'Querer', una sobria miniserie que invita a reflexionar sobre el consentimiento en el matrimonio

Iñigo (Pedro Casablanc) y Miren (Nagore Aranburu), en una escena de 'Querer'

Pedro Zárate

Es evidente que las plataformas de streaming han supuesto un antes y un después para las series de televisión. Las ficciones televisivas son más caras, más cuantiosas y más sofisticadas que la mayoría de las que se producían hace 15 ó 20 años para la televisión en abierto. Y sobre todo más cortas, pues ya no acaban cuando lo decide la audiencia, sino después de seis, ocho o diez episodios grabados con su principio y su final. Es la manera que tienen las plataformas de decirnos que necesitan producir series en masa para rellenar sus infinitos catálogos y, de paso, satisfacer a un público cada vez más ansioso por devorar nuevos títulos cada semana.

Todo esto ha traído un sinfín de cambios, siendo uno de los más irritantes la utilización de términos como “película larga” o trabajo con “espíritu cinematográfico” para hablar lo que no deja de ser, con seis, sesenta o seiscientos capítulos, una serie de televisión. Alauda Ruiz de Azúa, ganadora del Goya a la Mejor dirección novel por Cinco lobitos, ha utilizado ambos para promocionar Querer, la serie que ha creado, dirigido y coescrito para Movistar Plus+. Sin embargo, sería injusto achacarle solo a ella este discurso, pues la de Barakaldo no es la primera -ni será la última- persona del cine que habla así de su salto al medio catódico, ese que estaba tan denostado hace unas semanas en relación a su hermano mayor.

Además, la diferencia con otros discursos similares es que aquí está más justificado, pero no por una cuestión de presupuesto, sino de puro planteamiento. Querer, que se estrena este jueves 17 de octubre, deja la sensación de ser una miniserie de cuatro capítulos planteada como una película. En este sentido, la historia de Miren (Nagore Aranburu), una mujer que denuncia a su marido, Iñigo (Pedro Casablanc), por un delito de violación continuada durante sus 30 años de matrimonio, se nos cuenta a través de diferentes elipsis y códigos que hacen pensar que sí, que esta vez sí estamos de verdad ante una serie con “espíritu cinematográfico”.

'Querer' tiene uno de los grandes capítulos del año

De hecho, el verdadero punto álgido no llega en su capítulo final, sino justo en el anterior, el tercero: un juicio rodado con tanto realismo que hace sentir al espectador que está ahí mismo, junto al acusado y la presunta víctima. Es en este episodio, uno de los mejores que nos ha dejado la ficción española en 2024, donde Querer despliega lo mejor de sí misma y se presenta como una serie que aborda con sobriedad y delicadeza, tanto desde el guion como desde la puesta en escena, el tema tan delicado que trata, valga la redundancia.

Querer es respetuosa con la historia que está contando, pero también con el espectador, al que pide un visionado activo en todo momento. La nueva serie de Movistar Plus+ quiere que su público reflexione y converse en torno al consentimiento sexual y la normalización de ciertas conductas violentas que nunca debieron ser vistas como normales. Lo mejor es que Invita a hacerlo sin mostrar dichas conductas, lo que refuerza su elegancia y ayuda a que el debate que propone sea más rico y honesto.

'Querer' no sigue el camino más fácil

Hubiese sido más cómodo para Júlia de Paz, Eduard Sola y la propia Alauda Ruiz de Azúa, los tres guionistas de la serie, construir un relato maniqueo en el que Miren fuese claramente la víctima e Íñigo claramente el agresor. Pero no, aquí hay grises: Iñigo es un hombre aparentemente normal, y Miren una mujer que hasta el momento de la denuncia se había preocupado por guardar las apariencias. Este comportamiento por parte de ambos siembra dudas en sus hijos, Aitor (Miguel Bernardeau) y Jon (Iván Pellicer), que de repente tienen que tomar partido por su padre o por su madre por unos hechos que no conocen.

Resulta acertado que los hijos sean hombres y no mujeres, pues así se evita el tópico de situar a hijo e hija de un lado o de otro en función de su sexo. Aun así, los hijos no dejan de ser resultado de sus padres y a veces, también herederos de su personalidad y sus conductas. La ficción expone esta cuestión a través de Aitor y Jon, los personajes con el viaje más interesante, aunque también los mayores perjudicados por las elipsis de la serie, que provocan que algunos de sus giros se sientan un tanto forzados y repentinos a simple vista.

Sin embargo, Querer da las herramientas necesarias para que el televidente rellene los huecos que faltan, dentro de lo posible, y entender por qué los hijos hacen lo que hacen, especialmente en el caso de Aitor. Algo menos en el de Jon, un personaje muy jugoso por ser el que más transita entre su madre y su padre, pero que cuenta con menos espacio del que merece.

A la nueva serie de Movistar Plus+ le hubiera venido bien algo más de metraje para profundizar en sus inquietudes, pero como pasa con los buenos conciertos, prefiere dejar con ganas de más que con ganas de menos. Con sus cuatro capítulos (de entre 50 minutos y una hora cada uno) se basta para alzarse como una de las ficciones más estimulantes del año en nuestro país.

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