Que The Boys vaya a terminar con su quinta temporada, tal y como ha anunciado esta semana su showrunner, Eric Kripke, resulta lógico y sorprendente a partes iguales. Sorprendente, porque Amazon Prime Video ha aceptado cerrar la que es, con permiso de El señor de los anillos: Los anillos de poder, la serie que más relevancia le ha dado hasta el momento. Y lógico, porque si la tercera temporada ya pedía un final inminente para Carnicero (Butcher), Patriota (Homelander) y compañía, la cuarta, que llega este jueves 13 de junio a la plataforma, abraza esta petición con suma fuerza.
Los nuevos capítulos (para hacer esta crítica se han visto siete de los ocho que componen la tanda) asumen que la fiesta tiene que acabar más pronto que tarde, pero también que los tiempos han cambiado. Al fin y al cabo, ya no estamos en 2019, cuando The Boys se presentó al mundo como una respuesta gamberra y socarrona al Universo Cinematográfico Marvel, que por aquel entonces disfrutaba de sus últimos momentos de esplendor con Vengadores: Endgame y su epílogo, Spider-Man: Lejos de casa.
'The Boys' ofrece su temporada más política
Ahora el MCU y el género de los superhéroes están en un punto cercano a la irrelevancia, lo que ha llevado a The Boys a creerse que es demasiado fácil reírse de ellos y a buscar, en consecuencia, un 'rival' de mayor enjundia. La ficción lo ha encontrado en la política, otro de sus temas predilectos, pero que esta tanda cuenta con un peso superior al habitual. Estamos, de hecho, ante la temporada más política de The Boys, y así lo refleja el perfil de sus dos nuevas superheroínas: Sabia (Sage) y Dinamita (Firecraker). La primera es la persona más inteligente del mundo y la segunda, una youtuber especializada en difundir bulos contra Luz Estelar (Starlight), el gran referente progresista de los nuevos capítulos.
Ni Sabia ni Dinamita tienen un superpoder físico, por así decirlo, así que The Boys las utiliza para retratar más que nunca la polarización que invade al mundo en general, y a la sociedad estadounidense en particular. Es más, la conexión Patriota-Donald Trump se presenta todavía más evidente desde los primeros compases de la temporada, en los que el líder de 'Los Siete' tiene que enfrentarse a un juicio tan mediático como el que afrontó recientemente el expresidente de Estados Unidos por sus sobornos a la actriz porno Stormy Daniels.
La serie se siente a gusto navegando entre fake news, teorías de la conspiración, el poder de las élites, los complots políticos y los peligros de la extrema derecha, porque siempre se ha movido en estas aguas movedizas, aunque fuese en menor medida. Su postura al respecto es clara, y así queda patente en el global de la tanda, aunque por el camino toma alguna que otra decisión que la lleva a coquetear peligrosamente con la equidistancia.
Es un coqueteo ligero, por suerte, dentro de una temporada que es mucho más que política. También es humor y gamberrismo, por supuesto. El God Save the Queen de los Sex Pistols abre la tanda para recordarnos que The Boys es, por encima de todo, una serie orgullosamente punk. Lo demuestra con una nueva e ingente ración de sangre, vísceras y chistes de penes que deja momentos muy originales, pero también la sensación de que, después de cuatro temporadas, el impacto de estas imágenes ya no es el mismo.
Por eso The Boys hace bien enfilando la puerta de salida, algo que se encarga de subrayar con Butcher (Carnicero) y sus problemas de salud derivados del Gen V. Sus continuos achaques son un aviso del dramatismo que se avecina, a priori, en la temporada final, pero en esta cuarta tanda desdibujan al personaje interpretado por Karl Urban hasta convertirlo en uno de los menos interesantes de la función. Un 'delito mayor' que no arregla su relación con Joe Kessler, el personaje de Jeffrey Dean Morgan, cuyo giro final maquilla lo insulso de su desarrollo, que decepcionará a quienes vieran en el fichaje del actor la llegada de un nuevo Comediante (Watchmen) o un nuevo Negan (The Walking Dead) en su mejor momento.
El drama aumenta antes de la temporada final
Kessler no es tan salvaje como ellos a nivel físico, pero al menos aporta carisma y da compañía a Butcher, que además de su delicado estado de salud sufre al estar constantemente dentro y fuera del grupo principal, que lo rechaza y lo acoge en función de sus intereses. Sus integrantes tienen que lidiar, al mismo tiempo, con sus propios fantasmas. Las subtramas de Kimiko, Frenchie (El Francés), Leche Materna (Mother's Milk), Luz Estelar y Hughie van en esta dirección, haciendo gala de un aroma trágico que The Boys no había ofrecido hasta ahora en cantidades tan altas, lo que refuerza aún más la sensación de que estamos llegando al final del camino.
Superhéroes como A-Train y Patriota transmiten lo mismo. En el caso del segundo, a través de la relación con su hijo, Ryan, que centra gran parte de la atención de los nuevos capítulos. Sin embargo, su importancia es superior al interés que consigue despertar dentro de la tanda, pues la indecisión y la falta de chispa que rodean a Ryan impiden que la trama funcione con la rotundidad que merece.
Los nuevos capítulos de The Boys adolecen, pues, de ciertos altibajos en su desarrollo. Es un problema que ha perseguido a la serie desde sus inicios, aunque siempre se las ha apañado para hacer valer sus virtudes por encima de sus defectos. La cuarta temporada no es una excepción en este sentido, pues su mezcla de drama, crítica política y humor irreverente, potenciada respecto a otros años por los dos primeros ingredientes, compensa esos momentos en los que a la serie le cuesta salir más de su zona de confort. Un confort que, para bien o para mal, dejará de disfrutar tras su quinta temporada. Pero eso, como suele decirse, será otra historia.