jaque al espectador virgen, y cumpliendo las expectativas de los lectores. Además, y como acierto más destacado, se mantiene intacta la esencia de los personajes con la nota discordante de un Miguel Vistas que sí toma otro cariz justificado por los matices que le da Darío Grandinetti, el actor elegido para darle vida.

Una Elena Blanco diferente, pero reconocible

Si hay un personaje que lleva sobre sus hombros el peso de La novia gitana es Elena Blanco, la inspectora de la Brigada de Análisis de Casos que conecta los -por ahora- cuatro libros de la saga y que ha caído en manos de Nerea Barros. La actriz gallega, ganadora de un Goya por La isla mínima, asume con aplomo un rol que no era nada fácil por el siempre exigente juicio del lector, y que solventa aproximándose a ella con sus propias particularidades.

Quien haya leído los libros encontrará en la serie a una Elena diferente, pero igualmente reconocible. Poco importan la edad y las características físicas cuando se comprueba que ha conseguido integrar los tormentos de su personaje y encarnarlo con la personalidad contenida que destila en las páginas.

Aunque por momentos esa contención está cerca de llevarse al extremo, el resultado termina siendo satisfactorio gracias a su trabajo y a la dirección, que aún con el riesgo de caer en la caricaturización, le da su espacio y lugar en todas y cada una de las secuencias convirtiéndola también en el pulmón de la serie.

En la construcción de la personalidad de Elena Blanco tienen una importancia capital sus secuencias en el karaoke, que al menos en el inicio de la ficción no logran establecer esa conexión tan arraigada a ella. Sí conecta con Zárate (Ignacio Montes), su compañero más inseparable en la trama, formando una dupla que funciona.

Respecto al resto de miembros de la unidad, también parece acertada la elección de los actores. Especialmente la de un Vicente Romero que en la piel de Orduño aporta ese desahogo cómico imprescindible como contrapunto en una historia en la que la tensión y el drama están en su máximo esplendor.

Oscuridad, violencia y raíz

Los primeros cinco minutos de La novia gitana no son solo uno de los mejores inicios que se recuerdan en un thriller patrio, sino también toda una declaración de intenciones del tono que el director Paco Cabezas y Andreu Adam al frente del equipo de fotografía de esta producción de VIS (División de estudios internacionales de Paramount) y Diagonal TV (Grupo Banijay) han determinado para un relato que destaca por su oscuridad y violencia.

Al igual que la novela se recrea en determinadas secuencias, especialmente en aquellas más violentas o sangrientas, también lo hace en su salto al audiovisual manteniendo esa identidad del relato. Algo cada vez más habitual en la industria española, dado que el público seriéfilo ya no demanda únicamente productos blancos y que el contexto de las plataformas es mucho más permisivo que el de la televisión en abierto.

Dentro de esa identidad de la serie es clave la representación que se realiza del mundo gitano, un universo que no siempre se refleja con realismo, y que Cabezas se marcó como objetivo abordar con respeto y verdad, tal como contó en una entrevista a este portal. La elección del elenco -todo actores y figuración gitana para los personajes de raza-, la ambientación y la selección musical dotan a La novia gitana de una raíz que la hace única y que, pese al temor que pueden tener sus lectores, hace honor a la novela.