Netflix estrena este viernes 25 de octubre La última noche en Tremor, la miniserie española que trae a la pequeña pantalla la novela superventas que Mikel Santiago publicó en 2014. No habrá sido fácil grabar este complicado thriller psicológico que primero se plasmó sobre el papel, pero Oriol Paulo, el director de la serie, ya se había enfrentado a un reto similar cuando llevó al cine Los renglones torcidos de Dios (2022), otra historia que, como esta, se adentra en los recovecos de la mente.
La última noche en Tremor nos traslada hasta un pequeño pueblo de la costa del Cantábrico en el que vive Álex de la Fuente, un afamado músico que se ha refugiado en este solitario lugar para componer su próxima obra. A pocos metros de su casa, en lo alto del acantilado, ha conocido a una pareja con la que tiene amistad, y unos kilómetros más allá, en el pueblo, está Judy, más que una simple amiga. Tremor es un sitio tranquilo, pero Álex tiene la certeza de que sus vecinos están a punto de sufrir una tragedia. Huele el peligro, lo siente en sus propias carnes. ¿Por qué está tan seguro de que algo trágico va a ocurrir? Cuando trate de impedirlo, tendrá que dar muchas explicaciones, y entonces quedará al descubierto que al llegar a Tremor no solo huía del bullicio de la ciudad.
Bajo esta premisa se desarrolla una historia de suspense muy atractiva que, sin embargo, presenta algunos problemas importantes en su ejecución. Vaya por delante, eso sí, que Javier Rey (el actor protagonista) y Ana Polvorosa (Judy) han hecho un excelente trabajo de interpretación para sacar adelante dos personajes complejos y enigmáticos. Abundan los planos cortos que nos acercan al trauma, reflejado en sus ojos, en la expresión de sus caras y en las cicatrices de sus cuerpos. Dicen mucho cuando menos hablan.
La ambientación también complementa el relato. La costa cantábrica es el escenario perfecto porque en él, como en la mente del protagonista, se dan cita la tormenta y la calma, la luz y la oscuridad, lo bello y lo tenebroso. En este caso, la naturaleza aporta casi todo lo que necesita la obra, por lo que es un error abusar de los efectos especiales para incidir en lo que ya es evidente por sí mismo.
Oriol Paulo, posiblemente uno de los mejores cineastas del thriller español, se maneja bien en estos ambientes y así lo demostró con en El cuerpo (2012), Contratiempo (2016), Durante la tormenta (2016) y Los renglones torcidos de Dios (2022).
Para construir ese paisaje lleno de contradicciones es imprescindible la banda sonora de Fernando Velázquez, ganador de un premio Goya en 2017 por su trabajo para Un monstruo viene a verme. La música de Velázquez imprime carácter a cada una de las secuencias y facilita los cambios de ánimo, que son una constante a lo largo de todo el metraje.
Una serie que desafía los métodos de las plataformas
La serie tropieza con su excesiva duración, más propia del modelo televisivo tradicional que del impuesto por las plataformas de streaming. Por sorprendente que parezca, sus ocho capítulos se alargan más allá de los 70 minutos, lo que estaría justificado si no fuera porque hay muchas escenas a las que se les podría haber dado un tijeretazo. Sobran páginas de guion e incluso hay tramas que podrían haberse adelgazado para focalizar la atención en la historia principal.
La última noche en Tremor se hace pesada en algunos momentos y se vuelve irregular con cambios de género forzados en los que se pierde la tensión. Hay secuencias muy atractivas que se resuelven demasiado rápido, y otras acaparan demasiado interés pese a caer en la irrelevancia. Es cierto que aborda temas importantes que merecen profundidad y reflexión, de ahí que se les dedique el tiempo necesario, pero el metraje llega a ser excesivo por secuencias y giros narrativos totalmente prescindibles.
Si dejamos a un lado este inconveniente, La última noche en Tremor se vuelve un thriller bastante adictivo para el espectador, que viajará a la mente del protagonista como quien se pierde en un laberinto sin salida. Es una serie solvente, pero sus capítulos parecen películas y eso es algo que puede jugar en su contra. Las plataformas en general, y Netflix en particular, nos han acostumbrado a consumir pequeñas píldoras de ficción, y así es probable que La última noche en Tremor haya arriesgado demasiado en este sentido.