Alberto Chicote reactiva su “modo Pesadilla” para olvidarse del mundo: “Soy el mismo de siempre”
Desde que se estrenara en TV un 25 de octubre de 2012, con la primera entrega de Pesadilla en la cocina, la vida de Alberto Chicote ha cambiado radicalmente. Hasta entonces, el cocinero madrileño, que apenas tenía tiempo para consumir televisión, había dedicado su vida a los fogones sin interés en una proyección mediática. “Para mí esto es un accidente, no algo que haya buscado”, dice sobre lo que han sido los últimos 10 años de trayectoria profesional vinculado a Atresmedia.
Cuenta el chef que fue primordial el consejo del fallecido Darío Barrio, otro cocinero que gozó de una amplia trayectoria en los platós. Fue él quien le avisó para que fuera con cuidado, porque “todo tu horizonte te cambia” ante la exposición. Por eso, Chicote insiste en que, pese a haberse convertido en una figura pública reconocida masivamente, y en un rostro ya indispensable de la actual Atresmedia, amén de laSexta, sigue siendo “el mismo de siempre”.
“Llevo 10 años y estoy feliz de lo que hago. Me encantan todos mis programas. He tenido una grandísima fortuna. Atresmedia siempre ha confiado en mí para hacer programas de puta madre”, recalca con llaneza el profesional, que tiene lista para servir la octava temporada de Pesadilla en la cocina, que ha tardado más en prepararse con la pandemia. Por más que hayan pasado los años, deja claro que su “implicación emocional” no ha bajado un ápice.
“Cuando estoy en modo Pesadilla, son cuatro meses en que me olvido del mundo”, asevera el presentador, que apunta a la exigencia de orientar a los propietarios para salvar su negocio como una responsabilidad que no permite bajar la guardia o la intensidad. Máxime si esta operación se concentra en una semana. “Si para grabar un programa me das un mes en vez de una semana igual voy más suave. O no, no lo sé...”.
Estrenas esta temporada una cabecera muy comiquera en 'Pesadilla en la cocina'. ¿Cómo es verte convertido en un dibujo animado?
He tenido la fortuna, porque me gusta el mundo del cómic y tengo muchos amigos dibujantes, de que me han dibujado en muchos sitios. Los tengo guardados en casa, y les tengo muchísimo cariño. Cuando me propusieron los de Warner hacer este cambio en la introducción, involucrar el mundo del cómic, el dibujo y la ilustración... Pues has visto cómo queda, es guapísimo.
Decías en la presentación de la temporada en Vitoria que la paralización por la pandemia os fastidió los planes. En el fondo, descansar le ha venido bien al programa, ¿no?
Es cierto que crece la expectación. Hay mucho tiempo y mucho fan. Lo he comentado con miembros del equipo y con mucha otra gente: desde que se emitió el último programa, hace como dos años y medio o tres, no ha habido un día que no haya recibido un mensaje diciendo: '¿Y Pesadilla, cuándo?'. Es un programa que tiene mucho adepto, y eso me hace sentir muy bien. Cuando de repente te encuentras con alguien que viene al restaurante y te dice que te estuvo viendo ayer, piensas: '¿Y qué estuvo viendo este hombre?'. Y es que se tragan los repetidos. Tener ahora la oportunidad de estrenar la octava temporada es la hostia.
¿Y cómo defines esa octava temporada?
Suena redundante porque parece que todos los años dices que esta es la mejor. Esta temporada no es que sea la mejor porque sea más de algo, es la mejor porque tiene más de todo. Tenemos mucha emoción, mucho ritmo, mucho caos... Hay mucho de todo. De hecho, comentaba con la gente de Antena 3 que para mí, que siempre he tenido muy claro cuál sería el programa presentación Nº1 de cada temporada, ahora no sabría elegirlo. Me gustan tanto todos que te diría que los hay muy histriónicos, pero los hay muy emocionantes, y los hay para decir, 'Esto es muy loco'. ¿Por dónde vamos a arrancar? No tengo ni idea. Pero programa tras programa, va a ser mucho top.
¿Cómo recuerdas el primer día de volver a llegar a un restaurante por primera vez después de tanto tiempo?
Muy loco, de verdad. Habitualmente, el equipo llega el domingo a la localización, montan las cámaras robotizadas, el control se coloca dentro del establecimiento si hay sitio o en una furgoneta fuera... En este caso fue en una furgoneta porque el sitio era chiquitito y no había opción. No te pones la chaquetilla hasta la tarde, porque la primera llegada es como cliente. Y recuerdo mucho la inquietud de decir, '¿Cómo era esto?'. Cuando lo hice la primera vez, en La Tana [Pinto], tenía al director que era Juampi [Cofré] y a María Rekarte al frente del programa, y me iban ayudando todo el rato. ¿Qué pasa ahora? Ahora entienden que yo sé más que ellos de Pesadilla porque lo llevo haciendo más de 10 años. Ahora nadie te dice, 'Alberto, acuérdate de que esto era así'. Había mucha inquietud en torno a esto, pero una vez que das el primer paso, cruzas la puerta y te encuentras con la situación, va todo de corrido. Recuerdo llamar a mi mujer, y decirle: ¿Te acuerdas de cómo estaba ayer? Pues olvídate, ya está. No te preocupes por mí'.
Mi mujer dice que cuando estoy en modo 'Pesadilla', olvídate de mí. Son cuatro meses en que me olvido del mundo.
Has conocido gente. ¿Se va uno con cierto temor de cuánto les va a durar?
Claro. Siempre digo que los primeros días de grabación, o prácticamente todo el tiempo que paso con la gente de los restaurantes, me lo paso haciendo así: “Aquí no, aquí no...”. Todos tenemos un punto que nos hace cambiar nuestra visión de las cosas, y yo necesito encontrarlo. No sé cuál va a ser.
Recuerdo un capítulo en Barcelona, de un restaurante italiano en el que estaba al frente estaba Giovanni. Después de tres días con él, no había manera, el tío no entendía nada, le importaba todo una mierda... Pasaba una hora y otra... Y de repente, le dije, '¿Tus padres viven? ¿Y qué pensaría si te vieran así?' Y un tío que había sido una piedra, un muro inamovible que llegaba unas gafas oscuras que no se quiso quitar, se puso a llorar como un niño pequeño. De repente, hizo ese “clic”. Eso fue un miércoles por la mañana, el jueves les entrego el local y la carta, están felices y a tope, ¡pam, pam, pam! Y cuando llego a grabar el viernes por la mañana, me dicen que tenemos un problemón: 'Se ha muerto el padre de Giovanni'. Si llegamos hasta ahí de puta casualidad... Me preguntaron: '¿Qué hacemos?'. Y dije: 'Dale al REC, yo tiro para adelante y a ver qué pasa'. Entro y me los encuentro a todos hechos mierda. Teníamos que hacer una reapertura, pero si no la podemos hacer no la hacemos, porque las cosas importantes están por delante. Y Giovanni me dijo: 'Esto lo voy a hacer yo por mi padre'. Se me ponen todavía los pelos de punta. Dio el servicio, lo terminó, se lo dedicó a la memoria de su padre y se fue al entierro.
Estas cosas pasan, y hay que afrontarlas y hacerlas así. Habrá gente que tenga la sensación de que no lo sacarás adelante. Siempre que salgo por la puerta pienso que tienen una gran oportunidad, no una pequeña. Pero no puedo ofrecer una garantía. Puedo decir que si hace esto así, así y así, casi seguro que tiras para adelante. Llevo llevando negocios al éxitos desde hace 25 años. Nunca he estado en un restaurante que no haya funcionado. Sé de lo que hablo, lo juro por dios. Y en mi historial provisional siempre ha ocurrido lo mismo: donde he estado ha funcionado, y de donde me he ido han cerrado.
¿Emocionalmente, al ser 10 años, la implicación va siendo menor?
No, nunca. Mi implicación es solamente emocional. Mi trabajo profesional es una cosa y la implicación personal es otra. Yo me esfuerzo muchísimo, al irme y al llegar. Sin eso no puedo trabajar. No puedo hablar contigo cara a cara si no me pongo en tus zapatos. ¿Cómo le diseñas una carta y una oferta a un tipo que no va a poder realizarla? ¿Para qué, para quedar yo de guay? Tengo que saber lo que tú puedes, cuáles son tus circunstancias y posibilidades. Te tengo que ofrecer una oportunidad real. A partir de ahí, es tu responsabilidad. Te puedo enseñar a escribir, pero si no estás dispuesto a ponerte media hora delante del teclado...
¿Se hace igual de duro que antes?
Durísimo, te lo aseguro. Mi mujer dice que cuando estoy en modo Pesadilla, olvídate de mí. Son cuatro meses en que me olvido del mundo. Tengo un día de descanso, o dos, para estar con mi mujer y mi familia, y ahora con mi restaurante, y no atiendo a nada. No voy a ningún lado, ni al cine, ni a comer, ni nada. Solamente esto. Pesadilla es muy exigente. Y no puedo decirle a un tipo que tiene un restaurante y reclama tu atención que se me olvidó decirle algo o que me lo repita otra vez. No puedes. Yo me lo tomo así, con mucha concentración y dedicación, para que cuando tú te vayas a casa después de grabar no se haya quedado nada del tintero. ¿Sabes la cantidad de información que recibe la gente con la que trabajamos que tú no ves? ¿Cómo contar, cómo servir, cómo conservar...? No lo puedes meter todos los programas porque sería un coñazo. Sería como un curso cada semana, pero lo hacemos siempre. No lo veis, pero lo hacemos, con la intención de que eso funcione, y que cuando nos vayamos nosotros, con un mayor esfuerzo o menor, puedan continuar con el trabajo. Que es lo que está esperando todo el mundo.
Cuando Pesadilla llega a un restaurante, en una ciudad se entera todo el barrio, pero en un pueblo hasta viene el alcalde a saludarnos. Tenemos que montar colas de fotos cuando terminamos de grabar. Somos como el Circo Price, como una atracción de la hostia. Cuando nos vamos después de grabar, está el pueblo deseando saber qué ha pasado ahí, qué van a ofrecer, cómo ha quedado el sitio. Eso es real, no es por la tele. Salimos el viernes y el sábado quieren estar ahí, porque han estado en la puerta mirando. Y esa es la oportunidad de la que hablo. No hablamos de negocios que quieran una estrella Michelín, sino de negocios que quieren sobrevivir, de mantener a su familia.
¿Cómo reconduces cuando los dueños o los trabajadores se ponen en contra?
Es buscar lo que hace “tic”. Hay cosas que importan de verdad y otras cosas que no. Quizás no te has dado cuenta y estás poniendo por delante cosas por delante que no eran importante que estás dejando de lado, o lo has dado por hecho, como que tus hijos dependan directamente de ti. Hay gente que no ha pensado qué pasaría si de verdad tuviera que cerrar. Es una cosa que digo muchas veces: por desgracia, todo lo que no te han dicho los que debieran habértelo dicho me toca decírtelo a mí, todo de golpe. No tengo tiempo que perder. Si para grabar un programa de Pesadilla me das un mes en vez de una semana igual voy más suave. O no, no lo sé... Pero llega un momento en que tienes que decirle a alguien: 'Esto es así. Si cierras le deberás 200.000 euros al banco, con tu hija en la universidad... ¿Cómo vas a gestionarlo? ¿Crees que no va a ocurrir? No haces más que perder pasta, el banco te dirá un día tal, te van a cortar la luz y el gas...' Esto nos ha ocurrido en mitad de una ocasión y hemos tenido que pagar la factura del tío para poder encender los fuegos al día siguiente. Tuvimos que hacerlo porque si no, no puedes.
Llevo 10 años y estoy feliz de lo que hago. Me encantan todos mis programas. He tenido una grandísima fortuna. Atresmedia siempre ha confiado en mí para hacer programas de puta madre.
¿Aparte del negocio en sí, echáis una mano a los trabajadores si no se cumplen sus condiciones? Últimamente se habla mucho de que no hay camareros, por ejemplo, debido a las condiciones...
No se encuentran, es una realidad absoluta. El otro día en Twitter uno decía que se pagan 600 euros por trabajar 12 horas. Le dije que yo llevo sin ver eso 20 años. Si vienes a mi casa, a cualquiera de mis restaurantes, ya te digo yo que no ha ocurrido nunca. Y conozco infinidad de restaurantes. Tengo muchísimos amigos en el oficio, y eso no lo he visto nunca. Y cuando digo nunca, lo digo con letras grandes.
Este oficio es más honesto y ha cambiado mucho más de lo que pensamos. La hostelería siempre ha sido un oficio duro, pero ahora mucho menos de lo que era antes. Cuando empecé se libraba un día por semana y se trabajaba 12 horas. Se ganaba más dinero en comparación porque nadie lo quería hacer. Cuando empecé a cocinar con 17 años no podía ni pensar que pudiera librar dos días por semana. Cuando se puso el día y medio ya sentíamos haber conseguido el hito. Ahora mismo no conozco restaurantes que esas condiciones que tanto cuentan se cumplan. Repito: no conozco ni uno.
Cuando hacemos Pesadilla atendemos a las quejas de los trabajadores como a las de los propietarios. Cuando alguien te dice que no le pagan, como ocurrió en un restaurante en Paiporta (Valencia) donde había un empleado que lo hacía todo, me encargué de decirle al jefe que no tenía ni puta vergüenza de hacer eso. Nos encargamos de conseguir unas mejores condiciones para ese tío, que se estaba dejando el pellejo, y el jefe, un tío bastante malencarado, no estaba dispuesto a tenerlo en mejores condiciones. Aquello lo cuento como una rara avis dentro de lo que he conocido. Os invito a todos -porque estoy cansado del tema- a que consultéis en los restaurantes cuáles son las condiciones de la gente y veréis que eso que os cuentan no es en lo general así. Os aseguro que más de un universitario querría ganar lo que ganan los camareros en este país. Y ahora que hay mucha escasez, que no hay, más.
Después de 10 años, ¿crees que te ha cambiado la televisión?
Cuando empecé a grabar tuve el consejo de un amigo que ya murió, Darío Barrio. Cuando me ofrecieron hacer tele, a la primera persona que le pregunté fue él. Fui a verle y me dijo: 'Alberto, lo primero es tú que eres cocinero como yo y los cocineros nos pensamos que somos los tíos que más trabajamos en todo el mundo. Y cuando entres en la tele te vas a cagar' [risas] Lo recuerdo perfectamente, como recuerdo que dije: 'Sí, sí, lo que tú digas'. Él tenía razón, me equivoqué. También me dijo: 'Como no tengas cuidado, esto te cambia, y te cambia mucho. Porque todo tu horizonte te cambia'. Y desde el principio me he esforzado mucho en conservar aquello que de mi vida me gustaba. Sigo con mi mismo círculo de amistades, sigo haciendo las mismas mierdas que me han gustado siempre, leyendo lo mismo, pintando mis figuras, montando Legos, yendo al mismo cine, comiendo en el mismo restaurante y comprando pantalones en la misma tienda. ¿Ha habido cosas que han cambiado? Claro, evidentemente. He podido comprar un restaurante que no hubiese soñado en mi puta vida. Eso ha cambiado. Soy el dueño de mi propio negocio, cuando siempre había trabajado en negocios de otros. Sí ha cambiado. Pero cualquiera que me conozca desde hace veinte años sabe que Alberto Chicote es el mismo de siempre. Me esfuerzo para que ocurra así. Y no es fácil, porque el escenario es muy diferente, más colorido.
Me esfuerzo mucho en que quienes me quieren sepan que les quiero, en que quienes me aprecian sepan que les aprecio, y que sigo haciendo las cosas como antes. Porque ya me gustaba la vida que tenía antes. No llegué a este mundo renegando de la vida que tenía. Me gustaba y era feliz. Para mí esto es un accidente, no algo que haya buscado. No fui nunca a ver si algo algo en la televisión. Un día recibí la llamada y me dijeron qué te parecería hacer esto. Lo que más me atrajo de hacer Pesadilla era que cuando vi el formato, en un periodo de baja que tuve unos meses, pensé que era lo que hacíamos mi mujer y yo cuando íbamos a un restaurante. Un día suena mi teléfono y me dicen que si quiero hacer esto. Y me cambia la vida, y empiezo a trabajar en una cosa para la que no te has preparado nunca. Cuando empezamos mis amigos me decían que tendría que ir a clases de dicción, y clases de una cosa y de otra. Y yo pensaba que no, que si no se daba bien, me volvía a cocinar, que era lo que sabía hacer.
Llevo 10 años y estoy feliz de lo que hago. Me encantan todos mis programas. He tenido una grandísima fortuna. Atresmedia siempre ha confiado en mí para hacer programas de puta madre: Top Chef, que molaba un huevo, y Te lo vas a comer, del que me siento súper orgulloso. Incluso los que no han llegado a funcionar bien, como Auténticos o Fuera del mapa, me parecen programas de puta madre. Llevo 10 años haciendo tele y me siento muy orgulloso de todos los programas que he grabado. Y eso me parece la hostia.