Los realities son una parte esencial de la televisión española. Más de dos décadas después del estreno de Gran Hermano, hemos visto una gran cantidad de formatos que consisten en ver a gente convivir en un espacio limitado. Es difícil innovar en este sector, pero no ha hecho falta cambiar este punto para que el producto se haya visto alterado con una idea que parecía haber desaparecido ya de la telerrealidad: que no se sepa qué está ocurriendo.
Ha llegado un momento para el espectador que este género televisivo ha pasado de sorprender a simplemente entretener. Ese factor sorpresa no se ha evaporado del todo, pero la forma en la que se presenta acaba dejando claro en el público que ellos están tras la pantalla y los concursantes en la otra parte. Es decir, tienen bastante marcada la diferencia después de haber vivido en plena explosión de este tipo de formatos. De hecho, a veces no se entiende que se quiera participar en esos programas: ¿Qué telespectador de a pie querría participar en La isla de las tentaciones después de todo lo que hemos visto, por ejemplo?
Y ya no solo eso, sino que en muchos de ellos (o en casi todos, por los menos en España) ya sería imposible entrar siendo un simple anónimo, pues los castings están principalmente orientados a famosos. En el caso de Insiders, uno no solo se plantea la posibilidad de la emoción que sentiría al participar en un programa así, sino que, según va viendo los capítulos, se siente igual de perdido y confuso que los propios concursantes. Porque nadie sabe de qué va el programa, y esa es la gran novedad.
Y justo en esto consiste el primer reality hecho en España y producido por iZen para Netflix. Vuelve a este género televisivo lo que ya promocionaba su presentadora Najwa Nimri en mitad de la gala de Secret Story con pulla a este tipo de programas: “Reacciones reales con concursantes reales”. El formato recupera la esencia de los realities, el ver cómo se comporta uno cuando cree que no lo están grabando, o cuando piensa que tiene en su poder ser “el concursante perfecto”.
Esto último es el leitmotiv del programa, y para conseguir el premio de 100.000 euros se les informa de que tendrán que mejorar sus personalidades. Vuelve así el factor de experimento sociológico con el que el espacio de Mercedes Milá enamoró a todo un país en el año 2000.
Un destacado trabajo audiovisual
Una de las fortalezas del nuevo reality recae tanto en la producción como en la realización audiovisual. Por mucho que sepamos -o tengamos que creernos- que se trata de un formato de telerrealidad, asusta lo que se parece a una serie. Como apunta Najwa Nimri en una de las primeras promos, “es todo un reto técnico y humano”. Y el resultado, tanto sonora como visualmente, no decepciona. En que parezca una ficción también influye la propia narrativa, sobre todo en la primera toma de contacto. La maestra de ceremonias es literalmente una narradora en todo su esplendor, y ella no es la única actriz del espacio... aunque si lo cuento, estoy fuera.
Dejando a un lado la impresión de serie, Netflix y iZen han hecho un trabajo perfecto en lograr una naturalidad absoluta con la estrategia de que crean que aún están en el casting. Claro, ya depende de los personajes lo impostados que pueden llegar a estar, pero el hecho de que piensen que no hay cámaras, da esa posibilidad de autenticidad en cada uno de los concursantes.
Eso sí, los cortes de la postproducción a veces pueden dar como resultado una información a medias. Aunque el formato no busque el “salseo” desde un principio, es difícil no confundirse cuando se contemplan lazos estrechados u odios sin haber visto cómo se ha llegado exactamente a esa situación.
'Insiders' recupera la magia de la TV y le da la vuelta a la tortilla
Demasiado contenido en episodios de 40 minutos
Y aquí es donde recae una de las más grandes debilidades de Insiders. En el formato reality para una plataforma en streaming se pierden muchas ventajas actualmente asentadas con la telerrealidad. Lo primero de todo, es comentar en directo por redes sociales aquello que se ve. Hace años pasamos al plano de la multipantalla, pero con un formato así en una plataforma es más difícil hacerlo.
En segundo lugar, y probablemente sea una de las mayores debilidades del formato, en 40 minutos de media en cada capítulo no se puede mostrar a la vez la confusión de los participantes, los cambios en el juego, desvelar los secretos, y, lo más importante hasta ahora en este género televisivo, ser testigo de pleno en la evolución tanto de los personajes como de las relaciones entre ellos.
Es cierto que esto último no es la clave del programa, pero después de años alimentando las conexiones entre desconocidos en este tipo de formatos, no se puede transmitir la información claramente cortada. No se está acostumbrado, y saca de la historia. Además, es muy importante saber los detalles en las relaciones interpersonales para formar teorías propias, pero el acelerado ritmo no permite apenas esto, y además también distorsiona el paso del tiempo. Eso sí, las asiduas sorpresas hacen que se te olvide que no sabes la razón por la que se discutió hace 10 minutos.
Se rompe constantemente el juego
Aunque actuar como en uno de los realities con los que hemos crecido sea ya casi inherente en cualquiera que se presente a un casting para un formato de telerrealidad, en Insiders esto no supone un requisito esencial para ganar el programa. Se busca al concursante perfecto, y así se repite en cada episodio. Los continuos flashbacks de aquello que dijeron y lo que hacen después es un perfecto recurso para desmontar a los concursantes.
Sin entrar en spoilers, y como es habitual en este género, para elegir a la persona ganadora se recurre a la eliminación. Pues bien, no quedan claras las razones de algunas de estas, y eso despista mucho tanto dentro de esa “tercera fase del casting” como tras la pantalla.
Este aspecto se podría justificar por el hecho de que se rompe constantemente el juego. Cuando el espectador a la vez que el concursante sienten que ya han cogido el hilo de los acontecimientos, llega la magia de la tele y le da la vuelta a la tortilla, desmantelando incluso algunos de los aspectos que parecían formar parte de los cimientos del formato. Si hay que elegir la esencia dentro de toda la confusión que hace sentir Insiders, esta podría recaer en los giros de guion, que hacen cambiar la batuta del poder constantemente.
Llegados a este punto quizás el lector piense en qué consiste realmente el reality. Bueno, pues esta es una de las mayores dudas al ver Insiders. Encontrar al concursante perfecto está muy bien si para ello hay juegos, pruebas y más situaciones a parte de la interacción social y la convivencia. Pero no es el caso -al menos en lo que nos deja ver Netflix-y aunque puede llegar a cumplirse el objetivo, esa ausencia en las tramas puede dejar un sabor incompleto en el espectador, a parte de la duda sobre si todos han tenido algún tipo de ventaja durante el concurso o sólo algunos seleccionados.
Pese a todo, lo compensa con creces la calidad audiovisual y la originalidad, manteniendo al espectador con la mirada puesta en la pantalla de forma hipnótica. Eso sí, aunque como novedad es implacable, no se podría alargar demasiado si no se mejorara aquello que supone un requisito primordial para el espectador medio: entender de forma clara las relaciones entre los concursantes y el potencial de cada uno de ellos que le permite estar fuera o dentro del juego. De momento, ya se anunció que se grabaron varias ediciones en el mismo período de tiempo, por lo que Insiders y su magia no acaban aquí, al menos para la audiencia.