Han pasado 2 años, 10 meses, y 23 días desde que Netflix lanzó la tercera temporada de Stranger Things. 1058 días que se han convertido en una larguísima espera para los fans de la serie, y que llega a su fin este viernes 27 de mayo con el estreno de su temporada 4. Aunque la plataforma sabe que la ficción de los hermanos Duffer es uno de sus buques insignia, y por eso varía su habitual estrategia de lanzamiento “del tirón” con la finalidad de crear un verdadero evento.
Esta cuarta temporada de Stranger Things contará con nueve episodios, que se dividirán en dos volúmenes: el primero de ellos llega esta viernes 27 de mayo, y está compuesto por siete capítulos, de los que en verTele ya hemos podido ver los seis primeros. El volumen II contendrá los dos últimos episodios, y habrá que esperar al 1 de julio. Netflix ha marcado en rojo esa fecha porque si sus ocho primeras entregas se alargan unos 70 minutos (una duración a la que ya no estamos tan acostumbrados, más propia de capítulos de series en abierto hace años, aunque también la estrategia que ha mantenido Mediaset), su episodio final de temporada, el 4x09, durará 150 minutos (dos horas y media), con la finalidad de convertirlo en un acontecimiento para los fans por su duración de película larga.
Pero para ese momento aún quedan 35 días, que suena a poco tras la larga espera que ha necesitado Stranger Things. Así que a continuación nos centraremos en hablar de esos seis primeros capítulos de esta temporada que Netflix ha facilitado a la prensa, por supuesto evitando spoilers, y aprovechando para recordar que en esta otra noticia puedes refrescar todo lo que necesitas de la tercera temporada de la serie.
Los niños maduran, y la serie madura
La tercera temporada cerró abriendo interrogantes: ¿Cómo les irá tras su mudanza a Once y los Byers? ¿Ha muerto realmente Hopper? ¿Lograron cerrar definitivamente la brecha al 'Mundo del revés'? ¿Siguen juntos los niños tras su salto al instituto? Y la cuarta temporada no tarda en situar al espectador respondiendo rápidamente a muchas de esas cuestiones, pivotando en torno a un factor clave: los personajes crecen, y la serie crece. Los niños maduran, y la serie madura. Y lo hace con acierto, porque los niños ya no son tan niños, y así se demuestra en su aprendizaje y en la forma de relacionarse.
Los nuevos capítulos se ambientan en el año 1986, y gracias a las cartas de Once (Millie Bobby Brown) con Mike (Finn Wolfhard) y al momento en el que arrancan, sabemos que han pasado unos nueve meses, todo un curso escolar que para la gran protagonista ha sido más que complicado, aunque no ha querido preocupar a su amor en la distancia. Frustrada por no recuperar sus poderes, la madurez de Once y el resto de los “niños” -ya adolescentes- permite que Stranger Things refleje asuntos como el acoso escolar y sus consecuencias trágicas, desgraciadamente tan de actualidad en Estados Unidos pese a situarse 36 años antes. La ficción recoge ese período clave para nuestra formación como personas y refleja problemas “normales”... pero no tarda en recordarnos que sus protagonistas tienen una vida extraordinaria, y viven situaciones de ciencia ficción.
Los hermanos Duffer han sabido identificar ese contraste niñez-madurez como la atinada base para desarrollar de forma creíble una historia que es del todo fantástica. Para lo bueno, porque el crecimiento de los más pequeños permite mantener sus divertidos toques de humor, y también evolucionar en cómo se relacionan unos con otros. Si los adultos Joyce (Winona Ryder) y Murray (Brett Gelman) siguen siendo “la extraña pareja” más divertida, los jóvenes aportan la madurez -con Nancy (Natalia Dyer) y Jonathan (Charlie Heaton), en este caso con inicios que hacen dudar-, y la espontaneidad -con un sobresaliente Steve (Joe Keery) y Robin (Maya Hawke, que también crece)-. Pero lo más interesante es que al “igualarse” las edades, al producirse esa maduración, los ahora adolescentes Dustin (Gaten Matarazzo), Lucas (Caleb McLaughlin) y Max (Sadie Sink) se relacionan con ellos de una manera más natural y productiva. Puede destacarse a Steve (Joe Keery) porque forma parte de las dos parejas que más se consolidan en esta temporada 4: Steve con Robin, y Steve con Dustin; ambas marcadas por unos toques de humor muy agradecidos.
Pero el contraste niñez-madurez también sirve de base para lo malo. De buena base. Porque duele ver cómo el hasta ahora inseparable grupo de los más pequeños se pone en duda por las distintas aspiraciones de sus miembros, que también permiten que la serie reflexione sobre qué es en realidad “ser popular”, y si a veces somos menos felices por intentar serlo. E igualmente nos lleva a que los espectadores nos replanteemos la imagen que tenemos de Once, volviendo a pensar si ella ha sufrido o hecho sufrir. Lo mejor de las series es la continuidad que permite que personajes que ya conocemos arrastren traumas que hemos vivido con ellos en temporadas previas, y que ahora moldean sus personalidades. Y Stranger Things 4 se convierte en una perfecta muestra de ello.
Terror psicológico con un “mal” que esta vez sí es un “malo”
Si la base de esta cuarta temporada es acertada, el tono lo es más aún. Como decíamos antes, los niños maduran, y la serie madura. Y en esa evolución junto a sus protagonistas, Stranger Things 4 abraza más y mejor que nunca el terror psicológico. No es que la serie, por haber estado protagonizada por niños, se dirigiera a un público infantil. Pero esta vez sí que no tiene ningún temor a mostrarse más terrorífica e incluso gore. Y aunque no guste el género, de verdad que la hace mucho más atractiva y cercana.
Buena parte de la culpa la tiene el nuevo “mal” al que se enfrentan los protagonistas desde el 'Mundo del revés'. Un “mal” que sí puede identificarse como un “malo” en esta cuarta temporada, dotándole de una forma más parecida a lo humano y no como un monstruo amorfo o complejo, lo que consigue hacerlo más reconocible y “odiable” por el espectador. En realidad, un “malo” que sería digno de premio, o de recordarle entre otros grandes villanos de la historia de la ficción.
Stranger Things 4 reverdece sus laureles. Madura junto a sus protagonistas y propone una exquisita mezcla encabezada por un terror psicológico más adulto, magníficamente aderezada con humor, una tensión con altibajos bien medidos, amor, empatía y hasta acción. Los que han seguido viéndola disfrutarán de ella probablemente más que nunca. Y los que se desenchufaron en su segunda o tercera temporadas, que generaron más dudas que su brillante estreno con la primera, desearán completar el camino para poder disfrutarla como los fieles.